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Los nómadas del desierto viven ajenos a la revolución sudanesa

Un sudanés junto a dos dromedarios, uno de ellos levantado por una grúa, en el mercado de El Molih, el 10 de julio de 2019, a unos 100 km de Jartum afp_tickers

En medio de un olor a fiera, los comerciantes de camellos juntan las manadas en el mercado de El Molih, ajenos a la revuelta sudanesa que derrocó al presidente Omar al Bashir pese a hallarse a tan sólo 100 km de su epicentro: Jartum.

“¿Manifestarse? Tenemos de todo en el desierto: agua, comida y ganado. No tenemos reivindicaciones”, explica con calma Ali Habibalá, de 52 años. Él, como hicieron su padre y abuelo, se dedica a la venta de camellos.

Desde el 19 de diciembre, después de que el gobierno decidiera triplicar el precio del pan, Sudán está inmerso en una revuelta que provocó la caída de Al Bashir en abril tras 30 años en el poder.

“Me gusta el desierto y me basta con beber leche de camella para ser feliz. No nos ocupamos de política, no vamos a Jartum”, dice Habibalá, apoyado en un bastón que usa para dirigir a los animales.

Cerca de él, su hijo, vestido con ropa tradicional blanca y chaqueta, monta un camello sobre una silla de cuero adornada con piezas de metal.

– “El mismo país” –

En este mercado que ocupa decenas de km2 de arena hay cientos de camellos con las patas atadas o sujetas a neumáticos para que no se escapen.

A un lado una grúa levanta a los camellos, uno a uno, hasta varios metros de altura y los deposita en camiones. Sesenta vehículos, capaces de transportar cada uno a 30 animales, partieron durante ese día con rumbo a Egipto, Israel o los países del Golfo.

“Con o sin Al Bashir, para nosotros este país es el mismo”, afirma Ahmed Mohamed Ahmed, un vendedor. Sentado en círculo con otros hombres a la sombra de una pequeña casa de adobe en la que se almacena comida para los animales, estos comerciantes se ríen a carcajadas cuando se les pregunta por política.

“A nosotros lo único que nos interesa es saber si el precio del ganado va a subir o a bajar”, afirman mientras beben té en medio de una nube de moscas.

Son los ganaderos quienes fijan libremente el precio y varía principalmente en función de las fluctuaciones del dólar. Un camello destinado al consumo vale entre 60.000 y 90.000 libras sudanesas (entre 1.200 y 1.800 euros, 1.350 y 2.000 dólares), explica Mohamed Hasan, un comerciante.

Un camello adiestrado para participar en carreras, disciplina tradicional en los países del Golfo, puede costar hasta 1,5 millones de libras sudanesas (30.000 euros, 34.000 dólares).

– “Al Bashir, nuestro padre” –

Miles de sudaneses nómadas viven en el desierto, sobre todo en Kordofán del Norte y Darfur del Norte, en la frontera con Chad y Libia.

La mayoría procede de tribus árabes, como Omar al Bashir. Muchos de ellos apoyaron las guerras libradas por el expresidente contra las tribus africanas y otros clanes, sobre todo en Darfur a partir de 2003.

“Los árabes estarían felices si Bashir todavía estuviera aquí”, afirma Ali Salim Hamid, de 35 años y propietario de entre 150 a 200 camellos. Él lo llama “nuestro padre”.

Según él, las RSF (Fuerzas de Apoyo Rápido), grupos paramilitares todavía presentes en Jartum, “no tienen nada que ver” con la dispersión del campamento de miles de manifestantes antirrégimen frente al cuartel del ejército el pasado 3 de junio. Una operación en la que murieron más de 100 personas, según fuentes médicas.

Los manifestantes responsabilizan de la matanza a las temidas RSF, según ellos vinculadas a las Janjawids, unas milicias árabes acusadas de atrocidades en Darfur.

“Antes los comerciantes de camellos eran víctimas de ladrones en el desierto. Hemeidti entregó esos ladrones a las autoridades y gracias a él el negocio continúa”, explica Hamid.

Mohamed Hamdan Daglo, alias “Hemeidti”, es el número dos del Consejo Militar en el poder en Sudán desde el derrocamiento de Al Bashir, y comandante de las RSF.

Para estos nómadas, Al Bashir sigue siendo el hombre que construyó carreteras por las que transportan a los camellos, llevó la red de agua hasta las puertas del desierto y edificó colegios para sus hijos.

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