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La incómoda herencia de Mao para el Partido Comunista Chino

Unos pendientes con la imagen de Mao Zedong en unos puestos en la plaza de Tiananmen, Pekín, el 8 de septiembre de 2016 afp_tickers

Hace ya 40 años que falleció, pero la figura de Mao Zedong sigue apareciendo por todas partes en China, desde los billetes hasta su enorme retrato en la plaza Tiananmen de Pekín, una herencia cuya gestión sigue resultándole molesta al Partido Comunista Chino (PCCh).

Mao es “a la vez el Lenin y el Stalin del PCCh”, declaró a AFP Frank Dikötter, especialista del período maoísta de la Universidad de Hong Kong.

“Como Lenin, llevó al Partido Comunista al poder. Como Stalin, cometió espantosos crímenes contra la humanidad”.

Hijo de un agricultor acomodado, Mao aspiraba a transformar su país en un paraíso socialista, un sueño por el que no cedió en lo más mínimo.

Cofundador del PCCh en 1921, llegó al poder 28 años después, tras haber luchado contra los japoneses y haber vencido al ejército gubernamental chino.

El 1 de octubre de 1949, proclamó la instauración de la República Popular frente a la plaza de Tiananmen.

Pero los abusos no tardaron en llegar.

Obsesionado por perseguir a los “contrarrevolucionarios”, Mao ordenó múltiples purgas, que dejaron cientos de miles de víctimas.

A finales de los años ’50, su ‘Gran salto adelante’, una campaña económica de objetivos irreales, acabó con la agricultura y provocó un hambruna que costó la vida a decenas de millones de chinos.

Durante la década anterior a su muerte, lanzó y dirigió la Revolución Cultural (1966-1976), una orgía de violencia física y psicológica que conmocionó al PCCh y que traumatizó al país durante años.

Una vez que Mao había fallecido, el PCCh hizo balance de su gestión, llegando a la conclusión de que fue “un gran marxista y un gran revolucionario, estratega y teórico proletario” pero que cometió “graves errores”.

“Lo más importante son sus logros. Luego vienen sus errores”, concluyó el partido en aquel momento, una postura “que no ha cambiado verdaderamente”, a pesar de las reformas emprendidas por su sucesor, Deng Xiaoping, que transformaron China profundamente, según Dikötter.

“Uno no puede evocar la credibilidad, la reputación y la imagen de Mao sin socavar los cimientos del Partido Comunista chino”.

– Una ‘amnesia’ –

El actual presidente chino, Xi Jinping, el dirigente más poderoso desde el antiguo gran timonel, denuncia tanto el “nihilismo histórico” como el “neoliberalismo”, apuntando tanto a los idólatras como a los detractores del período maoísta.

“Se constata una amnesia, suscitada por el poder, del balance real de Mao”, dijo Fei-Ling Wang, especialista de China en el Instituto Tecnológico de Georgia.

Cualquier crítica directa sigue siendo peligrosa: en 2015, un presentador de la televisión pública fue suspendido tras la difusión de un vídeo en el que aparecía cantando una canción que ridiculizaba a Mao durante una fiesta privada.

En cambio, algunos alaban la ideología maoísta para criticar el rumbo capitalista que ha tomado la economía china.

“Los ciudadanos, los artistas y los militantes deben navegar constantemente entre las fronteras difusas de lo que es políticamente aceptable”, estimó Jessica Chen Weiss, especialista en política china de la Universidad Cornell de Nueva York.

Sin embargo, la herencia de Mao sigue siendo muy subjetiva, destacó Jeff Wasserstrom, historiador y autor de una obra sobre la China moderna.

Un obrero en el paro se verá más inclinado a idealizar “al Mao heroico de los años 50, hablando de los agricultores como de ‘amos’ naturales de la sociedad y prometiendo a los hombres como él empleos de por vida”, explicó Wasserstrom.

Al contrario, las víctimas de la Revolución Cultural lo considerarán como “un personaje senil, culpable de malas decisiones, que sumió a China en el caos”.

– Más fuerte que Jesús –

Con todo, algunos chinos conservan una sincera veneración por Mao, en ocasiones considerado como un semidios, explicó Li Yaxing, profesora de ‘pensamiento Mao Zedong’ en la Universidad de Xiangtan, en la ciudad natal del exdirigente.

“Nadie es perfecto. La Revolución Cultural fue un error cometido en el camino hacia el socialismo de características chinas”, declaró.

En aquella época, el mundo había conocido a pocos personajes dotados de un aura así, según Li. “Ni siquiera Jesús gozaba de una reputación tan grande”.

Para Dikötter, la relación entre los dirigentes chinos actuales y Mao descansa más en las consideraciones personales que en el respeto.

Para ellos, el caos del período maoísta es como un secreto de familia. “La mayoría de los dirigentes y sus familias estaban implicados en aquella época, incluyendo la familia de Xi Jinping”, declaró.

“Todos los miembros del Partido tienen interés en que no se haga un análisis real de la historia”, agregó.

“A todos les interesa asegurar que el retrato de Mao siga bien colgado” en la plaza de Tiananmen.

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