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En Mosul, una orilla del río Tigris está en ruinas, la otra recobra vida

Segunda ciudad de Irak, dividida por el río Tigris, Mosul estuvo tres años bajo el yugo yihadista del grupo EI. Su parte occidental fue reconquistada en julio, seis meses después de su zona oriental, donde la batalla fue menos devastadora afp_tickers

En la orilla oeste del Tigris, escombros y ruinas recuerdan la violencia de los combates para expulsar a los yihadistas de Mosul. Pero en el otro margen, menos afectado, la vida vuelve a la normalidad y sus habitantes quieren recuperar el tiempo perdido.

Segunda ciudad de Irak, dividida por el río Tigris, Mosul estuvo tres años bajo el yugo yihadista del grupo Estado Islámico (EI). Su parte occidental fue reconquistada en julio, seis meses después de su zona oriental, donde la batalla fue menos devastadora.

Desde la liberación de la ciudad, promotores e inversores están de vuelta en el sector oriental de esta urbe, otrora núcleo comercial de la región.

“Rompimos el muro del miedo”, repiten sus habitantes, especialmente mujeres y jóvenes, dispuestos a darle un nuevo aliento a la ciudad, conocida por su conservadurismo y que, tras la caída del presidente Sadam Husein en 2003, se convirtió en un feudo de Al Qaida antes de la llegada del grupo EI.

Reflejo de que los tiempos están cambiando, Nesrine, de 31 años, encontró un trabajo como vendedora en una tienda turca de ropa, abierta hace menos de un mes.

Incluso antes de la ocupación del EI, nunca habría imaginado regresar sola a casa después de las 22H00, tras una larga jornada laboral.

– Una larga pesadilla –

Ya es de noche en el este de Mosul, y Nesrine, con un velo granate que deja entrever su pelo rizado, aconseja a los clientes.

En el escaparate, un maniquí lleva una falda por encima de las rodillas, y en la tienda se oyen a todo volumen los ritmos bailables de los últimos éxitos procedentes de América Latina.

Entre pantalones slim y tops de colores, Nesrine se acuerda de los tres años durante los cuales un tercio del país vivió bajo el yugo del EI y los abusos cometidos en nombre del islam sunita, minoritario en el país pero mayoritario en Mosul.

“Vimos la depresión, el hambre, las ruinas, la opresión. Es un milagro que estemos todavía con vida”, dice a la AFP. “Tuvimos una larga pesadilla y nos hemos despertado transformados”.

En tiempos del EI, “si un chico y una chica eran vistos juntos, podían ser ejecutados”, explica Rahma, de 21 años, que estudia inglés en la Universidad de Mosul.

En esta universidad, se ven chicas con velos de colores y chicos con chaquetas ajustadas y peinados engominados.

Antes de la llegada yihadista en 2014, trabajar fuera de casa y con hombres, excepto en la administración pública, era “impensable” para las mujeres, prosigue.

Hoy en día, en la tienda donde trabaja Nesrine, de los 22 empleados, nueve son mujeres.

Antes, “la gente de Mosul iba a otras provincias de Irak para el ocio”, ya que no había sitios para pasar el tiempo libre en la ciudad, cuenta Ziad Dabbagh, que acaba de abrir un restaurante en el barrio comercial de Al Zuhur.

En las tres terrazas y en las cuatro salas, varias familias están cenando y grupos de jóvenes toman un té.

“Era como si estuviéramos perdidos en medio del desierto, aislados de todo y que, de repente, volviéramos a descubrir que podíamos divertirnos”, asegura Rua Al Malah, de 34 años, que sale esta noche con su familia.

– El fin de los toques de queda –

En el edificio de al lado, tras una puerta de cristal y en medio del humo de los narguiles, un grupo de hombres juega a cartas mientras otros echan una partida de billar mientras beben un jugo de frutas.

Mazen Aziz, el propietario, abrió en mayo, cuando todavía se producían combates en la zona oeste de la ciudad.

Su club de billar, con sus fumadores, sus jugadores y su música, es la pura encarnación de la pesadilla de los extremistas que, dice, imponía su ley “desde hacía más de 10 años”.

“Después de las seis, no había nadie en las calles. Hoy puedo regresar a mi casa a las dos o a las tres de la mañana, sin miedo”, afirma, frente a su cuaderno de reservas para las mesas de billar, que no para de llenarse.

“Empieza una nueva vida, en el sentido real de la palabra”.

Una nueva vida que Nesrine quiere aprovechar. Su hija mayor, de 14 años, ha perdido dos años de escuela.

“Los recuperará y luego seguirá con los estudios”, promete su madre. “El sueldo de una mujer, es su arma”. Y la nueva generación, asegura, estará bien armada.

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