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Swiss democracy

Por qué Suiza debe situar los derechos humanos en el centro de la OSCE

Eleonora Mongelli & Florian Irminger

Suiza asumirá la presidencia de la OSCE en 2026. Esto le ofrece la oportunidad de centrarse en una de las tareas fundamentales de la organización: la seguridad basada en normas con los derechos humanos al centro, opinan Eleonora Mongelli y Florian Irminger.

Doce años después de la presidencia suiza en 2014, el contexto difícilmente podría ser más desafiante. La Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), a la que pertenecen 57 Estados, cumple 50 años, en medio de la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania, de profundas divisiones entre los Estados participantes y de un asalto constante a los compromisos de la organización en materia de derechos humanos.

Además, las ideologías antiliberales y los autócratas están cada vez más arraigados en el panorama político de la región. Y la inestabilidad en regiones cercanas como Afganistán, Siria y Libia está creando presión migratoria y repercuten en la seguridad interfronteriza. Además, la competencia geopolítica se está intensificando, especialmente por parte de potencias emergentes como China.

La proliferación de amenazas híbridas que combinan tácticas militares, cibernéticas y de desinformación desestabilizará aún más partes de la región de la OSCE, socavará la confianza, debilitará las instituciones y alimentará las divisiones internas.

Una nueva amenaza especialmente alarmante es la represión transnacional. Los Estados participantes de la OSCE -principalmente Rusia, Tayikistán y Turquía- persiguen a su disidencia en el extranjero mediante la vigilancia, la intimidación, la coacción e incluso los ataques físicos.

Estas prácticas socavan directamente los derechos humanos, las normas democráticas y la estabilidad interna. Gran parte de estos métodos represivos han sido importados de China, como ha documentado recientemente Suiza.

A fin de cumplir su papel en este contexto, la OSCE debe adoptar necesariamente un enfoque previsor y proactivo, y desarrollar su capacidad de alerta temprana y previsión estratégica.

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La presidencia suiza: una oportunidad para oponerse al autoritarismo

La presidencia suiza tiene lugar en el contexto de la Estrategia de Política Exterior 2024-2027Enlace externo y las directrices para la democracia 2025-2028Enlace externo del país, que marcan una línea clara. La democracia, los derechos humanos y el Estado de derecho no son valores opcionales, sino pilares de la seguridad. Esto también está en consonancia con la visión fundacional de la OSCE, expresada en el Acta Final de Helsinki y en la Carta de París. Según esta visión, la seguridad se basa en normas, derechos y buena gobernanza.

Ahora la «dimensión humana» de la OSCE está amenazada. Los actores autoritarios utilizan cada vez más el derecho internacional y las normas consensuadas como arma. Quieren ocultar la represión, bloquear el control y eliminar los mecanismos que obligan a los Estados a rendir cuentas. El peligro es que la OSCE se vea obligada a resolver las diferencias en silencio y a mantener las cuestiones más delicadas bajo la mesa para poder mantener la frágil apariencia de unidad. Esto sería lo contrario de la seguridad, que se basa en normas.

La presidencia suiza ofrece una oportunidad para contrarrestar este deslizamiento. En la práctica, esto requiere un sólido apoyo político y financiero para la Oficina de Instituciones Democráticas y Derechos Humanos de la OSCE (OIDDH).

Su trabajo incluye la observación de elecciones, la supervisión de los derechos humanos y la elaboración de informes públicos. Con el apoyo adecuado, la OIDDH puede prevenir y responder eficazmente a nuevas amenazas que ningún Estado puede afrontar por sí solo.

Esto significa también debatir abiertamente cuestiones como la regresión hacia la autocracia, los ataques a los defensores de los derechos humanos, la gobernanza del sector de la seguridad y la restricción del espacio cívico, en Viena, donde tiene su sede la OSCE. Estas cuestiones no deben tratarse a puerta cerrada.

Esta perspectiva está plenamente en consonancia con las directrices suizas para la democracia, que abogan por una «diplomacia para la democracia» y reconocen que defender el Estado de derecho y los derechos humanos en el extranjero es esencial para la seguridad de Suiza. También refleja las lecciones aprendidas tras décadas de reformas del sector de la seguridad: la buena gobernanza, la participación y el espacio de la sociedad civil no son un lujo, sino la protección más eficaz contra la inestabilidad.

Mantener su relevancia

Existe un riesgo estratégico más amplio. Si se considera que la OSCE está paralizada o es irrelevante, los Estados podrían recurrir a foros más laxos y no basados en normas, como la Comunidad Política Europea (CPE).

Este no es el caso de la OSCE. Su diálogo se basa en principios acordados, lo que la convierte en uno de los mecanismos más eficaces para la prevención de conflictos y la rendición de cuentas. Un diálogo sin reglas no ofrece seguridad. Es una deriva.

Las expectativas deben ser realistas. Pero la rápida evolución del entorno de seguridad, caracterizado por amenazas complejas y superpuestas, exige un liderazgo decisivo por parte de las próximas estructuras ejecutivas de la OSCE.

La presidencia suiza no podrá resolver el estancamiento geopolítico de la OSCE. Sin embargo, puede hacer visibles los logros normativos de la organización, reforzar los pilares de derechos humanos y democracia de la seguridad europea, reconocer y proteger a las voces defensoras de la democracia y los derechos humanos y demostrar que la seguridad real sólo es posible con derechos. Ahora que la OSCE celebra su 50º aniversario, éste sería un legado significativo.

Suiza debe prepararse para una serie de escenarios muy diferentes, como escribe el exsecretario general de la OSCE, el embajador Thomas Greminger:

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Edición: Virginie Mangin/ds. Adaptación al español: Patricia Islas

Las opiniones de la coautora y del coautor de esta pieza no reflejan necesariamente las de Swissinfo.

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