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Las tribus de Irak serán implacables con quienes se unieron al grupo EI

Sin escondite para el grupo EI: las fuerzas iraquíes y miembros de las unidades Hashed al-Shaabi avanzan sobre Al-Qaim, en la provincia iraquí de Anbar, el 3 de noviembre de 2017 afp_tickers

En el desierto de Irak, las tribus decidieron ser implacables con los miembros que se adhirieron al grupo yihadista Estado Islámico (EI), para los cuales, afirman, “no habrá perdón”.

Con el retroceso del grupo EI en Irak, “los Bumahal y otras tribus acordaron adoptar una postura común”, explica a la AFP el general Ismail Mehlaui, excomandante de las operaciones del ejército en la provincia occidental de Al Anbar y miembro de la tribu de los Buhamal.

En esta inmensa región suní en la que prevalece la ley tribal, las tribus están estudiando la espinosa cuestión de qué hacer con los miembros que juraron lealtad al “califato” autoproclamado por el grupo EI.

“Todos huyeron a la vecina Siria”, aseguran los habitantes del pueblo de Al Obeidi, en el corazón del último bastión yihadista de Irak, que acaba de ser recuperado por las fuerzas iraquíes.

Pero, si regresan o son descubiertos en los alrededores, “serán tratados con severidad”, advierte el general Mehlaui. “No habrá ningún perdón posible”, recalca el hombre, de fino bigote.

“Los castigaremos como nos fue prescrito por Dios, de manera que se haga justicia a los miembros de las tribus que salieron perjudicados” durante la ocupación del grupo EI, continúa este iraquí, que perdió su casa, dinamitada por miembros de su tribu convertidos en yihadistas.

– Viviendas destruidas –

El ciclo de venganzas ya ha empezado en Al Obeidi, asegura un responsable de los servicios de seguridad de la región de Al Qaim, donde 150.000 habitantes pertenecen a media docena de tribus.

“Combatientes de los Busharyi hicieron explotar hace una semana la casa de un miembro de su tribu que se había unido al EI” y al que acusaron de haber dinamitado algunas casas de Al Obeidi, indica el oficial a la AFP, pidiendo el anonimato.

Mohamed Al Mohamedi dirige el consejo municipal de Hit, cerca de Ramadi, capital de la provincia de Al Anbar. Hace unos meses, varias familias le exigieron “la expulsión de los familiares de los yihadistas”, explica a la AFP.

Se avisó a las autoridades, pero esto no impidió los actos de venganza. “Se destruyó la casa de un yihadista con explosivos, se incendió otra y se lanzaron granadas aturdidoras contra otras viviendas de familias que tenían miembros en el grupo EI”, cuenta.

Los autores, asegura, no fueron identificados. Pero tras estos ataques varias familias se fueron de la ciudad, como también ocurrió en los alrededores de Mosul, la gran ciudad del norte del país arrebatada al grupo EI. “Las familias de los yihadistas no pueden vivir aquí porque eso crea tensiones”, asegura Mohamedi.

También en la región de Ramadi, el jeque Awad Al Dalma, de la tribu de los Budalma, estableció una lista de “267 terroristas procedentes de las tribus de los Budalma, los Bushaaban, los Budhiab y los Janabin”, declarados culpables de “asesinatos o destrucciones de viviendas”.

– Al Qaida y luego, el grupo EI –

Cuando Al Qaida ensangrentaba Irak tras la invasión estadounidense de 2003, los combatientes tribales ya tomaron las armas contra el grupo extremista. Además, muchos de sus miembros ocupan puestos de responsabilidad en las fuerzas armadas iraquíes.

En 2014, con el “califato” proclamado del grupo EI entre Siria e Irak, numerosos iraquíes suníes, en un país en el que dos tercios de la población es chií, decidieron jurar lealtad a la organización ultrarradical.

Pero los combatientes de los Bumahal, como de otras tribus, formaron unas unidades sunitas dentro de las Fuerzas de Movilización Popular, una coalición heteróclita de milicias chiíes y combatientes locales decididos a expulsar al grupo EI de Irak.

Es el caso de Faysal Rafie, kalashnikov en mano. Tras él, en medio de una tormenta de arena, se apilan montones de escombros: son las casas derruidas con explosivos en Al Obeidi por los yihadistas, y cuyos propietarios reclaman justicia.

“Los terroristas del EI destruyeron nuestras casas y nos robaron todo porque combatíamos la injusticia y el terrorismo”, denuncia. “Sacrificamos todos nuestros bienes por […] el pueblo iraquí”.

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