Para llegar en tren al sitio que hay que limpiar, los voluntarios atraviesan paisajes todavía nevados.
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El desayuno a las 5:30 de la mañana es una oportunidad para examinar cómo progresa el trabajo, la organización del día y el estado de la nieve.
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Un último vistazo al tiempo y al peligro de aludes antes de salir a despejar la nieve.
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Por razones de seguridad, cada uno debe llevar un detector de avalanchas.
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La locomotora no puede avanzar más, el paso está bloqueado por metros y metros de nieve que tendrán que limpiar.
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Las polainas son muy recomendables, ya que la nieve después de unas horas se ablanda y los pies se hunden. En algunos lugares la altura de la nieve alcanza los 16 metros.
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Una avalancha ha sepultado por completo el último túnel, que hay que despejar con una excavadora.
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La cremallera está totalmente congelada en el hielo.
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Bajo el puente de Steffenbach, la nieve es tan dura que los voluntarios la rompen con motosierra.
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Detalle de una fresadora de nieve.
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Los conductores de las fresadoras de nieve tienen mucha experiencia, trabajan durante horas con gran precisión.
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Transportar las fresadoras a aquellos lugares en los que las necesitan no siempre es fácil...
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A veces hay que doblarse para que el puente de Steffenbach quede libre de nieve.
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El regreso está previsto para alrededor de las 14:30, pues el peligro de alud es alto.
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Un merecido descanso después de un día de pico y pala, fresar, vigilar y cortar.
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5:30 de la mañana. Con las primeras luces del día, las montañas todavía nevadas adquieren tonos azulados. Alrededor de Realp, un pequeño pueblo en el cantón de Uri, todo sigue en calma. Algo más lejos, atrae la mirada un edificio con sus ventanas iluminadas. Comienza la jornada en el comedor de la Asociación de la…
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