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Muchos vietnamitas se arriesgan al exilio pese a la tragedia del camión

Nguyen Dinh Gia muestra el 29 de octubre de 2019 la foto de su hijo de 20 años, Luong, que podría ser una de las 39 personas encontradas muertas en un camión en el Reino Unido afp_tickers

Jugarse la vida por un mejor futuro en Europa. La muerte de 39 migrantes, amontonados en la parte trasera de un camión frigorífico cerca de Londres, no disuade a los vietnamitas de las provincias pobres de arriesgarse al exilio.

Las víctimas de la tragedia aún no han sido identificadas oficialmente a la espera de los resultados del ADN, pero varias familias vietnamitas están seguras de que se trata de sus familiares, de los cuales no tienen noticias.

Desde el descubrimiento, el 23 de octubre, del contenedor denominado “el camión del horror” y frente a la protesta internacional, las redes de traficantes se hacen discretas en Vietnam.

Sin embargo, “tal vez suspendan por un tiempo sus actividades pero no desaparecerán”, cuenta a la AFP un barquero de la provincia de Ha Tinh (centro), de donde procedían varias de las presuntas víctimas.

El negocio es rentables, el viaje a Europa cuesta a los inmigrantes entre 10.000 y 50.000 dólares, obligando a las familias a vender tierras o a pedir préstamos. “Todavía debemos cerca de 8.600 dólares”, cuenta Nguyen Dinh Gia, convencida de que su hijo estaba en el camión frigorífico.

Nguyen Dinh Luong trabajaba en Francia como camarero y enviaba entre 250 y 430 dólares al mes a sus familiares para pagar el préstamo. Les había dicho que deseaba encontrar pronto un empleo mejor remunerado.

-Ayuda a la familia-

Pero, incluso después del drama del contenedor descubierto cerca de Londres, los candidatos al exilio siguen siendo numerosos y la perspectiva de una vida mejor sigue siendo irresistible para muchos.

“Quiero irme al extranjero tan pronto como termine mis estudios”, explica Tran Manh Thang de la provincia de Ha Tinh. El joven de 17 años quiere viajar a través de Corea del Sur a Europa, donde espera conseguir un trabajo de camarero.

En la región, poco desarrollada y azotada por el calentamiento global, la mayoría de los habitantes viven de la agricultura o de la pesca y el ingreso anual por persona en algunas ciudades es de solo 1.200 dólares, un nivel muy inferior al promedio nacional (2.600 dólares).

Muchos jóvenes ya se han ido. Una vez en el extranjero, el dinero que envían se utiliza para renovar las casas o comprar un medio de locomoción. Aquí, los aldeanos “son siempre pobres, no tienen acceso a las oportunidades ofrecidas por Vietnam” y los jóvenes conservan “las mismas creencias que antes”, es decir partir para ayudar a la familia, destaca Mimi Vu, experta independiente en materia de trata de seres humanos.

Incluso para los que han regresado del Reino Unido -a menudo expulsados por trabajar ilegalmente en granjas de cannabis en las que se contrata a muchos vietnamitas indocumentados- la atracción por el extranjero sigue siendo fuerte.

“Por supuesto que la gente continuará yendo”, señala, pidiendo el anonimato, un migrante devuelto por el Reino Unido a su país en 2008. La inmigración tiene un significado histórico muy especial en Vietnam. A finales de la década de 1970, cientos de miles de vietnamitas huyeron del régimen comunista a bordo de embarcaciones precarias. Las historias, a veces trágicas, de estos +boat people+ en el camino del exilio “no impidieron que los vietnamitas que se quedaron en el país intentaran aún enviar a sus familias” al extranjero, señala Mimi Vu.

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