El exquisito toque suizo a la intimidad femenina
"San Gall representa todo el universo de la lencería fina. Es el epicentro del bordado y el lugar de peregrinaje de todo creador", afirma Chantal Thomass, la reconocida diseñadora parisina y curadora invitada de la muestra 'Secrets' del Museo Textil de la ciudad helvética.
Una frase que resume en breve lo que ese cantón suizo representa para los diseñadores internacionales de la alta costura. Thomass misma inició su peregrinación a Suiza en la década de los sesenta.
«No es una casualidad que se realice una exposición sobre lencería aquí, porque San Gall es, como afirma Chantal Thomass, el universo de la lencería, ya que todos los grandes nombres de su diseño en el mundo -Victoria’s Secret, La Perla, Chantelle, Passionata, Lejaby, entre otros-, obtienen hoy día sus bordados y encajes -los elementos más importantes de la lencería-, de aquí, de las empresas de San Gall dedicadas al material para la alta costura», explica Eva Sieber, encargada de prensa del Museo Textil de San Gall.
Tradición centenaria
La historia textil inició en San Gall hace cerca de mil años, con la que también surgió la del bordado. Hace un siglo germinaron múltiples empresas. Hoy quedan menos, pero éstas -Bischoff Textil, Forster Rohner, Union, Filtex, Rau & Co, Eisenhut & Co, Jakob Schläpfer y Embrex- conciben casi de modo exclusivo los delicados materiales para los diseñadores y las marcas más destacadas del mundo.
La exposición inicia con la evolución de la lencería desde finales de la época victoriana. Un corsé carmersí nos transporta al año 1865. Se trata de la pieza más antigua de una selección dedicada al corsé de finales del siglo XIX y principios del XX, hecho con barbas de ballena y que mucho afectó la salud de sus portadoras.
«A finales de la época victoriana comenzó lentamente una transformación, pues hasta entonces la mujer tenía el papel de subrayar el estatus social de su marido y tener hijos; pero esto cambió a causa de la historia. Nació el entusiasmo por el movimiento, por el deporte, el tema de la higiene se volvió importante y con la Primera Guerra Mundial -cuando las mujeres debieron asumir la responsabilidad de la familia y comenzaron a moverse-, fue definitivamente el final del corsé», indica Sieber.
Del corsé al estilo ‘garçonne’
Un conjunto del guardarropa privado de la propia Coco Chantel, que ella misma se hizo confeccionar, aparece tendido ante nuestros ojos. Se trata de una camisola y un calzón muy amplios en color pastel que tienen bordadas sus iniciales, la G de Gabriele y la C de su apellido. El estilo de Chanel fue calificado de andrógeno, en un momento de ruptura.
«Tras la Primera Guerra Mundial llegó el estilo ‘garçonne’: las mujeres ya no quisieron subrayar su figura, ni elevar ya el busto o acentuar la cintura; sino que trataban de verse lo más posible como un jovencito. Querían poder moverse con libertad y no remarcar más su feminidad. Por cierto, que esa tendencia no duró mucho. A finales de los 30 pasó de moda», comenta nuestra guía.
El ojo de varias cerraduras invita al visitante a la indiscreción. Hay unas fotografías en su interior:
«Son las denominadas cartas postales patrióticas, que también fueron una señal histórica significativa: A principios del siglo XX lo erótico era un tabú, también lo era la lencería; pero ya durante la Primera Guerra Mundial se hicieron estas primeras tarjetas ‘eróticas’ para enviarlas a los soldados en el frente y subirles la moral».
Nuevos materiales
La selección sobre los años treinta señala que la silueta vuelve a marcarse. «Dos tejidos aparecen proporcionando un gran paso tecnológico. La seda mousseline, una tela fina que se adaptó muy bien para la lencería. Y la otra innovación tecnológica muy avanzada fue el caucho, es decir, la goma, antecesora del elastano o la lycra actual».
La figura de maní en el mundo de la moda hizo su aparición: hombros marcados, una cadera reducida y el busto especialmente acentuado. Es la nueva imagen de la mujer que popularizó Christian Dior, quien, por cierto, fue aprendiz del suizo Roger Piguet en París.
Otra constatación: En los catálogos de venta de las marcas de entonces, la figura femenina dibujada deja el paso a la fotografía.
Biblioteca, centro de inspiración
Uno de los sujetadores de los años 50 –con una espiral de metal en el interior de cada copa-, recuerda a los puntiagudos conos que revivió Madonna en los 80. Inspiración del pasado, pero bajo una nueva interpretación.
Justamente, el museo guarda una valiosa memoria en su biblioteca, donde aprendices y diseñadores de Suiza y del mundo acuden. Regula Lüscher, quien atiende a los interesados en el mostrador- suizos y extranjeros-, califica de «increíble» el valor de este archivo.
«En esta sala tenemos sólo originales», indica. La biblioteca, si bien presta libros a domicilio, no permite la salida de la documentación sobre técnicas textiles con originales de los bordados. «Se debe pagar para ver las colecciones especiales, que no se pueden fotografiar ni copiar», advierte su protectora.
Pasión y creatividad suizas
«La exposición quiere mostrar qué la industria textil de San Gall y su éxito mundial se mantiene, tal y como antes. Y también se trata un poco de mostrar la pasión y creatividad suiza, pues se dice que los suizos no son muy emotivos, y justo con el ejemplo de la corsetería se pueden advertir esas dos cualidades», señala Eva Sieber.
Y para muestra un botón, esta vez en la creación de un producto final: un corsé de Beata Sievi, diseñadora de Winterthur, Suiza. «Sus clientas llegan con sus conceptos bien definidos, y ella desarrolla sus ideas hasta que se consigue una pieza muy emocional, una pieza única, muy relacionada con su portadora».
swissinfo, Patricia Islas Züttel, San Gall
Exposición abierta al público hasta el 30 de diciembre de 2008.
Un apartado de la muestra de lencería ‘Secrets’ se dedica a la evolución de la maquinaría de la industria del bordado.
La primera máquina de la empresa suiza Saurer es manual y se produjo en 1869.
Su modelo más reciente es de alta tecnología digital, con la que cada una de sus agujas recibe una orden precisa.
Un recorrido táctil de los tejidos que se utilizan para la lencería abre los sentidos a la evolución de las telas.
Una pared inmensa muestra los finos encajes y bordados suizos de la industria de San Gall, que obtiene el 80% de sus ingresos de sus clientes del sector de la lencería internacional.
En su época de oro
Alrededor de 1870, la estabilidad política y el libre comercio fomentaron la exportación de los bordados suizos. San Gall se desarrolló como la metrópoli del textil.
En 1912, los bordados y encajes se colocaban en el primer lugar de los bienes de exportación helvéticos, seguidos de los sectores de la relojería y la maquinaria industrial. La mitad de la producción textil mundial provenía de San Gall. Hoy día es apenas el 0,5%.
En la actualidad
Tras la Segunda Guerra Mundial, la industria textil se recuperó para alcanzar en 1982 un segundo récord de exportaciones por un valor de 345 millones de francos. (El primer récord, de 1919, fue de 410 millones de francos).
En 1990, la cifra de la exportación textil de San Gall fue de 251 millones de francos.
La industria textil invierte hasta un millón de francos anuales para sus muestras, que pueden significar un total de 6.000 diseños distintos cada año.
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