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Los indonesios, dispuestos a todo para viajar por el Aíd pese al coronavirus

Un barrio comercial de Bekasi, Indonesia, abarrotado, en vísperas del Aíd al Fitr, la principal fiesta musulmana que poner fin al mes de ayuno del Ramadán, el 22 de mayo de 2020 afp_tickers

Pese a que está prohibido viajar para evitar la propagación del coronavirus, numerosos indonesios decidieron recurrir a traficantes o a falsos certificados para reunirse con la familia y celebrar como cada año el Aíd al Fitr, la fiesta que marca el final del Ramadán.

Estos desplazamientos hacen temer una aceleración de la epidemia en el mayor país musulmán del mundo, donde se impusieron dos meses de confinamiento parcial.

Miles de indonesios están dispuestos a todo para ver a sus familiares y celebrar el Aíd al Fitr, la principal fiesta musulmana que pone fin al mes de ayuno del Ramadán.

“Es un momento crítico (…) Temo que la gente que va a otras regiones vuelva infectada y que se arruinen todos los esfuerzos”, dijo Doni Monardo, que dirige la lucha contra la COVID-19 en Indonesia.

Cada año, varias decenas de millones de indonesios, sobre todo trabajadores migrantes de las grandes ciudades, viajan a través de este archipiélago de casi 5.000 kilómetros de largo, una migración comparable, a pequeña a escala, a la del Año Nuevo chino.

Temiendo un desastre sanitario, el gobierno anunció el mes pasado la suspensión de las conexiones aéreas y marítimas así como de los controles de carretera estrictos para limitar los desplazamientos entre regiones y prohibió esta gran migración anual.

Pero ante el riesgo del hundimiento de la economía, decidió levantar algunas medidas para permitir a algunos que viajen con un certificado médico, con la condición de que puedan demostrar la necesidad imperativa de hacerlo.

Aprovechando este hueco, Kamal y su mujer consiguieron un falso certificado para su hija, estudiante en Yakarta, el epicentro de la epidemia en el país.

El falso documento asegura que su hija tiene que repartir material para la lucha contra el coronavirus en Makassar, su ciudad natal, en la isla de Célebes.

“Estamos muy preocupados por su salud si se queda en Yakarta”, explica Kamal, que no quiere dar su verdadero nombre. “Pero lo más importante, es que la echamos mucho de menos. Queremos celebrar juntos el Aíd, como los otros años”.

La policía intenta luchar contra una ola de falsos certificados vendidos en internet y la semana pasada detuvo a siete personas en Bali por vender documentos falsos.

Por eso los mercados se llenaron de golpe de personas que quieren comprar ropa antes de la fiesta.

Las autoridades temen que las mezquitas se llenen pese a la petición de muchas regiones de que la gente se quede en casa.

El juego del gato y el ratón con la policía se intensificó a medida que se acerca el Aíd. Se encontraron viajeros escondidos en camiones, en el maletero de autobuses o incluso en una hormigonera.

“La gente intenta engañarnos de muchas de maneras”, dijo el portavoz de la policía de Yakarta, Yusri Yunus.

Indonesia registró esta semana un nuevo récord diario de contagios y el número oficial de muertos por la COVID-19 supera los 1.300, la cifra más alta en Asia después de China.

Sin embargo se cree que las cifras reales están muy por encima, en este país de 260 millones de habitantes donde la tasa de test es una de las más bajas del mundo.

A ello se añade la crisis económica que, en las últimas semanas, obligó a muchos indonesios a volver a su casa, por no poder sobrevivir en las grandes ciudades tras haber perdido su empleo.

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