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Diagnóstico precoz: ¿es siempre la mejor opción?

Realizar más pruebas de detección no siempre se traduce en mejores resultados de salud y podría conducir a un sobrediagnóstico.
Realizar más pruebas de detección no siempre se traduce en mejores resultados de salud y podría conducir a un sobrediagnóstico. Keystone / Christian Beutler

Suiza ostenta el récord de resonancias magnéticas por persona en Europa. Sin embargo, hacer más pruebas diagnósticas no siempre implica mejores resultados para la salud, y hay profesionales que advierten que la detección temprana a veces hace más mal que bien.

Cuando un devastador tsunami golpeó Japón en marzo de 2011, 20.000 personas perdieron la vida y la planta nuclear de Fukushima Daiichi quedo destruida, provocando así el peor desastre nuclear desde Chernóbil en 1986. Aunque de menor escala que el ocurrido 25 años antes en la entonces Unión Soviética, también se liberó material radioactivo al ambiente, lo que aumentó el riesgo de que la ciudadanía desarrollara enfermedades como el cáncer de tiroides.

Este tipo de cáncer fue especialmente notorio entre la población infantil que vivía en Chernóbil y sus alrededores cuando se produjo el desastre. Con ese precedente, y ante la presión por parte de las familias, la prefectura de Fukushima ordenó que se hicieran ecografías obligatorias a todas las personas menores de 18 años en el momento del accidente (unas 380.000 en total). Hasta la fecha, estos exámenes, que se llevan a cabo cada dos años, han permitido detectar 350 casos de cáncer de tiroides.

La incidencia de cáncer fue entre 10 y 12 veces mayor que la que se encontró en otras prefecturas y, en un principio, se culpó a la exposición a la radiación. No obstante, hay profesionales que sugieren que el elevado número de casos podría deberse a una combinación de factores: el programa de detección masiva y el uso de equipos de ecógrafos de alta sensibilidad, capaces de detectar el cáncer de tiroides en una fase muy temprana cuando, quizá, nunca hubiera llegado a desarrollarse, o incluso tumores benignos que son muy frecuentes en personas adultas que fallecen por otras causas.

«Se están llevando a cabo muchas pruebas y tratamientos médicos, e incluso cirugías, que están provocando una carga psicológica, económica y social», afirma Sanae Midorikawa, catedrática de medicina clínica en la Miyagi Gakuin Women’s University, situada a unos 90 kilómetros al norte de Fukushima, y una de las responsables de examinar a jóvenes en Fukushima para detectar el cáncer de tiroides. Sin embargo, tanto ella como su equipo se han dado cuenta de que, si bien los diagnósticos son correctos, estas personas no van a desarrollar síntomas, y mucho menos fallecer, a causa de la enfermedad. 

Dispositivos de exploración y sobrediagnóstico

El sobrediagnóstico, entendido como la detección de una enfermedad que nunca llegará a causar síntomas, parte de una buena intención: detectar enfermedades a tiempo y salvar vidas. Sin embargo, «nuestra suposición de que detectar un problema

cuanto antes siempre va a ser de ayuda no ha demostrado ser correcta con el paso del tiempo», indica Suzanne O’Sullivan, neuróloga en University College London y una voz crítica de la tendencia a tratar variaciones normales de la salud o problemas leves como enfermedades que precisan de intervención médica.

La aparición de dispositivos médicos cada vez más potentes puede ayudar a combatir el infradiagnóstico, es decir, la incapacidad de diagnosticar una enfermedad, pero también está fomentando el sobrediagnóstico. Según un informe redactado en 2017 por la OCDE sobre el gasto innecesario en los sistemas de salud, respaldado por una investigación publicada en 2025 por la misma organización con sede en París, este fenómeno se puede producir fácilmente mediante procesos como el diagnóstico por imagen para dolores lumbares y dolores de cabeza, los programas de detección del cáncer y los electrocardiogramas en poblaciones de bajo riesgo.

Suiza, sede de Roche, la principal empresa diagnóstica del mundo y una de las principales fabricantes de equipamiento médico, ocupa la cuarta posición en gasto sanitario como porcentaje del PIB entre los 33 países de la Unión Europea, Turquía, Reino Unido y los cuatro miembros de la Asociación Europea de Libre Comercio, según la asociación de comercio Medtech Europe.

El país helvético es el que posee más dispositivos de diagnóstico por imagen por persona de los 25 miembros europeos de la OCDE, según un informe publicado en enero por la Oficina Federal de Auditoria suiza sobre el uso adecuado de las imágenes médicas. Hay 80 tomógrafos y equipos de resonancia magnética por cada millón de habitantes, casi el doble que en los Países Bajos, a pesar de que la esperanza de vida y la calidad de los sistemas sanitarios es muy similar en ambos países. Suiza también lidera el gasto en diagnóstico in vitro (pruebas médicas realizadas en muestras de orina y sangre, entre otras). Aunque esto se debe en parte al elevado nivel de vida, según la Asociación Suiza de la Industria del Diagnóstico también son factores clave el alto gasto sanitario y la calidad de los servicios sanitarios públicos, como la velocidad a la que se atiende a los pacientes.

