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Ingenio y paciencia, las claves para sobrevivir en Zimbabue en crisis

Zimbabuenses hacen cola ante una estación de servicio de Harare, donde los precios se han disparado desde principios de año afp_tickers

En el actual Zimbabue en crisis los precios se disparan, la moneda local se hunde y el tiempo se detiene. Llenar el depósito de gasolina, algo que se hacía en cinco minutos, ocupa ahora toda una jornada de paciencia y un inusitado despliegue de ingenio, eso sí, sin la menor garantía de éxito.

Se pone el sol en Harare, y Tinashe Magacha se dispone a pasar la noche en su automóvil junto a centenares de automovilistas, que forman una larga fila ante la estación de servicio.

Tanto esfuerzo, y para pagar un costo desorbitado: los precios de los combustibles se han duplicado desde enero, generando manifestaciones reprimidas sangrientamente por el gobierno del presidente Emmerson Mnangagwa.

Estas inmensas colas ante las gasolineras son el más reciente reflejo de la ruina económica dejada al país por el fallecido Robert Mugabe.

Zimbabue se sumió en la crisis a principio de los años 2000, tras la controvertida reforma agraria ordenada por el expresidente, fallecido el 6 de septiembre pasado a los 95 años.

Jamás se recuperó el país, donde ahora falta de todo: gasolina, jabón detergente, matrículas para autos o incluso pasaportes.

– “Comprar nuestro dinero” –

Por faltar, falta hasta el “cash”. Arruinado por la hiperfinflación y el desplome del dólar zimbabuense, el país y sus bancos apenas tienen dinero en efectivo.

Por ejemplo, Crispen Mudzengerere debe pasar horas en su banco para poder retirar, en el mejor de los casos, 100 dólares zimbabuenses (8 euros, USD 9) en efectivo. Podría obtenerlos en el mercado callejero, pero ahí pagaría una “tasa” del 30%.

“¡Estamos pagando por nuestro propio dinero!” se lamenta, ante lo absurdo del sistema.

En este contexto, hay que armarse de ingenio y paciencia. Pero eso no basta, sobre todo para impedir la desvalorización de los sueldos, víctimas del alza vetiginosa de los precios (+175% en junio) y la depreciación del dólar local, cuyo valor se ha dividido por 15 en un año.

En este campo de ruinas económicas, ha surgido un nuevo tipo de mercado en Harare, en el barrio pobre de Mbare.

Aquí no hay verduras, ni frutas, ni carne, sino bienes no perecederos, como arroz, azúcar y barritas de jabón importadas ilegalmente de la vecina Sudáfrica. Los precios, sin aranceles e intermediarios, son aquí imbatibles.

– “Hacemos contrabando” –

“Hacemos contrabando”, admite una vendedora, Blessing Chiona, cuya mercadería cabe en un palé incrustado en el barro.

Junto a ella, decenas de vendedores esperan a los clientes bajo el sol. Ese día, se venden dos litros de aceite a 24 dólares en efectivo, contra 34 en los supermercados.

Bajo su paraguas, para protegerse del sol, Blessing Chiona envía mensajes con sus listas de compras a sus repartidores, que viajan entre Zimbabue y Sudáfrica a bordo de minibuses cargados de pasajeros y mercancías.

Como si todas esas dificultades no bastaran, los zimbabuenses tienen que soportar largos cortes de electricidad, de hasta 18 horas por día.

Misheck Masarirevhu, también vendedor en Mbare, ha encontrado la solución. Con un micropanel solar, carga durante el día una batería de automóvil en la que conecta cada noche su teléfono móvil.

Jocelyn Chaibva, farmacéutica de 59 años, se levanta a mitad de la noche, cuando ha vuelto la electricidad, para lavar su ropa.

“Para poder vivir aquí, hace falta un doctorado” de supervivencia, resume uno de sus colegas, Luckmore Bunu. “Un extranjero no aguantaría aquí ni un mes. Pero nosotros estamos acostumbrados”.

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