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Los jóvenes tratan de olvidar la guerra de Mosul

Varios jóvenes posan para una fotografía el 11 de junio de 2017 en un río cercano al campo de desplazados de Al Jazer, entre las ciudad de Erbil y Mosul, en el norte de Irak afp_tickers

Se suben a un tronco, toman impulso y se tiran de cabeza al río Jazer. Los jóvenes desplazados de Mosul matan el tiempo bañándose a la espera que los yihadistas sean expulsados de la ciudad.

“Venimos aquí para refrescarnos durante el ramadán, pues hace mucho calor”, cuenta Hamad Shihab Hamad, de 19 años, recién salido de la verdosa agua.

Este junio, la temperatura oscila entre los 40 y los 45 grados en la mayormente desértica región de Mosul, la gran ciudad del norte de Irak.

Con sus amigos, Hamad se ha escapado por unas horas del campo de Al Jazer, donde viven con sus familias tras haber huido de los combates entre las fuerzas iraquíes y los yihadistas del grupo Estado Islámico (EI).

Se colaron discretamente por una brecha abierta en el cercado del campamento y luego tomaron un polvoriento camino hasta el río.

“Pasamos un buen rato hasta que cae la tarde, antes de volver al campamento”, explica el joven.

De todas formas, “no tenemos trabajo ni nada que hacer […] Sin embargo, tenemos que estar las 24 horas del día en el campamento”, lamenta.

Cada vez que uno de los jóvenes se dispone a saltar desde los árboles de la orilla, los demás lo animan y le aplauden. Los menos aguerridos llevan flotadores o cinturones flotantes hechos con cosas tomadas de aquí y de allá.

Un niño de apenas cuatro años casi se ahoga, constataron los periodistas de la AFP.

– El único pasatiempo –

El río Jazer, uno de los principales afluentes del Tigris, discurre entre Mosul y Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, más al este.

Cerca del río se levantó el campamento de Al Jazer, que alberga a más de 32.000 desplazados, incluyendo numerosos niños. Allí esperan a que las fuerzas iraquíes venzan pronto a los yihadistas, a quienes tratan de expulsar de Mosul, donde están atrincherados en la ciudad vieja y algunos barrios del oeste.

Pero la espera parece mucho más larga para los jóvenes.

“Hace mucho calor en la tienda y el generador no funciona siempre […] No hay nada para divertirse en el campamento. Así que vengo aquí para nadar y divertirme con mis hermanos y mis primos”, cuenta Ibrahim Hasan Ibrahim, de 13 años.

“Nadar es el único pasatiempo posible para nosotros aquí”, agrega Saleh Ali Zeidan, un hombre de 38 años que ha venido con sus cinco hijos.

El hombre explica que el no hacer nada se hace especialmente difícil durante el mes de ayuno musulmán que, además, este año ha coincidido con el periodo de más calor.

Si bien ese campamento es el único que tiene electricidad, los generadores solo funcionan de media cuatro horas al día.

Hace solo unas semanas nadie podía salir del campamento, controlado por las fuerzas kurdas. Los jóvenes abrieron un hueco pero las fuerzas de seguridad la cerraron de nuevo rápidamente, según los desplazados.

Con el aumento de las temperaturas y el ramadán, parece que la normativa se ha vuelto más laxa, lo que da un respiro a todos los que “pueden salir de sus tiendas y venir aquí para bañarse y admirar el agua fresca”, señala satisfecho Nizar, de 16 años, con la gorra bien calada en la cabeza.

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