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El bucólico pueblo palestino amenazado por un plan inmobiliario israelí

Los restos de unas casas antiguas de la abandonada localidad palestina de Lifta, a las afueras de Jerusalén, fotografiados el 20 de octubre de 2017 afp_tickers

Cerca de la casa en ruinas de su infancia, Yacub Odeh teme que un proyecto inmobiliario israelí borre o desfigure para siempre Lifta, la aldea palestina dejada al abandono donde se crió.

“Quiero volver a mi casa, a mi aldea, a mi tierra”, explica este palestino de 77 años.

Lifta, una localidad poblada por árabes en la Palestina bajo mandato británico antes de la creación de Israel en 1948, forma parte del municipio israelí de Jerusalén.

Los defensores del lugar lo describen como un ejemplo único e intacto de aldea palestina tradicional, con decenas de casas de piedra en la ladera de la colina, en medio de un paisaje bucólico en la entrada de Jerusalén Oeste.

Pero Lifta se encuentra bajo amenaza de un proyecto de construcción de mansiones y comercios.

Los habitantes abandonaron Litfa en 1948 y, a diferencia de otras localidades palestinas, no tuvo una segunda vida ni fue demolida. Conservó las casas antiguas con entradas abovedadas, los vestigios de la mezquita, de las terrazas y del sistema de prensado.

Durante el verano, la gente se baña en la piscina natural situada en el centro del pueblo. En las colinas de los alrededores, se ven almendros, higueras y olivos.

Lifta figura en una lista de candidatos a integrar el patrimonio mundial de la UNESCO. La organización Fondo de los Monumentos Mundiales la ha inscrito en su lista de lugares amenazados.

– Mansiones, un hotel –

Israelíes y palestinos aunaron fuerzas para proteger el pueblo, movidos por razones a veces divergentes.

Los palestinos, como Yacub Odeh, que fueron expulsados de sus casas en 1948 por la guerra que desembocó en la creación de Israel esperan poder recuperar un día sus tierras. Otros quieren mantener Lifta como un símbolo del sufrimiento de los palestinos.

Los israelíes miembros de la coalición Salvemos Lifta estiman que debe preservarse por ser un lugar único.

“Es el lugar más bello del mundo”, asegura Yoni Yochanan, de 57 años. Él fue uno de los últimos en irse, hace unos meses.

Sus padres se instalaron en Lifta en 1951, procedentes del Kurdistán. Él no se opone al desarrollo del pueblo siempre que se conserve la historia.

Ante la resistencia ciudadana, una comisión del municipio de Jerusalén aplazó en agosto el examen del expediente, cuya última versión prevé 212 chalés con un espacio comercial y un hotel, afirma el arquitecto Shmuel Groag, miembro de Salvemos Lifta.

Las autoridades israelíes no tiran la toalla. El organismo público encargado de administrar los terrenos planea ponerlo en el mercado en los próximos meses, según una portavoz.

“Se elaboró un plan de construcción que permite el desarrollo en el más estricto respeto de las exigencias de conservación”, respondió Ortal Tzabar en un correo electrónico enviado a la AFP.

– “Monumento oficioso” –

“Mantener el lugar en el estado actual equivaldría a que los edificios acabaran progresivamente en ruinas”, asegura.

El deber de conservación amenaza con disparar los gastos del constructor. Pero el emplazamiento, a una decena de minutos de la ciudad vieja de Jerusalén y con unas vistas envidiables a las colinas aledañas, hacen que valga la pena.

La historia de Lifta se remonta a por lo menos el siglo XIII antes de Cristo, afirma Dafna Golan, miembro de Salvemos Lifta. Algunos ven en ella la aldea bíblica de Mei Neftoach. Fue reconstruida varias veces y quedan 55 casas de lo que era en 1948.

“Diría que es una prueba congelada en el tiempo de la destrucción de las aldeas” de 1948, afirma el arquitecto Shmuel Groag.

Por eso las autoridades “no quieren que se convierta en una especie de monumento oficioso en memoria de las aldeas destruidas”, explica.

Cientos de miles de palestinos, incluidos los habitantes de Lifta, huyeron de sus pueblos.

Los palestinos denominan la creación de Israel con la palabra Nakba, o sea, la catástrofe.

Después de 1948, las autoridades israelíes favorecieron la instalación en Lifta de judíos de regiones como el Kurdistán o Yemen.

Con los años se fueron y las 13 familias que quedaban recibieron una indemnización para partir con el objetivo de ampliar una autopista cercana.

Yacub Odeh muestra los antiguos hornos donde su madre cocía pan. “Estoy contento de venir a ver mi casa (…) de respirar la tierra”, confiesa. “Pero al mismo tiempo estoy triste por no poder quedarme”, añade.

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