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En busca de familiares muertos en el casco antiguo de Mosul

Un hombre camina el 13 de julio de 2017 por una calle del oeste de la ciudad de Mosul, en el norte de Irak afp_tickers

A las puertas del asolado casco antiguo de Mosul, Abdel Razak Salman sabe que lo ha perdido todo. Pero mantiene la esperanza, por pequeña que sea, de encontrar los cuerpos de sus familiares muertos en casa durante un bombardeo. Para eso vino.

“Tenía un supermercado pequeño, trabajé duro desde los diez años para construir mi casa. No queda más que un montón de piedras”, declara con tristeza este iraquí kurdo, sentado en la acera, en medio de los escombros, delante de tiendas acribilladas por las balas.

Es casi imposible acceder al casco antiguo, donde prosiguen las operaciones de rastreo y de desminado desde que el lunes las autoridades iraquíes proclamasen su victoria contra los yihadistas del grupo Estado Islámico (EI).

Pese a ello, algunos habitantes desplazados por los intensos combates en la zona intentan regresar.

Salman halló refugio con su mujer y sus seis hijos en casa de familiares en Dohuk, en el Kurdistán iraquí. Vino en busca de los cuerpos de cinco parientes, incluidos su padre, de 90 años; su madre, de 70, y su hermano pequeño, de 22.

“Sacaron dos cuerpos, estamos buscando a los otros”, declara, resignado. El acceso está prohibido, pero un amigo suyo que trabaja en el Ayuntamiento lo mantiene al tanto de la búsqueda.

“Un cohete cayó sobre la casa de mi vecino, que murió junto a toda su familia. Un amigo perdió a su madre”, añade este cuarentón de mirada triste.

– Silencio sepulcral –

Cuando habla de su hijo de tres años se echa a llorar. “Se ha vuelto agresivo. Ha visto muertos. Cuando su hermana mayor le pide algo y él no está de acuerdo le pega con lo primero que tiene a mano. Tengo miedo de que todos estos niños se conviertan en criminales cuando crezcan”.

A su alrededor reina un silencio sepulcral, a veces interrumpido por el ruido de los vehículos blindados que avanzan a toda velocidad.

Un convoy de las fuerzas paramilitares de Hashd al Shaabi (Movilización Popular) sale del barrio haciendo sonar música militar a todo volumen por los altavoces.

“Al comienzo tenía la esperanza de volver, pero ahora no lo pienso. ¿Para qué voy a volver? ¿Por los buenos recuerdos? ¿Para ver toda esta miseria?”, añade Salman.

Kasem Jasem lo interrumpe. Él vino del este de Mosul con sus dos tíos con la esperanza de poder entrar en el casco antiguo. “¿Podemos pasar?”, pregunta este antiguo cocinero.

Mientras huía del barrio a finales de mayo con su hermano perdió a sus cuatro sobrinos. “Corríamos, un francotirador (del grupo EI) les disparó”, cuenta.

– “No hay futuro” –

Kasem Jasem y su familia todavía sueñan con poder instalarse de nuevo en el casco antiguo. Cientos de miles de civiles se vieron desplazados por la batalla lanzada en octubre y el casco viejo es una zona de Mosul que ha quedado “casi totalmente destruida”, según la ONU.

“Nuestras casas están destruidas, pero queremos quedarnos aquí”, se empecina Aly Mohsen, uno de los tíos de Jasem. “Ahora alquilamos apartamentos, es caro. ¿Por cuánto tiempo todavía vamos a seguir exiliados? Físicamente estamos allí (en el este de Mosul), pero nuestra alma está aquí”, añade este padre de tres hijos.

Al cabo de un rato, Ahmed prueba suerte para entrar y recuperar los cuerpos de familiares. En vano. Hace una semana, cuando sus dos hermanas se disponían a huir de casa en el casco antiguo, un ataque aéreo alcanzó el edificio.

“Una de mis hermanas, su marido y su hijo murieron”, cuenta el joven de 26 años, con camiseta negra ajustada y el cabello engominado.

“Para nosotros en Irak no hay futuro. Sobre todo para los jóvenes, que han perdido las ganas de vivir, todos se quieren morir”, asegura Ahmed.

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