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La muerte de un eritreo provoca interrogantes sobre la lucha israelí contra la violencia

Unos sodlados israelíes recorren el apartamento destruido de Maher Al Hashlamun, un palestino encarcelado por haber matado a un colono judío con un cuchillo, ubicada en Hebrón (Cisjordania), el 20 de octubre de 2015 afp_tickers

La muerte de un solicitante de asilo eritreo, abatido al haber sido confundido con un agresor, provoca interrogantes sobre la manera de actuar en Israel contra la actual ola de violencia, así como acusaciones de racismo.

El eritreo, Habtom Zarhum, se encontraba el domingo en la estación de autobuses de Beersheba, una ciudad del sur de Israel, cuando un árabe israelí mató a un soldado, se apoderó de su fusil e hirió a otras diez personas.

Un agente de seguridad disparó contra el eritreo, de 29 años, que corría para protegerse, al cual confundió con un agresor. Después de recibir los disparos, cuando el eritreo todavía estaba vivo, varias personas lo agredieron.

Su compañera de trabajo Neta Singer relata que a Zarhum le gustaba cantar y bailar, que mandaba la totalidad de su sueldo a su familia y que nunca se quejaba. “Si pudiera pedirle que perdone todo el mal que se le hizo, sé que lo haría. Que su recuerdo sea una bendición”, dice, usando una fórmula tradicional de la liturgia judía para los muertos.

En un vídeo difundido en Facebook, Zarhum está en el suelo, en un charco de sangre, pero aún vivo, rodeado por numerosos hombres. Algunos lo insultan y le dan patadas. Uno le tira un banco en la cabeza. Luego, la policía se interpone. Zarhum murió ese mismo día en el hospital. Según la autopsia, la muerte se debió a los disparos y no a los golpes. La policía afirmó que estaba buscando a quienes lo golpearon.

El verdadero autor del atentado en la estación de autobuses, un árabe israelí de 21 años, Muhanad Jaleel Uqbi, residente en los alrededores de Beersheba, fue abatido tras la agresión.

El lunes, el primer ministro, Benjamin Netanyahu, pidió a los israelíes que no se tomen la justicia por su mano, tras la muerte de Zarhum. “Somos un país que respeta la ley, nadie tiene derecho a aplicar sus propias leyes”, declaró Netanyahu.

– “Porque era negro” –

Para Emanuel Yamami, un representante de la comunidad eritrea en Tel Aviv, Zarhum “murió porque era negro y porque pensaron que era un terrorista, cuando estaba en chancletas esperando el autobús”. “Le dispararon como a un animal, le pegaron. La policía estaba ahí y no hizo nada para impedirlo”, lamenta.

Sari Bashi, director local de la organización Human Rights Watch, había calificado la muerte del eritreo como la “consecuencia trágica pero previsible en un ambiente en el que algunos políticos israelíes animan a los ciudadanos a tomarse la justicia por su mano”.

La policía consideró “extremadamente grave” la agresión sufrida por el eritreo cuando se encontraba herido en el suelo y no representaba “ningún peligro”.

Zarhum, presentado por la prensa como uno de los miles de solicitantes de asilo de su país en Israel, es la primera persona abatida en tales circunstancias desde el inicio de este nuevo ciclo de violencia. Sin embargo, en días anteriores, ya había habido situaciones en que la gente enfurecida buscaba hacer justicia por su propia cuenta.

Según la ONU, Israel alberga a 53.000 refugiados y solicitantes de asilo. La mayoría de ellos ingresó ilegalmente por el Sinaí egipcio. Según fuentes israelíes, el país alberga a 45.000 personas entradas ilegalmente, en su mayoría de Eritrea y Sudán.

Israel concede el estatuto de refugiado con cuentagotas, dejando a la inmensa mayoría de los solicitantes al margen de la sociedad.

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