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En el deprimido Flint, votaron por un futuro mejor

Electores estadounidenses hacen fila en un centro de votación el 8 de noviembre de 2016 en Flint afp_tickers

Flint, estado de Michigan (norte), saltó a los titulares como una ciudad arruinada por un escándalo de agua contaminada, consecuencia directa de una pésima administración.

Cuando este martes sus habitantes mayoritariamente afroestadounidenses votaban para elegir al nuevo presidente, muchos lo hacían con la esperanza de ser rescatados por el nuevo mandatario en Washington.

La ciudad, que recibió a Donald Trump y a Hillary Clinton durante esta campaña de 2016, es un ejemplo de contrastes.

Deprimida económicamente, está ubicada a una hora de viaje al norte de Detroit.

Una manzana puede tener una hilera de viviendas de clase media cuidadosamente mantenidas. Pero otra pegada puede estar llena de casas abandonadas o derruidas, con revestimientos descascarados y ventanas tapiadas.

“Es difícil aquí”, dice Dawn Daniels, de 55 años, un obrero de la industria automotriz de la ciudad. “Mucha gente se ha rendido aquí”.

Afuera del local de votación que le corresponde, en la iglesia bautista de Grace Emmanuel –donde Bill Clinton hizo el domingo su último alegato en favor de su esposa, Hillary–, Daniels explica por qué eligió votar por la demócrata.

“Puede empatizar con los humildes y parece sinceramente preocupada por ellos”, afirma Daniels.

– ‘Espiral lenta y descendente’ –

Cuando General Motors empezó a fabricar autos, lo hizo aquí en Flint. En su apogeo en los años 1970, GM empleaba a 80.000 trabajadores en la ciudad, según Automotive News.

A pesar de que GM sigue siendo el principal empleador en Flint, décadas después de sus inicios, su fuerza de trabajo se ha reducido a una fracción muy menor de la de aquellos años.

“Desde entonces ha sido una lenta y descendente espiral”, dice Daniels.

Hoy hay solo 12.300 personas empleadas en la industria manufacturera en Flint, según la Agencia de Estadísticas Laborales.

“Éramos una ciudad deprimida”, afirma Deborah Battle, de 67 años, una trabajadora jubilada de GM y residente de toda la vida en Flint. “Y luego vino esta crisis del agua, que no ha ayudado nada”.

La “crisis del agua” comenzó hace dos años, cuando el gobernador republicano del estado, Rick Snyder, cambió la fuente de agua potable para ahorrar dinero.

El agua fue distribuida entonces por viejas cañerías oxidadas y miles de niños quedaron expuestos a toxinas. En algunas residencias el agua de los grifos salía de color marrón.

Algunos funcionarios siguen recomendando el uso de filtros o incluso tomar solo agua embotellada. Una investigación en curso ha presentado acusaciones contra nueve funcionarios y exfuncionarios.

“Pensamos que el Partido Republicano es responsable de lo que pasó en Flint”, alega David Kronner, un jubilado que vive en esta ciudad desde hace 45 años. Ha votado por Clinton a causa de su fuerte rechazo a Trump.

– Identificado con Trump –

Pero el contratista David Arntzen, de 29 años, que se autodefine como demócrata, dice haberse identificado con el magnate inmobiliario. “Creo que ambos partidos fracasaron en los años que gobernaron”, afirma.

Pero “a grandes rasgos (Trump) quiere devolverle el poder al pueblo (y) con eso me identifico”, agrega.

El mensaje de Trump también es evocador –pero de un modo muy diferente– para Sandra Wynn, de 58 años, otra exempleada de GM. “Cuando dice que quiere que Estados Unidos vuelva a ser grande, me asusta porque en lo único que puedo pensar es en barcos con esclavos y sogas al cuello”, señala Wynn, que es negra.

También votó por Clinton, como hizo Deborah Battle. Ambas esperan resultados de una posible administración Clinton.

“Queremos a alguien (…) en la Casa Blanca que sepa que estamos aquí y que necesitamos ayuda”, asegura.

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