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La espía del Rey Sol

cuadro tipo retrato de Catherine de Watteville, con el pelo rubio voluminoso suelto que contrasta con el canon de esa época
Catherine de Watteville (1645-1714). Château de La Sarraz

La bernesa Catherine de Watteville causó sensación a finales del siglo XVII. Su relación con los servicios de inteligencia de la corona francesa le costó el encarcelamiento, la tortura y el destierro. La vida y el destino de esta extraordinaria mujer siguen fascinando hoy en día.

Katharina Franziska Perregaux von Wattenwyl (1645-1714) ha dejado huella en la historia moderna de Suiza. Conocemos sus hazañas gracias a sus memorias, que las escribió cuando se encontraba en el exilio en el castillo de Valangin y estaban destinadas al rey francés Luis XIV. Pero ¿quién era esta mujer, cuyo destino ha inspirado obras de arte y novelas por igual, y que sigue fascinándonos hoy en día?

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Catherine era la menor de once hijos. Creció en el castillo de Oron, en el cantón de Vaud, donde su padre ocupaba el cargo de alguacil. Huérfana a los 13 años, vivió sucesivamente con diferentes miembros de su familia. Pronto quedó claro que esta niña traviesa no era como las demás muchachas de su edad y rango: en lugar de las manualidades y las muñecas, Catherine prefería las pistolas y los ejercicios de tiro.

Dibujo que respresenta el castillo de Valangin en lo alto de una colina
El castillo de Valangin. Bibliothèque de la Bourgeoisie de Berne
Dibujo del castillo de Oron
El castillo de Oron. Bibliothèque de la Bourgeoisie de Berne

Catherine aprende a montar y se convierte en una excelente amazona, lo que le hace ganarse tal reputación. A los 20 años tuvo una disputa con una dama de la corte y quiso resolverla en un duelo nocturno a pistola y a caballo. No obstante, renunciaron a las armas de fuego por precaución, y pasaron a desenvainar las espadas. Aunque el duelo fue interrumpido por un familiar, la noticia del evento se difundió rápidamente. Incluso la reina Cristina de Suecia quedó impresionada por el valor de Catherine y propuso nombrar a la joven bernesa una de sus damas de honor. Sin embargo, la familia de Catherine se opuso, ya que la reina se había convertido al catolicismo.

Catherine vuelve a ser noticia cuando consigue dominar un caballo que se decía era indomable. El dueño, lleno de admiración, le regaló el animal y un par de pistolas. La joven, al verse amenazada por un conde palatino mientras cazaba en el bosque, no duda en usar el revólver y le dispara en el hombro.

Dos pistolas de la época
Catherine recibió un par de pistolas como éstas como regalo. Pistola de doble cañón de pedernal de Zúrich, fabricada por el armero Felix Werder (1591-1673), hacia 1645-1650. Musée national suisse

El carácter luchador de Catherine, que se niega a ajustarse a lo que se espera de una dama de su rango, avergüenza a sus familiares, que se preocupan por el honor de la familia. Le exigen a la joven Catherine, que vive a sus expensas, que se case cuanto antes. No obstante, se le niega un matrimonio acorde con su rango con el hombre que ella elige -un miembro de la familia Diesbach de la rama de Friburgo- por ser católico. Catherine rechaza a todos los demás pretendientes. Finalmente, en contra de su voluntad, es obligada a casarse con el joven Abraham Le Clerc, un pastor novicio de la Iglesia del Espíritu Santo (Heiliggeistkirche) de Berna.

Catherine es sometida a estrictos códigos de vestimentaEnlace externo desde su matrimonio y se siente definitivamente humillada en su papel de esposa. Para huir de las habladurías de los berneses, le consigue a su marido un trabajo de pastor en Därstetten, en la región de Simmental. Fue entonces cuando encargó que le hicieran un retrato, con el pelo ondulado y vistiendo una coraza y pieles de armiño (véase la ilustración de al lado). Se trata de un proyecto muy atrevido para una mujer de aquella época, y más aún para la esposa de un clérigo que debía dar ejemplo. En esos tiempos en los que las mujeres se representaban con ropa oscura y humilde, con el cabello modesto oculto bajo un bonete, sosteniendo un libro de oraciones en sus manos, el contraste con el retrato de Catherine no podría ser más drástico.

