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Las islas del lago Chad reviven pese a la amenaza de Boko Haram

Un grupo de mujeres y niñas, habitantes de las islas del lago Chad, cargan sus pertenencias mientras vuelven a instalarse en la isla, el 22 de agosto de 2017 afp_tickers

Las redes de pesca están al sol, los agricultores vuelven a los maizales y los granjeros guían a los cebúes por el agua… Los habitantes del lago Chad desafían a Boko Haram volviendo a islas de las que escaparon por culpa del grupo yihadista.

“Mataron a mi hermano y nos dimos a la fuga”, recuerda Gaou Moussa delante de lo que queda de una casa familiar entre juncos de la isla de Shukuli (Chad), a una hora en piragua de la ribera norte del lago Chad. Tres años después, la paja y la madera quemada siguen en el suelo.

Desde 2014 las islas del lado chadiano han sufrido saqueos, matanzas, secuestros, atentados suicidas y otras atrocidades cometidas por Boko Haram en esta región al norte de Yamena, a caballo entre cuatro países (Nigeria, Níger, Camerún y Chad).

Los primeros hombres de Boko Haram llegaron a las mezquitas de las aldeas de las islas para predicar su versión del corán. “Nos prometían el paraíso, recursos, mujeres…”, recuerda Mohamed Mboh, jefe de aldea en la isla aledaña de Buguirmi.

A los que oponían demasiada resistencia los degollaban, recuerdan los habitantes.

Los residentes en las islas, como los de la etnia buduma, acabaron entre dos frentes: los yihadistas y el ejército.

“El ejército vino a quemar la aldea después del ataque de Boko Haram porque nos confunden con ellos”, asegura una mujer de 53 años, que aparenta diez más por su cara demacrada por el hambre.

“Progresivamente, las otras etnias y el ejército comprendieron que nosotros también somos víctimas porque recogen cadáveres de Budumas entre la maleza”, explica el jefe de Buguirmi, Mohamed Mboh, perteneciente a esta etnia.

Ante la amenaza, el gobierno chadiano decidió cerrar su frontera con Nigeria y vaciar las islas de los habitantes que todavía no habían huido.

Hoy, el ejército chadiano patrulla en las aguas y en las orillas del lago con la ayuda de los “comités de vigilancia” compuestos por civiles y de los habitantes.

– Economía alicaída –

“Volvimos a la aldea de Bouguirmi hace siete meses, porque nos enteramos de que Boko Haram ya no estaba allí, de que el ejército se encargaba de la seguridad.

Pero entre tanto, “cada día, circulan rumores de que los de Boko Haram están escondidos en algún lugar”, confiesa Mohamed Mboh, de 60 años, uno de los jefes de esta aldea de 500 habitantes.

El anciano vive “en paz”, pero dice haber escuchado tiroteos el mes pasado, aunque desconoce si provenían de un combate con el grupo islamista.

Pese a la amenaza, Mal Kalo, un agricultor, prefiere su independencia insular a la vida en los campos de desplazados en tierra firme, en los que sus hijos acabaron desnutridos.

“Hace un año, volví para ver cómo estaba lo que había sembrado antes del ataque de Boko Haram, pero desgraciadamente los hipopótamos lo destruyeron todo”, lamenta este hombre de 41 años.

La vida en estas islas ya era difícil antes de la llegada de Boko Haram a Chad pero el cierre de la frontera con Nigeria tuvo graves consecuencias.

“Antes hacíamos pequeños negocios con Nigeria. Ahora no se puede”, añade el campesino.

Más de dos millones de personas están desplazadas y 11 millones dependen de la ayuda humanitaria en los cuatro países de la cuenca del lago Chad, muchas de cuyas islas siguen inaccesibles debido a la peligrosidad.

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