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Los niños, las víctimas colaterales del conflicto en Afganistán

Un niño afgano recibe tratamiento en un hospital el 21 de noviembre de 2016, tras resultar herido en un atentado suicida en una mezquita chií en Kabul afp_tickers

Ezadulá, de cuatro años, recibió una bala en el abdomen, y Maysam, de 12, una esquirla en una pierna. Ambos son víctimas colaterales del conflicto afgano, que en 2016 dejó 11.500 muertos y heridos civiles, de los cuales un tercio eran niños, según la ONU.

En el hospital Emergency de Kabul, las estadísticas tienen nombres y rostros hundidos bajo las sábanas y las mantas, cuerpos doloridos y llenos de sondas que cuentan la violencia persistente de un conflicto iniciado hace 40 años.

“Iba en bicicleta a buscar mis libros para la escuela cuando me hirieron”, cuenta Maysam con una sonrisa en los labios, a pesar de que le reventaron el fémur.

Aquel 10 de enero, el chico pasó por un mal sitio en un mal momento: 36 personas murieron y 78 resultaron heridas aquella tarde en un doble atentado suicida contra un edificio del Parlamento en Kabul.

Ezadulá, que llora y gime a pesar de los mimos de su hermano de 13 años, estaba en casa, en un pueblo de la provincia de Logar (al sur de Kabul), cuando recibió una bala perdida, el 22 de enero.

Los cirujanos han tenido que recurrir a bolsas de ostomía hasta que se consiga reparar sus intestinos y su vejiga.

¿Quién disparó aquella bala? ¿Las fuerzas gubernamentales o los talibanes que se enfrentaban aquel día? Los dos bandos ignoraron seguramente por igual a la familia de Ezadulá, que se escondía en su casa.

En 2016, 3.512 niños fueron víctimas del conflicto -923 muertos y 2.589 heridos-, según el informe anual de la misión de la ONU en Afganistán (UNAMA) presentado este lunes, un aumento del 24% respecto a 2015.

Los niños son una categoría “sobrerrepresentada” entre las 11.500 víctimas civiles del año, explica Danielle Bell, directora de Derechos Humanos de la UNAMA.

– Artefactos de fabricación casera –

“No me sorprende” ese aumento, comenta Dejan Panic, coordinador de la ONG italiana Emergency, que gestiona este hospital de Kabul especializado en heridas de guerra.

“El desastre no para de extenderse. El año pasado recibimos a 3.400 heridos, de los cuales un 30% tenía menos de 14 años”, dice Panic.

Los “combates terrestres” causaron la mitad de los niños heridos, según la ONU. Todas las provincias afganas se ven afectadas por el conflicto entre las fuerzas armadas y grupos insurgentes, y los enfrentamientos se concentran en zonas residenciales donde viven familias numerosas.

La segunda causa de heridas en menores son los artefactos explosivos, municiones abandonadas como cohetes, morteros y granadas que los niños recogen, o minas artesanales y bombas de fabricación casera: el número de víctimas que provocaron aumentó en un 65% en 2016, incluidos un 84% de niños.

“Los artefactos explosivos artesanales son cada vez más potentes”, asegura Panic, que lleva siete años en Afganistán. “En 2010, se veían muchas fracturas abiertas. Hoy la gente llega con las dos piernas cortadas y el bajo viente herido. A veces tenemos que practicar dos o tres amputaciones y entre cinco y seis intervenciones muy especializadas sobre un mismo herido: vascular, plástica, abdominal…”, cuenta.

“Por desgracia, los afganos mejoran del peor de los modos”, lamenta, recordando los “artefactos caseros hechos a partir de jabón, fertilizantes químicos con nitrato de amonio y clavos que se encuentran en los bazares, más potentes que las minas industriales”.

¿Qué futuro tiene un minusválido en un país como Afganistán? “Ninguno. Aún menos en el campo”, dice la enfermera Sakhi Shafyi al ver pasar cómo trasladan a una joven parapléjica de 22 años en una camilla.

“Desgraciadamente, los únicos que ven el final de la guerra son los muertos”, suspira Panic, citando a uno de los médicos afganos del hospital.

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