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Las andanzas de los civiles que huyen de los combates en Mosul

Una niña iraquí desplazada de Mosul lleva a un pequeño hacia un campo de refugiados, el 24 de marzo de 2017, después de huir de su ciudad durante la ofensiva en de fuerzas del gobierno para retomar la ciudad de combatientes del grupo del Estado Islámico. afp_tickers

“¡Cuidado con los dedos!”, grita un hombre mientras cierra las puertas metálicas de un camión militar atestado de civiles que huyen de los combates en el oeste de Mosul. Para ellos es el final de la pesadilla.

La ciudad del norte de Irak, que las fuerzas iraquíes intentan arrebatar al grupo Estado Islámico (EI), amaneció con un cielo plomizo, cargado de nubes y humo.

Las tropas reconquistaron en enero los barrios del este y ahora intentan expulsar a los yihadistas de los del oeste.

El panorama es desolador: ruinas y muerte. Los 180.000 civiles que, según el gobierno iraquí, huyeron del oeste quieren olvidar la guerra.

Yasir Ahmed, de 35 años, camina por una avenida con un niño de corta edad en brazos y con la espalda encorvada por el cansancio. Las fuerzas de élite antiterroristas velan por la seguridad. Allí donde se posan sus ojos no ve más que edificios destrozados por los combates.

Los yihadistas, explica este hombre vestido con ropa deportiva manchada de barro, “nos retuvieron durante unos 15 días, sin dejarnos salir”.

“Ayer por la noche, bajo presión de las fuerzas de seguridad, se batieron en retirada. Entonces nos escapamos; esta mañana, a eso de las 06H00”.

Cientos de personas suben, como él, por la avenida. Van a pie pese a la lluvia. Algunos arrastran carretas metálicas cargadas de niños o ancianos. A lo lejos resuenan los disparos de mortero.

Con las caras marcadas por el estrés y el cansancio, transportan bolsas de plástico o maletas con los escasos enseres que pudieron llevarse. Otros van con las manos vacías.

Había que darse prisa. Quedarse en el oeste de Mosul era seguir viviendo sin comida, sin agua y con el miedo perpetuo a los yihadistas.

“Había francotiradores (del EI) apostados en un almacén (…) y que disparaban a la gente”, cuenta Adel Abdel Karim, de 27 años.

– ‘Sin futuro’ –

Después de horas de caminata, los civiles llegaron a la estación de autobuses situada a las puertas de la ciudad, donde había camiones del ejército y autocares esperándolos.

La situación roza el caos. Están tan desesperados por irse de Mosul que los desplazados se abalanzan sobre los vehículos y se empujan entre sí por un asiento. Hay gritos, lloros… Unos intentan negociar, otros se insultan. Una mujer con niqab (velo integral) negro cae en el lodo tras haber intentado abrirse paso.

“Nos ocupamos primero de las mujeres y de los niños. Pero nos cuesta gestionarlo. Mire: ¡Son tantos!”, explica a la AFP, molesto, un miembro de las fuerzas de seguridad iraquíes.

“¡Cuidado con los dedos!”, dice un hombre mientras cierra las puertas del camión, en el que van decenas de personas apretujadas pero aliviadas.

A lo largo del día llegarán a uno de los muchos campos de desplazados instalados en las afueras de Mosul. Allí recibirán víveres, mantas y ayuda para superar el traumatismo e intentar proyectarse en el futuro. ¿Cuándo podrán volver a casa? ¿En qué estado encontrarán sus viviendas?

“Venimos de un lugar en el que no había agua ni comida, sólo combates”, dice con tristeza Bilal Abdel Jabar, un hombre de 43 años con barba canosa mientras se dispone a subir a un camión con sus hijos adolescentes. “Y vamos a un lugar en el que no hay futuro”.

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