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De vuelta del sueño europeo, los senegaleses apuestan por la agricultura

Pape Samba Diane, que trabajó en Italia y regresó a Senegal, donde dirige la asociación de productores de arroz del municipio de Nganda, muestra heno almacenado en su casa el 6 de diciembre de 2017 afp_tickers

“Creía que en Europa me iba a ir mejor”. Tras haber pasado cinco años en Italia como jornalero agrícola y obrero de fábrica, Pape Samba Diane, de 45 años, ha vuelto a Senegal, donde dirige ahora la asociación de productores de arroz de su localidad.

En este país del oeste de África, la agricultura y sus nuevas promesas han hecho volver al campo a algunos jóvenes migrantes procedentes del éxodo rural, como él, que se fueron a probar suerte a la capital, Dakar, o emprendieron el peligroso camino del exilio hacia Europa.

Por su parte, Mbaye Touré dejó a finales de 2014 su aldea del valle de Ndederling, al este del parque nacional del delta del Salum, una región que durante mucho tiempo ni siquiera lograba alcanzar la autosuficiencia alimentaria, a pesar de varios planes de desarrollo.

“Primero fui a Dakar, donde trabajé en el comercio con otros jóvenes”, hasta que un día un pasador le propuso sus servicios para cruzar la frontera mauritana, cuenta este hombre, de 33 años, con un gorro negro y camiseta roja del Manchester United.

Ahora, de pie en medio de un campo de cebollas, apuesta por el potencial de la agricultura.

En esta zona, el gobierno lanzó un proyecto de cultivo para unos 120 jóvenes en una treintena de hectáreas con el apoyo del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA), una agencia de la ONU que invitó a principios de mes a algunos periodistas a visitar la zona.

Mbaye Touré recuerda con amargura su emigración fallida a través del desierto. En Mauritania, se encontró abandonado por los pasadores y sin comida. “Nos engañaron, durante días pasamos un hambre atroz”, recuerda.

Tanto él como sus compañeros de infortunio tuvieron que renunciar a sus sueños.

– “De 20 a 30 personas están de vuelta” –

“He oído hablar de lo que les ocurre en Libia a quienes parten y ahora les pido que se queden”, comenta, mencionando de soslayo las impactantes imágenes de migrantes vendidos como esclavos, difundidas recientemente por la cadena CNN.

“Habíamos invertido todo lo que teníamos en ese viaje, 75.000 francos CFA [unos 115 euros] para llegar a Mauritania, “y ahora es difícil recuperar los ahorros perdidos”, añade.

Otros agricultores de la región de Kaolack, a más de dos horas de Dakar por carretera, ofrecen testimonios parecidos.

En Nganda, el primer teniente de alcalde, Babacar Mbaye, asegura que regresó al país en 2013, tras haber pasado ocho años en Italia.

“De 20 a 30 personas del pueblo están de vuelta, del centenar que se fueron”, afirma. “La emigración no se limita a Europa, muchos se van a otros países africanos”, precisa, subrayando que cada vez hay menos gente que se va.

Pape Samba Diane sostiene que aprendió mucho “mirando lo que ocurría” a su alrededor, cuando vendimiaba en la región de Brescia (norte de Italia), antes de trabajar como obrero en una fábrica de accesorios de plástico.

Allí, son los agricultores los que “poseen la fortuna”, explica. “Aquí, no sabíamos que uno podía desarrollarse a través de la tierra”, subraya el representante electo del consejo municipal de Nganda, encargado de “asociaciones”.

– “¿Por qué no nosotros?” –

En Italia, se dio cuenta de que muchos de los que se habían marchado “a Alemania o a Estados Unidos” volvían a su país para “abrir pequeñas empresas”.

“En Italia, se dedican a la agricultura, la transformación, el ‘agrobusiness’, abren empresas, y me dije: ‘¿por qué no nosotros?'”.

Al contrario que la generación precedente, los jóvenes que se lanzan al cultivo del arroz, el cereal más consumido de Senegal, tienen acceso a las semillas adaptadas al cambio climático.

Su ciclo es muy corto, “de 80 días entre la siembra y la colecta”, afirma Pape Samba Diane, orgulloso del rendimiento: tres toneladas en la hectárea en la que no crecía arroz hace cuatro años.

Para conseguirlo, cursó una formación agrícola básica. “Nos enseñaron la importancia de las buenas semillas y a utilizar un fertilizante en el momento adecuado”, explica.

Ahora, organiza seminarios técnicos para formar a otros jóvenes y ya no quiere ir a Europa, salvo “para representar al consejo municipal”.

“A veces, puedo pasar un año entero sin ir tan siquiera a Dakar”, ironiza.

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