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Los rohinyás refugiados en Bangladés escépticos sobre un posible retorno a Birmania

Refugiados rohinyás fabrican una valla con cañas de bambú en el campo de Kutupalong en Bangladés, el 9 de abril de 2018 afp_tickers

Múltiples retrasos, doble discurso diplomático y el temor a más violencia hacen difícil que los musulmanes rohinyás refugiados en Bangladés decidan volver a Birmania.

“Tendremos que quedarnos aquí durante mucho tiempo, quizás durante generaciones”, dice Alí, un rohinyá que se refugió en Kutupalong, el campamento de refugiados más grande del mundo, en la frontera entre Bangladés y Birmania.

Los dos países llegaron a un acuerdo que prevé el regreso a sus hogares de 750.000 rohinyás que huyeron desde agosto pasado de una represión militar calificada de “limpieza étnica” por la ONU.

Bangladés entregó a Birmania una primera lista de 8.000 refugiados, pero hasta ahora las autoridades birmanas sólo validaron el regreso de 675 personas.

Las autoridades alegan la falta de pruebas de residencia de los refugiados. Las oenegés dicen que se trata de una exigencia imposible de cumplir ya que la gran mayoría de los rohinyás tuvieron que abandonar sus hogares precipitadamente.

Este fin de semana, una primera familia de cinco rohinyás regresó a Birmania, un retorno muy explotado mediáticamente por el gobierno.

La Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH) calificó ese regreso de “ejercicio de relaciones públicas destinado a desviar la mirada de los crímenes cometidos”.

Además esa familia no provenía de Bangladés sino del “no man’s land” (tierra de nadie) entre ese país y Birmania.

“No lograron crear confianza”, dijo por su parte Asaduzzaman Khan, ministro del Interior de Bangladés en una entrevista con la AFP.

La presencia de casi un millón de refugiados rohinyás es una pesada carga para Bangladés, uno de los países más pobres y más densamente poblados del mundo.

Bangladés tiene su parte de responsabilidad en la actual situación ya que no aportaron algunos de los datos solicitados por el gobierno birmano.

“No intentamos obtener la aprobación” de las 8.000 personas que figuraban en la primera lista, admite sin más un responsable bangladesí.

Los rohinyás que quieren regresar insisten sobre todo en las garantías de seguridad y que se les devuelva la nacionalidad birmana, de la cual fueron privados por la junta militar en 1982, que los convirtió en ciudadanos de segunda zona sin acceso a la educación y la sanidad.

“No volveremos sin la ciudadanía y la seguridad”, dijo un rohinyá de 24 años refugiado en Kutupalong.

Bangladés por su parte afirma que el censo biométrico del millón de refugiados rohinyás permitirá organizar un retorno masivo.

Los rohinyá cuestionan por su parte la voluntad del gobierno birmano de acoger a los refugiados dispuesto a regresar.

“Vuelvan y aprecien” hasta que punto “cambió” Birmania, declaró en días pasados el ministro birmano de Asuntos Sociales Win Myat Aye durante una visita a Kutupalong.

“El ejército sigue persiguiendo a la población rohinyá”, afirmó la comunidad rohinyá en una carta.

Los que regresen a Birmania deben aceptar por otra parte que en sus documentos de identidad figure la mención bangladesí y no rohinyá.

Birmania no soporta la utilización del término rohinyá, reivindicado por una comunidad que, según el gobierno birmano, está formada por inmigrantes ilegales provenientes de Bangladés.

sj-sa-apj-dth/zm/ra

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