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Obama y África, una herencia más que nada simbólica

El presidente saliente de EEUU, Barack Obama, se dirige a la audiencia durante el último discurso de su visita a Ghana, el 11 de julio de 2009, en el aeropuerto de Acra afp_tickers

La elección de Barack Obama a la presidencia de EEUU había generado una esperanza inmensa en África, tierra natal de su padre, keniata. No obstante, tras ocho años en el poder, su herencia africana resulta antes que nada simbólica.

Se lo veía como el hijo prodigioso de África, capaz de comprender mejor que sus predecesores de piel blanca este complejo continente.

Para Nelson Mandela, la victoria histórica de Obama era la prueba de que todos deben “atreverse a soñar”, y los africanos acogieron al nuevo presidente de Estados Unidos como un héroe.

Apenas seis meses después de asumir el cargo, Obama visitó Ghana con un fuerte mensaje y posó las bases de su futura política basada en el comercio al invitar a los africanos a tomar en mano su destino.

“El futuro de África incumbe a los africanos”, declaró en Acra, capital de Ghana.

“África no necesita hombres fuertes, necesita instituciones fuertes”. Una crítica en dirección a los dirigentes que se aferran al poder mientras que sus pueblos se hunden en la pobreza.

Estas declaraciones enloquecieron a la multitud, pero el entusiasmo terminó rápido: fue la primera, pero también la última gira africana del primer mandato de Obama.

Durante su segundo mandato, volvió a dejar su marca al visitar Robben Island, la prisión donde Mandela estuvo encerrado más de 20 años durante el ‘apartheid’.

“Gran parte de su herencia es haber cambiado la percepción según la cual África es un continente oscuro. Está en pleno crecimiento y repleto de oportunidades”, explicó a la AFP el especialista de relaciones EEUU/África Scott Firsing.

Obama se concentró en las posibilidades de negocio antes que en la ayuda humanitaria, resumió este investigador de la Universidad de Carolina del Norte.

– Amenaza terrorista –

Desde un punto de vista militar, Obama llevó a su país a entrar en un territorio en el que hasta entonces estaba ausente.

Los soldados estadounidenses estuvieron presentes contra Al Qaida en el Magreb Islámico (AQMI) en Malí, Boko Haram en Nigeria y Al Shabbaab en Somalia.

Se instalaron bases de drones en Níger, fronterizo de Malí, Nigeria y Camerún, mientras se realizaban ataques selectivos en Somalia.

“Francamente, el ejército estadounidense no tenía muchas razones para centrarse en África, pero, ahora, desgraciadamente, las tiene”, estimó un exjefe del Comando de Estados Unidos para África (AFRICOM), el general Carter Ham.

El caos en Libia tras la muerte de Muamar Gadafi en 2011 permitió a los combatientes radicalizados, así como a los arsenales de guerra, propagarse por toda África.

El general Ham estima que claramente hubo consecuencias “perjudiciales”.

Según él, Obama hizo de estas amenazas una prioridad: “Pienso que estaba verdaderamente preocupado por la estabilidad y la seguridad en África”.

“Si no hubiésemos hecho nada era sólo cuestión de tiempo antes de que esas organizaciones alcanzaran su objetivo de atacar en Occidente”, dijo.

– Sentimiento de orgullo –

El mandato de Obama no fue perfecto: su administración fue criticada por el apoyo dado a países como Etiopía, muy criticado en materia de derechos humanos.

Para muchos, la herencia más duradera de Obama es sin embargo su ejemplo. En Acra, en 2009, Obama declaró que “la sangre de África” corría en él.

“Tener a un líder como él tiene un efecto psicológico importante en los africanos”, analiza Mzukisi Qobo, profesor de Políticas en la Universidad de Johannesburgo.

“A pesar de sus debilidades y defectos, hay un sentimiento de orgullo de ver a alguien como Obama”, añade.

El mes pasado, los ghaneses recordaron las palabras de Obama sobre los “hombres fuertes” en ocasión de la derrota del presidente saliente, John Dramani Mahama frente a su rival, Nana Akufo-Addo.

Pese a algunos incidentes, los comicios se desarrollaron globalmente bien y la transición se hizo en calma, al igual que en Nigeria en 2015, cuando Muhammadu Buhari derrotó a su predecesor, Goodluck Jonathan.

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