Cuadro de una mujer (Catherine de Watteville) con una armadura
Theodor Dietrich Roos, Katharina Perregaux-von Wattenwyl, 1674, obra en préstamo al castillo de Jegenstorf hasta el 14 de octubre de 2018. Château de La Sarraz

Tras la muerte prematura de su marido, Catherine, privada de dote, se vuelve a casar con un hombre de rango inferior al suyo: el oficinista Samuel Perregaux, también viudo. A los 36 años tuvieron un hijo llamado Théophile. Además de su hijo, el Rey Sol Luis XIV desempeñó también un papel importante en la vida de Catherine. Sentía una gran admiración por él, y poco a poco comienza a involucrarse como espía para los servicios de inteligencia de la corona francesa. Pero, ¿cómo llegó hasta ahí? Debido a la guerra de sucesión en el Palatinado y a la postura antihugonotes de Luis, que hizo que muchos refugiados se unieran a los berneses reformados, el bando antifrancés se impuso a los partidarios de la corona francesa en el Consejo. Los berneses llevaron a cabo negociaciones secretas para una posible alianza con el rey de Inglaterra. El nuevo embajador francés Jean-Michel Amelot en Solothurn, sede de los embajadores franceses, no tenía acceso a la información necesaria, por lo que utilizó a Catherine como interlocutora secreta. Le entregó un mensaje con información que procedía -entre otras cosas- directamente del alcalde profrancés de Berna, Sigismund von Erlach.

Cuadro retrato de Luis XIV
El “Rey Sol” Luis XIV (1638-1715), 1701, Hyacinthe Rigaud, Museo del Louvre. Wikimedia
Documento escrito a mano con una lista de nombres
“La Clef de tous les noms” (‘la clave de todos los nombres’): extracto de la clave de Catherine (copia posterior) para la información secreta destinada al embajador francés en Solothurn. Bibliothèque de la Bourgeoisie de Berne

¿Actúa Catherine por iniciativa propia, siguiendo sus convicciones políticas y personales? ¿Quiere asegurarse un puesto de paje en la corte francesa para su hijo, que no goza de las oportunidades profesionales de un patricio a causa del matrimonio rebelde de su madre? ¿O actúa de acuerdo con sus propios intereses? No lo sabemos. En cualquier caso, en diciembre de 1689, Catherine fue descubierta: se interceptó un mensaje con correspondencia secreta. Las autoridades bernesas la detuvieron en plena noche y la encarcelaron en la Käfigturm de Berna, acusada de alta traición.

Después de semanas de investigaciones judiciales durante las cuales Catherine fue horriblemente torturada, el juicio terminó con su confesión, aunque hasta hoy no se sabe si reveló toda la verdad. En cualquier caso, salió a la luz que había recibido grandes sumas de dinero del embajador francés, pero que se había inventado la mayor parte de la información que le había dado. Sin embargo, Catherine es condenada a muerte. Fue necesaria la intervención de su poderosa familia para que la sentencia de las autoridades bernesas fuera conmutada por el destierro a perpetuidad del territorio bernés: “Las autoridades son conscientes que esta mujer no está en su sano juicio, y que todos sus allegados la consideran desde su juventud como una mujer delirante o medio loca (…)”.

Es de suponer que Catherine iba a ser utilizada como chivo expiatorio en la lucha de poder entre los concejales pro y antifranceses de Berna. Con ella, que como mujer expuesta era una víctima fácil, había que dar ejemplo de cómo tratar a los amigos de los franceses. Estos últimos trataron de que Catherine cargara con la culpa. Sus cómplices masculinos salieron indemnes de todo el asunto, cuyas verdaderas causas se ocultaron. La mayoría de los documentos del juicio fueron destruidos. Sin embargo, es cierto que el embajador francés Amelot pagó las 200 pistolas del costo de las tasas judiciales que se impusieron a Catherine.

Entre los defensores de Catherine se encontraba el fundador de la oficina de correos de Berna, Beat Fischer, que probablemente fuese uno de sus amigos. Poco después de su liberación, Catherine encargó a Joseph Werner, un reputado pintor bernés, que pintara una serie de cuadros alegóricos que representaran los acontecimientos del juicio. Los diez paneles pintados -probablemente fueran doce- son hoy propiedad de la Fundación Schloss Jegenstorf.

Dibujo de una escena de tortura
Catherine de Watteville sometida a tortura en la Käfigturm de Berna. Bibliothèque de la Bourgeoisie de Berne
Antiguo instrumento de tortura de hierro
Instrumento de tortura, Oberägeri, 1700-1800. Musée national suisse


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