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Interrogantes acerca del favorito de los conservadores en las presidenciales en Irán

El clérigo iraní Ebrahim Raisi pronuncia un discurso tras registrar su candidatura para las elecciones presidenciales, el 14 de abril de 2017 en Teherán afp_tickers

El clérigo Ebrahim Raisi, candidato a las presidenciales de mayo en Irán, preocupa a los diplomáticos, temerosos de que una victoria de los conservadores debilite los esfuerzos de apertura de Hasan Rohani.

Raisi es uno de los favoritos para representar a los conservadores y se perfila como el principal rival del presidente moderado Rohani, que aspira a un segundo mandato en los comicios del 19 de mayo.

Hasta ahora, Raisi ha sido parco en comentarios sobre política exterior y poco se sabe de sus intenciones.

El viernes se expresó por primera vez sobre los temas internacionales con un discurso moderado en el que se mostró partidario “de la interacción con todos los países (…) pero con respeto”, con la excepción de Israel, cuya existencia no reconoce Irán.

Pero los analistas describen a Raisi como un seguidor del guía supremo, el ayatolá Ali Jamenei, lo que significa que desconfía de Occidente.

Parece poco probable que se plantee echar abajo el acuerdo histórico sobre el programa nuclear de Teherán firmado con las grandes potencias en 2015 porque se obtuvo con el visto bueno del número uno iraní.

“Carece de experiencia en política exterior y, al menos al principio, debería seguir apoyando el acuerdo nuclear y condenando a Estados Unidos por cualquier incumplimiento” de lo estipulado en él, estima Ali Vaez, analista iraní del International Crisis Group.

– Conservadurismo –

Raisi es un producto del poder de los conservadores. Durante años ejerció de fiscal y lo sigue siendo en el tribunal del clero, encargado de juzgar los delitos de los religiosos.

Si gana, no se prevé que flexibilice las restricciones sociales ni que libere a las personalidades que llevan seis años bajo arresto domiciliario por haberse opuesto a la reelección del presidente Mahmud Ahmadinejad en 2009. Los conservadores las tachan de “jefes de la sedición”.

“Aquellos que simpatizan con los jefes de la sedición deben saber que la gran nación iraní no perdonará nunca esta gran injusticia”, dijo en 2014.

Señal de su proximidad al número uno iraní, en 2016 fue nombrado por este último a la cabeza de Astan Qods Razavi, una poderosa fundación basada en Mashad, donde se halla el mausoleo del imán Reza, el octavo sucesor del profeta según los musulmanes chiitas.

Cada año más de veinte millones de iraníes acuden al lugar en peregrinación.

Según los medios de comunicación, Raisi tiene el título de ayatolá, rango elevado en la jerarquía. Es miembro de la oficina de la presidencia de la Asamblea de Expertos, un órgano encargado de nombrar, y eventualmente destituir, al guía supremo. Algunas voces aseguran además que aspira a serlo algún día.

– ¿Por qué se presenta? –

Los analistas se preguntan por qué se arriesga a ser candidato a las presidenciales si quiere convertirse un día en número uno del régimen.

“Si pierde su estatus, acusará el golpe, es un gran riesgo”, afirma un diplomático occidental bajo anonimato. “Además, todos los presidentes han sido criticados en algún que otro momento por el guía supremo”, añade.

Pero la presidencia de la república puede servirle de trampolín para la función suprema, como le sirvió en 1989 a Ali Jamenei, de 78 años.

Raisi quiso desmarcarse de los grupos políticos, sobre todo conservadores, presentándose como “el candidato de todos los iraníes” y afirmando que su Gobierno sería el “del trabajo y de la dignidad”.

Puso énfasis en la ayuda a los más pobres con la creación de empleo, en un momento en que el 12,4% de la población no tiene trabajo.

“Raisi lleva una vida modesta y suele pasar tiempo con los pobres y con los más desfavorecidos, mientras que Rohani es más un aristócrata”, estima Hamid Reza Taraghi, miembro del partido conservador de la coalición islámica.

Sus oponentes lo critican por su falta de experiencia. “Incluso Mahmud Ahmadinejad tenía más experiencia” que él, afirma el reformista Said Leylaz.

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