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Proteger a los Trump, una misión onerosa y agotadora

Donald Trump camina junto a su esposa, Melania, y su hijo Barron, rodeados por agentes de los Servicios Secretos en Washington el 20 de enero de 2017, día de su toma de posesión como presidente de EEUU afp_tickers

Al dividir su tiempo entre Nueva York, Washington y su palacio en Florida, los muy mediáticos miembros de la familia Trump someten a una dura prueba a los agentes encargados de su seguridad personal.

Caravanas de vehículos pesados con cristales polarizados, vigilancia 24 horas en la Trump Tower de Manhattan, fines de semana a bordo del Boeing 747 Air Force One, protección a los cinco hijos del mandatario: la factura de esta vasta tarea es confidencial pero sumamente cara.

La personalidad de Donald Trump, que se vanagloria de actuar sin prevenir a su entorno, complica aún más las cosas.

“Con un presidente que no encaja en el modelo típico del presidente de Estados Unidos, son necesarios más agentes”, dice a la AFP James Reese, oficial retirado de las fuerzas especiales convertido en experto en terrorismo. “Necesitan planificar descansos para mantener su nivel de alerta máximo”, subraya.

La dispersión geográfica agrava las dificultades: la esposa de Donald Trump, Melania, continúa viviendo en el lujoso apartamento de la familia en Nueva York con su hijo más pequeño, Barron.

Este niño de 11 años se traslada todos los días a la escuela con una escolta del Servicio Secreto, la agencia federal que se encarga de la protección del presidente.

Ivanka, la más conocida de las hijas del magnate, su marido, Jared Kushner, y sus tres niños viven en una despampanante residencia en Washington, vigilada día y noche. Cuando él o ella van a la Casa Blanca, convoyes motorizados del Servicio Secreto los siguen de cerca.

– El Caribe, Dubái, Irlanda… –

Eric y Don, los dos hijos del presidente que administran el imperio inmobiliario Trump, también están bajo protección del Servicio Secreto, incluso cuando se desplazan al extranjero, donde van acompañados de una cohorte de agentes de seguridad.

Un simple viaje de negocios de Eric Trump en enero a Uruguay pudo haberle costado unos 100.000 dólares a los contribuyentes estadounidenses.

Los dos hermanos inauguraron un hotel en Vancouver en febrero, junto a sus respectivas esposas y a su hermana Tiffany, y abrieron en Dubái un campo de golf.

Poco antes, Eric Trump visitó un proyecto turístico en República Dominicana.

En marzo, Don, Eric e Ivanka esquiaron en las montañas Rocosas, en Aspen, la estación de la jet-set estadounidense. Unos 100 agentes pudieron haber sido movilizados en esa ocasión.

Según el Aspen Times, el Servicio Secreto alquiló equipamiento de esquí por 12.000 dólares para seguir a los Trump y a sus hijos en las pistas.

El último viaje hasta la fecha de uno de los hijos del presidente, el realizado esta semana por Eric Trump a Dublin, costó al Servicio Secreto 4.030 dólares en limusinas y 11.261 en alojamiento, según la cadena CBS.

El número de personas colocadas bajo responsabilidad de la agencia de élite aumentó un 40%, según el New York Times.

“Están completamente agotados”, dijo al diario el legislador Jason Chaffetz, mientras su colega Elijah Cummings evocó la imagen de “una bicicleta de la cual uno no se puede bajar” para hacer referencia a los agentes.

Según una reciente investigación, el Servicio Secreto se convirtió en la agencia federal menos atractiva.

Sus responsables pidieron un presupuesto suplementario de 60 millones de dólares para el año próximo, pero no lo consiguieron.

– Florida, no Camp David –

Los agentes deben alquilar locales en la Torre Trump, en la Quinta Avenida, o carros de golf cuando el magnate presidente se halla en su palacio de Mar-a-Lago, en Florida.

Desde que asumió el poder, el 20 de enero, Trump ha pasado allí siete de los 13 fines de semana transcurridos.

Para acceder a Mar-a-Lago, un edificio construido en la década de 1920 entre una laguna y el mar, se requiere una logística complicada, incluidos cortes de ruta en ejes viales importantes y muy frecuentados de Palm Beach.

“El principal desafío es el tamaño de este complejo, que no fue levantado según las normas utilizadas para proteger al presidente de Estados Unidos”, subraya Reese.

El sitio está abierto al público, confirmó a la AFP Douglas Smith, ex subsecretario del Departamento de Seguridad Interior.

En comparación, la residencia oficial de vacaciones del presidente de Estados Unidos en Camp David, Maryland, “está aislada y es mucho más difícil de llegar a ella”, explicó.

Ubicado en una región montañosa, Camp David es accesible por helicóptero desde la Casa Blanca, en un breve trayecto.

En Mar-a-Lago, el Servicio Secreto, respaldado por las fuerzas de la policía local, moviliza a numeroso personal, mientras los guardacostas deben desplegar buques armados en ambas orillas.

El Servicio Secreto no ha brindado datos sobre el coste de los fines de semana del presidente en Mar-a-Lago.

En 2013, un desplazamiento de Barack Obama a Palm Beach costó tres millones de dólares.

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