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Milton Keynes, la revolución de la ‘mayoría silenciosa’ que votó por el Brexit

Las banderas de Reino Unido y la Unión Europea, frente a un hotel en la localidad de Milton Keynes, al norte de Londres, el 10 de enero de 2017 afp_tickers

Hay dinero y trabajo en la próspera localidad de Milton Keynes, cerca de Londres, y, sin embargo, aquí también los votantes expresaron su hartazgo ante la élite política, dándole la victoria al Brexit el pasado mes de junio.

Igual que en Estados Unidos, en Reino Unido no sólo la clase obrera padece el lado oscuro de la globalización, expresando su rebelión el año pasado.

“Continuamente estamos subestimando a la mayoría silenciosa”, afirma Richard Heffernan, profesor en la Open University, la primera universidad de enseñanza a distancia del país, instalada en Milton Keynes desde 1969.

Hefferman vive desde hace 47 años en esta localidad, fundada en la década de los 60 y considerada como el barómetro de la política británica. “Dime cómo vota Milton Keynes y te diré cómo vota el país”, afirma un dicho.

La localidad tiene uno de los índices de empleo y crecimiento más elevados de Reino Unido, y teóricamente se presentaba como terreno fértil a favor del ‘statu quo’ del país en el seno de la Unión Europea (UE).

Sin embargo, en el referéndum del 23 de junio, un 51% de sus votantes optó por la salida del país de la UE, muy cerca del 52% nacional que votó por el Brexit.

Como en el caso de la victoria de Donald Trump en Estados Unidos, el resultado del Brexit es a menudo presentado como una victoria de las clases populares de las zonas post-industriales, en especial el norte de Inglaterra, sobre las élites liberales urbanas, empezando por la de Londres.

– Fuera estereotipos –

No obstante, en Milton Keynes, comuna de 250.000 habitantes creada en 1967, hay que desechar estos estereotipos.

Con sus autopistas urbanas, su modernistas esculturas de cemento y sus numerosas rotondas, Milton Keynes, a 80 kilómetros de Londres, no es quizá un destino turístico de ensueño, pero sí un lugar de economía floreciente que puede hacer palidecer de envidia a otros lugares del país.

Volkswagen, Mercedes-Benz y el banco español Santander están instalados ahí, y dan trabajo. La localidad cuenta además con una pista de esquí interior que atrae a miles de visitantes.

“Cuando llegamos aquí en 1984, la ciudad respiraba optimismo, y ahora todo sigue igual”, relata Diana Miller, de 69 años, enfermera jubilada que votó por el Brexit.

Dos razones motivaron en todo el país el voto por el ‘out’ de la UE: el flujo de inmigrantes procedentes de Europa del Este y la importancia de la soberanía nacional.

En Milton Keynes, lo segundo contó mucho más. “No fue tanto por la inmigración como por cuestiones de soberanía y de democracia”, explica Diana.

En el referéndum de 1975 sobre el mantenimiento del país en la Comunidad Económica Europea, “votamos por un mercado común, pero no por perder nuestra soberanía”, continúa la enfermera. “Somos un país poderoso, apreciamos nuestra independencia”, añade.

“Hay muchas oportunidades en esta ciudad, hay trabajo para todos y yo jamás me iré de aquí”, asegura por su lado Katherine Moore, de 31 años, que trabaja en restauración.

Preservar el sistema de salud pública NHS es la “única razón” por la que votó por el Brexit, y, desde luego, no por los migrantes extranjeros, declara.

– Conejos deslumbrados –

El ex primer ministro David Cameron, que organizó el referéndum abogando por seguir en la UE, pudo comprobar las preocupaciones locales en un debate televisado en directo desde Milton Keynes, cuatro días antes de la votación.

Ante un público escéptico, incluso hostil, Cameron tuvo que dar explicaciones sobre la economía, la inmigración y la eventual adhesión de Turquía a la UE.

Según Richard Heffernan, la emisión debió alertar a la clase política, mayoritariamente pro-UE, sobre la amenaza real de una victoria del Brexit.

No obstante, “la élite liberal ha sido incapaz de comprender las inquietudes de las clases medias y populares”, asegura.

“Hoy”, añade Hefferman, “los políticos son como conejos deslumbrados por los faros de un coche. Se dan cuenta de que el tipo que conduce no los quiere en absoluto, pero no saben qué hacer”.

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