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En el norte de Marruecos, los migrantes no pierden la esperanza de llegar a Europa

Un autobús transifere a unos migrantes el 17 de febrero de 2017 en la localidad marroquí de Fnideq, tras su intento de cruzar al enclave español de Ceuta afp_tickers

Algunos de sus compañeros de ruta lograron el viernes atravesar el alto muro que separa Marruecos del enclave español de Ceuta. Adam no lo consiguió y resultó gravemente herido en el intento, pero no pierde la esperanza de llegar un día a Eldorado europeo.

“Era de noche, y tenía mucho miedo. Recibí un golpe en la cabeza en el momento de escalar la barrera y perdí el conocimiento”, relata a la AFP este guineano de 17 años, desde su cama de un hospital de Tetuán, con la cabeza cubierta con un vendaje teñido de sangre.

Adam sufre un traumatismo craneal. Su desgarrada ropa lleva la huella de la agitada noche del viernes, cuando centenares de migrantes tomaron por asalto la frontera, última etapa hacia Europa, tras meses -años, para algunos- de viaje por el continente africano.

“Dejé el colegio en el penúltimo año y vine a Marruecos en julio pasando por Mali y Argelia”, prosigue Adam, que vivió durante meses en Rabat, antes de hallar refugio a principios de febrero en un bosque cerca de Ceuta, donde vive en la más absoluta indigencia.

– ‘Sufrimiento’ –

“Fue un sufrimiento. Hacía mucho frío por la noche y a veces pasábamos dos días sin comer nada”, se acuerda.

Una militante de organizaciones de defensa de los migrantes le trae ropa y se preocupa por su salud.

“Visitamos cada día a los migrantes heridos (…) tras los intentos de pasar la frontera”, explica Rajae Marsou, médica y vicepresidenta de la asociación Manos Solidarias, basada en Tetuán.

Adam da las gracias a la médica y le pide un teléfono para llamar a sus familiares, que “saben que hace eso por su futuro”. Está dispuesto a intentarlo otra vez. “Haré todo para llegar a Europa y ayudar a mi familia”, sentencia.

Como él, decenas de estos candidatos a una vida mejor, que huyen de países azotados por la violencia o la pobreza, han sido hospitalizados en tres ciudades del norte de Marruecos. Otros son embarcados en autobuses hacia una ciudad del sur de Marruecos, según unos testimonios coincidentes.

Los que consiguen escapar de las fuerzas de seguridad tras el asalto al muro fronterizo se esconden en un bosque del municipio rural marroquí de Belyounech, cerca de Ceuta.

Como son perseguidos por la policía, se abastecen de comida en una pequeña tienda de 4 m2 con techo de chapa de un pueblo cercano al bosque, constató un periodista de la AFP.

– Seguir luchando –

“Vivimos mal en Marruecos, estamos aquí sólo porque intentamos llegar a Europa”, dice uno de ellos, Yousouf, un camerunés de 27 años que acude a comprar galletas y bebidas energéticas.

“La vida no es fácil, no tenemos casa, no podemos trabajar. Felizmente, nuestros hermanos llegados a Europa nos envían dinero” añade Ismael, también camerunés.

Ambos iniciaron hace tres años esta larga y difícil odisea, vagabundeando por varias ciudades marroquíes, antes de intentar suerte a través de Ceuta.

“Ya hemos intentado cuatro o cinco veces cruzar el muro”, dice Ismael a la AFP, exhibiendo su determinación para llegar a Europa.

De pronto, una nube de humo se forma sobre parte del bosque: las fuerzas de seguridad acaban de quemar el campamento de estos migrantes clandestinos.

“Llevo en mi cuerpo las heridas de estos intentos y los golpes recibidos de las fuerzas de seguridad. Pero voy a seguir luchando para lograr lo que quiero y ayudar a mi familia”, asegura Aminou, camerunés de 22 años.

En ese momento, dos agentes llegan corriendo para detenerlo. “Debo irme”, afirma, y se da a la fuga.

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