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En Mosul, el refugio está a veces a la vuelta de la esquina

Personas caminan en una calle de la ciudad iraquí de Mosul, el 5 de enero de 2017 afp_tickers

Los campos de desplazados “son como la prisión”, explica Mohammed. Cuando tuvo que huir del oeste de Mosul por los combates, este anciano iraquí se refugió en su propia ciudad, en una casa desocupada de un barrio reconquistado por el ejército a los yihadistas.

“Ignoro todo de esta casa”, admite Mohammed. “Los propietarios partieron hacia Bagdad, también desplazados. La gente del barrio me dijo que podía instalarme, entonces que quedé”.

Mohammed no quiere ir a un campamento de refugiados. “Es como una prisión. No te dejan salir”, afirma.

La visita de la nueva vivienda se hace rápidamente. Tres piezas, una alfombra de decoración colgada en una pared y un servicio de té completo. “No hay agua”, constata Mohammed que vive allí junto a una de sus dos mujeres, un hijo y su nuera embarazada.

El barrio Al Intisar, en donde Mohammed encontró este domicilio provisional, fue liberado recientemente por las fuerzas iraquíes que desalojaron a los yihadistas del grupo Estado Islámico (EI).

Pero la línea de frente está a sólo un kilómetro.

A los chasquidos de armas automáticas siguen las sordas vibraciones de los bombardeos de los helicópteros y de los rugidos de los blindados que recorren las calles.

Los yihadistas controlan ahora sólo un tercio del este de Mosul, pero el oeste de la ciudad, la segunda más importante del país, convertida en su principal feudo en Irak, aún está íntegramente bajo su control.

En esta guerra urbana entre yihadistas y fuerzas iraquíes, el plan de batalla se parece a un rompecabezas.

Mosul tiene más de 200.000 construcciones cuya disposición favorece los escondites que pueden utilizar los francotiradores y los kamikazes del EI para atacar a las tropas por sorpresa.

– ‘El lenguaje de la guerra’ –

Los civiles, que vivieron bajo el yugo de los extremistas sunitas durante más de dos años y medio, son ahora espectadores y actores de un conflicto que se desarrolla en la puerta de sus casas.

Según la ONU más de 125.000 personas huyeron de sus hogares desde que comenzó el 17 de octubre la ofensiva para reconquistar la segunda ciudad de Irak. Unas 14.000 regresaron desde entonces.

Imposible saber cuántos son en las calles de Mosul, con aspecto aturdido y sus magras pertenencias apiladas en una carreta, a la búsqueda de un hogar temporal. Estos desplazados urbanos se instalan donde pueden.

Abu Ahmed, su mujer y sus tres hijos pudieron beneficiar de la hospitalidad de amigos que les “confiaron” su casa. Pero Abu Ahmed se inquieta sobre todo por su hijo, Ahmed, de tres años y medio.

“Están las bombas y los ataques aéreos. Ahora conoce el lenguaje de la guerra. Un niño no debería conocerlo”, se lamenta.

Las casas del barrio Al Intisar tienen pocos rastros de los combates. Es la prueba, según el coronel John Dorrian, portavoz de la coalición internacional antiyihadista, que ésta última hace “un trabajo extraordinario” para proteger a los civiles.

Prueba también de la gran dificultad para avanzar en una ciudad en donde aún hay numerosos civiles. Más aún sabiendo que, según la organización Human Rights Watch, en su retirada hacia el oeste, los yihadistas utilizan a los civiles como escudos humanos.

– Cohabitar con desconocidos –

Pero al pavor por los combates se mezcla la compasión de los habitantes por sus vecinos o, en el caso de Um Dunia, por desconocidos. Esta madre de siete hijas albergó en su casa a cinco familias que huían de los combates en el este del barrio Al Intisar.

“Gracias a Dios, les abrí mi puerta y los acogí. No los conocía”, dijo. Esta cohabitación improvisada duró entre diez y 22 días, difícil acordarse.

Su familia y la veintena de desconocidos que acogió permanecieron encerrados en la casa, esperando a que los yihadistas se retiraran y que llegaran las fuerzas iraquíes.

Decididos a ocupar las casas de los civiles, los yihadistas “golpearon a mi puerta hasta que se cansaron”, cuenta Um Dunia.

“Reciclábamos el agua usada para lavarse guardándola en un balde. Así el agua no salía a la calle, sino (los yihadistas) habrían descubierto que había gente en la casa”, agregó Um Dunia.

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