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Obama se reunirá con monarcas del Golfo que quieren verlo lejos de la Casa Blanca

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, el 13 de abril en la Casa Blanca, en Washington afp_tickers

El presidente estadounidense, Barack Obama, realizará esta semana un nuevo viaje a Riad para consultar a los aliados del Golfo Pérsico sobre las crisis en Yemen y Siria, pero es probable que no sea realmente bienvenido.

El rey saudí y sus aliados regionales se han considerado ofendidos por el tono y las acciones del presidente de Estados Unidos, y ahora se muestran impacientes de que llegue por fin la hora de la sucesión en Washington.

Incluso antes de ocupar su cargo, Obama había hablado de Arabia Saudí como de un “supuesto aliado” y había dejado claro que sus prioridades diplomáticas estarían en Asia y no en Oriente Medio.

Luego echó sal en las heridas al respaldar la caída de Hosni Mubarak en Egipto, un aliado de Riad, y por su renuencia a participar activamente en las acciones armadas contra el régimen sirio de Bashar al Asad.

Las relaciones con Irán fueron otro terreno de enfrentamiento. Arabia Saudí criticó la intención de Estados Unidos de llegar a un acuerdo con Teherán en materia nuclear, que tras concretarse marcó el comienzo del fin del aislamiento económico y diplomático de la república islámica.

La pompa pública de la visita de Obama el miércoles al rey Salman oculta en definitiva una realidad de vínculos conflictivos entre ambos países.

El jueves, el presidente estadounidense será recibido en audiencia durante la cumbre del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) por los líderes de Arabia Saudí, Bahrein, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Catar y Omán.

El año pasado, Obama se reunió con los mismos monarcas en la residencia de Camp David, en las afueras de Washington, pero los representantes saudíes rechazaron la invitación.

El mandatario norteamericano pretendía entonces sumar a sus tradicionales aliados en la región al combate contra los yihadistas del grupo Estado Islámico y tranquilizarlos respecto al alcance de los acuerdos con Irán. Pero ahora, a escasos meses de su salida de la Casa Blanca, Obama ha perdido capacidad de influencia.

“No sabemos por qué viene”, dijo Mustafa Alani, del Centro de Investigación del Golfo, un organismo financiado por un empresario saudí.

Alani y otros amigos de Riad en Washington se sintieron profundamente ofendidos por los comentarios sobre la política de Estados Unidos en la región vertidos por Obama en un artículo publicado el mes pasado en la revista The Atlantic.

En entrevistas para el artículo, redactado por el periodista Jeffrey Goldberg, Obama rechazó la idea defendida por Arabia Saudí de que Irán sea la fuente de todos los problemas en la región.

Funcionarios saudíes han insistido fuertemente en que Irán patrocina al grupo Hezbolá en el Líbano, a milicias en Irak y en Siria y a los rebeldes hutíes en Yemen, por lo que lo consideran como una virtual amenaza a la paz mundial.

Obama considera en cambio que ambos lados -Arabia Saudí e Irán- “deben evolucionar” y “necesitan encontrar una manera efectiva de compartir el vecindario e instituir algún tipo de paz fría”, según dijo a The Atlantic.

– Nuevos nubarrones –

Durante la complicada visita de esta semana a Riad, funcionarios estadounidenses intentarán calmar las aguas.

“No creo que pueda haber confusión alguna sobre quién es nuestro socio en la región y quién no lo es. Es claro quiénes son nuestros aliados y nuestros socios”, señaló Rob Malley, asesor de Obama para el Golfo. “Pero el presidente está convencido de que una relación distinta entre el CCG e Irán puede ser buena para la región y para la estabilidad global”, agregó.

La Casa Blanca está dispuesta a destacar que, a pesar de las tensiones, los aliados trabajaron juntos para apoyar el alto el fuego todavía embrionario en las guerras en Siria y Yemen.

De todas maneras, los líderes del Golfo no dejan de ver con esperanzas la próxima salida de Obama de la presidencia de Estados Unidos y aspiran a que quien lo suceda, sea demócrata o republicano, vuelva a regirse por los supuestos del pasado y a considerar otra vez prioritaria a la región medio-oriental.

Podrían, sin embargo, sentirse decepcionados.

“Nuestros socios del Golfo obviamente agradecerían un retorno a la vieja relación, pero la región ha cambiado mucho. Muchos de ellos quieren volver a colocar a Irán en un lugar de paria” y las cosas “son más complicadas”, reflexionó Lori Plotkin Boghardt, un exanalista de la CIA en el Washington Institute for Near East Policy.

Y otra nube oscura se cierne sobre el horizonte.

El Congreso de Estados Unidos considera una ley que permitiría a las familias de las víctimas de los ataques del 11 de septiembre de 2001 demandar al gobierno saudí por daños y perjuicios por las denunciadas relaciones entre ese país y Al Qaida.

La Casa Blanca se opone al proyecto, pero la monarquía saudí ya ha manifestado su indignación, e incluso según la prensa, Riad advirtió que en caso de que esa medida sea aprobada en el Congreso vendería cientos de millones de dólares en activos de Estados Unidos.

El periódico The New York Times publicó el sábado que el ministro saudí de Relaciones Exteriores, Adel al Jubeir, dijo a los legisladores en Washington el mes pasado que su monarquía se vería obligada a vender 750.000 millones de dólares en bonos del Tesoro y otros activos de Estados Unidos para evitar que los tribunales estadounidenses los congelen.

“Nuestra preocupación respecto a ley no está relacionada a su impacto sobre nuestras relaciones con un país en particular, está vinculada a un principio importante del derecho internacional: la inmunidad de los Estados”, dijo este lunes Josh Earnest, portavoz del gobierno estadounidense.

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