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Huir o morir en el deslizamiento de un vertedero de Etiopía

Zemed Derib, residente del mayor vertedero de Etiopía, con una imagen de su madre, Yeshi Beyene, el 18 de marzo de 2017, en Kosheon, en las afueras de Adís Abeba afp_tickers

Entre risas y juegos, Zemed Derib intentaba convencer a sus hermanas para que salieran de casa. Un instante después, la alegría se convirtió en horror, cuando una avalancha de desechos se las llevó por delante.

Alertada por los gritos de sus vecinos, Zemed no tuvo otra opción que abandonar a sus hermanas y echar a correr para huir de la avalancha que se le venía encima.

Las jóvenes hermanas de Zemed figuran entre las 113 víctimas de la catástrofe del 11 de marzo en el mayor vertedero de Etiopía, situado a las afueras de la capital Adís Abeba.

“Escapé y, cuando al fin volví la cabeza, no quedaba nada. Todo se había vuelto negro”, explica Zemed, que viste de luto y sujeta un retrato de su madre Yeshi Beyene, que también murió en la tragedia.

Un flanco del principal montón de desechos del vertedero de Koshe se vino abajo y se llevó por delante las chabolas instaladas a su alrededor.

Aquel día, Zemed perdió a siete familiares, incluidas sus tres hermanas pequeñas y un bebé nacido días antes que aún no tenía nombre.

Como la mayoría de las víctimas, la familia de Zemed vivía en el vertedero, donde pasaba los días escarbando entre los desechos en busca de algún objeto que pudiera revender.

Desde hace más de cuatro décadas, Koshe, que significa “suciedad” en argot amárico, la principal lengua del país, es el mayor vertedero de Adís Abeba, la capital de cuatro millones de habitantes que experimenta un crecimiento demográfico galopante.

Todas las casuchas construidas en el basurero quedaron sepultadas bajo una pila mugrienta, que los socorristas siguen excavando desesperadamente más de una semana después de lo ocurrido.

El derrumbe dejó una enorme grieta, con forma de media luna, a un lado del vertedero. Cerca de ahí, los familiares y los amigos de las víctimas se reúnen bajo la atenta mirada de los policías.

– Investigación –

Los agentes hacen todo lo posible por alejar a los periodistas, obligando por ejemplo a los de la AFP, que entrevistaban a una familia de víctimas, a suprimir sus fotos y vídeos.

Los habitantes de Koshe reconocen que su presencia en el vertedero originó un litigio con el Gobierno etíope que, en 2016, quiso desplazar el basurero, antes de cambiar de parecer a raíz de las protestas de los vecinos de la nueva ubicación elegida.

Desde entonces, el Gobierno ordenó aplanar la cima de la montaña de desechos para la construcción de una central de biogás.

Se trata de uno de los muchos proyectos de infraestructuras con los que el primer ministro, Hailemariam Desalegn, quiere mostrar su determinación para desarrollar un país donde la pobreza es endémica a pesar del fuerte crecimiento económico de los últimos años.

Para los residentes de Koshe, fueron las obras de aplanamiento las que provocaron el drama, al aumentar la presión sobre los flancos de la colina.

Después de haber rechazado esas acusaciones, el Gobierno autorizó la apertura de una investigación, que llevarán a cabo expertos etíopes y estadounidenses.

Las autoridades también prometieron encontrar un alojamiento para todas las personas que perdieron sus hogares en la catástrofe. Pero Zemed asegura que sus familiares supervivientes aún no tienen adónde ir. “Se transformó en barro”, lamenta. “Todo se transformó en barro”.

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