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Un barrio de Nueva York, traumatizado por la escalada de violencia

Dos niñas juegan en el parque de juegos Raymond Bush en Bedford-Stuyvesant, un barrio del norte de Brooklyn, Nueva York, el 12 de septiembre de 2020, junto a un memorial para el bebé Davell Gardner Junior, de un año, que murió hace dos meses tras recibir aquí un disparo en un tiroteo afp_tickers

Es un sábado soleado del fin de verano, pero el parque de juegos Raymond Bush en Brooklyn está casi vacío. Bajo un árbol, peluches, globos y velas recuerdan al bebé que murió aquí en una noche de julio, cuando desconocidos atacaron a tiros una celebración familiar.

“Esto es simplemente abrumador. Es enfermizo, todos los días alguien recibe un disparo, alguien pierde la vida. Tiene que parar”, dijo a la AFP Davell Gardner Sr., de 25 años, el padre del bebé asesinado.

Al igual que otras zonas de Nueva York, como Harlem o el Bronx, Bedford-Stuyvesant, o Bed-Stuy, un barrio mayoritariamente negro del norte de Brooklyn, es testigo del repunte de la violencia. Entre mayo y agosto hubo en la ciudad 180 asesinatos, un 51% más que en el mismo periodo de 2019, y casi 800 tiroteos (+140%).

Un hombre de 62 años fue asesinado a fines de agosto tras ser perseguido hasta dentro de la iglesia donde trabajaba como conserje, a dos cuadras del parque donde el pequeño Davell Gardner Jr. recibió un balazo en el estómago. Al día siguiente, un joven recibió un disparo a pasos de allí.

– El cumpleaños más triste –

Gardner, que perdió su empleo de vendedor en una tienda a raíz de la pandemia de coronavirus, decidió celebrar el sábado pasado el cumpleaños de su hijo, que hubiera cumplido dos años en agosto.

Llevó comida y una torta de cumpleaños a otro parque de Bed-Stuy, e invitó a familiares, policías y jóvenes del barrio que trabajan en la agencia municipal S.O.S. (Save Our Streets, Salven Nuestras Calles) para prevenir la violencia provocada por las armas de fuego.

“Desde los tiroteos el parque se ha vaciado cada vez más, los niños tienen miedo de salir afuera y divertirse”, contó Gardner, que llevaba al cuello un colgante en forma de corazón con una foto de su hijo.

El crimen siempre aumenta en el verano, señalan criminólogos, que recuerdan que aún estamos lejos de la violencia endémica de los años 70 u 80 en Nueva York.

En 2019 hubo pocos crímenes violentos, por lo cual “incluso pequeños cambios acarrean estos enormes saltos en los porcentajes”, dijo a la AFP John Pfaff, profesor de derecho penal de la Universidad Fordham, que estima que la violencia está hoy en los mismos niveles que en 2010.

Pero ahora hay otros factores en juego: a los efectos del confinamiento debido al coronavirus se suman los ecos de las masivas protestas contra la brutalidad policial tras la muerte de George Floyd en mayo.

Y a eso se agrega la reacción policial tras reformas que cortaron horas extras y eliminaron la unidad anticrimen de 500 policías vestidos de civil, criticada por su trato de las minorías.

Para Pfaff, “la retórica de la violencia del presidente” Donald Trump también “atiza las llamas”.

A siete semanas de la elección presidencial, Trump asegura que el alza del crimen en varias ciudades del país se debe a la ineptitud de sus gobernantes demócratas y amenaza con enviar tropas federales a Nueva York, como lo hizo con Chicago o Portland (Oregon).

Christopher Herrmann, exanalista de datos de crímenes de la policía neoyorquina, cree que las protestas han desanimado a los agentes y afectado su trabajo.

“Como en cualquier otro empleo, la caída del ánimo afecta el desempeño”, estimó este profesor de la Facultad de Derecho Penal John Jay.

– “Un polvorín” –

Shadoe Tarver, de 32 años, trabaja para S.O.S. con jóvenes afectados por la violencia en Bed-Stuy.

“Ha sido un verano muy difícil, un año muy difícil. Nuestra comunidad ya tenía varios problemas: falta de inversiones, inseguridad económica, un sistema educativo fracasado, pero el coronavirus empeoró todo”, dijo a la AFP.

“Con todo lo que pasó desde marzo, esto era un polvorín a punto de estallar”.

Muchos vecinos de Bed-Stuy no esconden el miedo.

“Mi amigo recibió un balazo hace dos semanas. Yo estaba con él, escuchamos ruido, nos tiramos al piso y él me cubrió con su cuerpo (…) Luego comenzó a correr y recibió un disparo en la cabeza. Murió instantáneamente”, contó a la AFP Connie Moore, una exguardia de seguridad en una escuela.

“Esta zona no es segura ni siquiera de día. Nunca sabes cuándo van a llegar y comenzar a disparar”, dijo esta jubilada de 62 años en el parque donde murió el pequeño Davell, señalando a un grupo de niños que jugaban al básquetbol.

Como otros neoyorquinos, Moore cree que la policía, en represalia por los llamados a recortar su presupuesto, hace la vista gorda a la violencia, que según datos policiales es perpetrada en su mayoría por negros e hispanos y afecta mayoritariamente a la misma población.

“La policía no está haciendo nada. Vivimos en anarquía”, lamentó.

La familia del bebé asesinado, no obstante, insiste en que la policía es necesaria y no debe ser desfinanciada.

“El alcalde debe poner de regreso a la policía en las calles y reinstaurar la unidad anticrimen que incautaba armas”, dijo a la AFP Samantha Gardner, la abuela del bebé fallecido, de 51 años.

“Como comunidad afroestadounidense necesitamos frenar esta violencia. No podemos salir a protestar por ‘Black Lives Matter’ mientras sigamos matándonos entre negros”.

SWI swissinfo.ch - unidad empresarial de la sociedad suiza de radio y televisión SRG SSR

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