Sin embargo, un mayor acceso a pruebas y diagnósticos no siempre se traduce en mejores resultados. Aunque en los países más desarrollados se detecta el cáncer de forma más temprana y frecuente, el índice de mortalidad debido a esta enfermedad es similar al de países en vías de desarrollo, según un artículo publicado en 2017 en el New England Journal of Medicine y citado por O’Sullivan en su libro The Age of Diagnosis, publicado este año. El motivo es que muchas veces se tratan cánceres que no habrían sido mortales. «Somos muy buenos detectando enfermedades, pero no tanto determinando cuáles se van a desarrollar y cuáles no», cuenta O’Sullivan.

Enfermedad y dolencia

Diagnosticar pacientes sin síntomas con enfermedades que no tienen cura, como el Alzheimer, puede ser un arma de doble filo. Giovanni Frisoni, responsable del Centro de Memoria del Hospital Universitario de Ginebra (HUG) y profesor de neurociencia clínica en la Universidad de Ginebra, forma parte de un grupo que ha elaborado criterios de diagnóstico para limitar el sobrediagnóstico de esta enfermedad neurodegenerativa.

La escuela de pensamiento dominante en el ámbito de la neurociencia afirma que la presencia de ciertos biomarcadores, como la proteína Tau y la proteína amiloide, es suficiente para diagnosticar el Alzheimer. Sin embargo, Frisoni y su equipo consideran que también hay que tener en cuenta otros síntomas, como la pérdida de memoria, antes de llegar a una conclusión definitiva.

«Lo realmente importante para los pacientes no es tener una enfermedad, sino el hecho de estar enfermos», afirma Frisoni, señalando la importancia de distinguir entre dos fases distintas en el desarrollo de una patología. En el caso del Alzheimer, por ejemplo, en las personas que tienen la enfermedad los biomarcadores pueden ser visibles entre 10 y 15 años antes de que aparezcan los signos clínicos. La segunda fase, cuando la persona está enferma, tiene una duración similar y es cuando, además de los biomarcadores, se pueden observar síntomas como la pérdida de memoria. No obstante, algunos pacientes nunca llegan a esta fase a pesar de padecer la enfermedad.

«Si tienes 80 años y algo de proteína amiloide, lo más probable es que fallezcas de otra cosa que no sea Alzheimer», apunta Frisoni. Además, afirma que sirve de poco decirle a los pacientes con biomarcadores normalmente relacionados con la enfermedad que tienen una patología degenerativa. En su lugar, deberíamos decirles que tienen riesgo de desarrollarla. «Es igual que las enfermedades cardiovasculares», prosigue Frisoni. «Que tengas la tensión alta no significa necesariamente que vayas a sufrir un infarto, sino que tienes más riesgo de sufrirlo».

Su protocolo de prevención para pacientes de alto riesgo que aún no han mostrado pérdidas de memoria incluye entrenamiento cognitivo, actividad física, vida social activa, seguimiento cardiovascular y asesoramiento nutricional personalizado. Todas estas actividades han demostrado prevenir la aparición de pérdidas de memoria.

Pruebas preventivas

El objetivo de las pruebas preventivas es detectar enfermedades en una fase temprana, incluso antes de que aparezcan síntomas, con el objetivo de intervenir a tiempo y evitar complicaciones graves. Sin embargo, especialistas advierten que tratar a alguien por una enfermedad que, quizá, nunca llegue a manifestarse puede conllevar riesgos innecesarios para la salud.

Un ejemplo es el análisis de sangre para medir el PSA (antígeno específico de la próstata), utilizado para detectar cáncer de próstata. Aunque pueda dar positivo, esta prueba tiene un índice alto de falsos positivos, y muchos cánceres de próstata de grado bajo se desarrollan tan lentamente que a veces ni siquiera llegan a provocar síntomas. Además, confirmar el diagnóstico mediante exámenes físicos es complejo: las resonancias magnéticas suelen ser poco concluyentes y eliminar con cirugía el tejido sospechoso puede provocar infecciones, incontinencia o disfunción eréctil. En un estudio reciente sobre la incidencia del cáncer de próstata en 26 países europeos, la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer determinó que las pruebas de PSA a menudo conducen a sobrediagnósticos y tratamientos innecesarios. Si bien en algunos países el aumento de estas pruebas hizo que se detectaran hasta 20 veces más casos de cáncer, el índice de mortalidad general continuó siendo similar. Las personas que llevaron a cabo este estudio atribuyeron esta discrepancia al uso de pruebas de detección en pacientes sin síntomas, y llegaron a la conclusión de que muchos de los casos detectados nunca hubieran sido letales ni hubieran necesitado tratamiento alguno.

Para algunas patologías médicas, las pruebas preventivas no presentan ninguna diferencia sobre el resultado.

«El objetivo de las pruebas preventivas es mejorar el pronóstico, pero en algunas enfermedades eso no ocurre: permiten el diagnóstico temprano pero no necesariamente mejoran el pronóstico», declara Arnadu Chiolero, epidemiólogo y profesor de salud poblacional en la Universidad de Friburgo y profesor adjunto de la School of Global and Population Health en la McGill University de Canadá.

Si tomamos el ejemplo del cáncer, Chiolero subraya la importancia de distinguir entre varios tipos. Si bien las pruebas de detección precoz funcionan bien para el cáncer de colon, de mama, de cuello uterino y colorrectal, se ha demostrado que no son tan útiles para el cáncer de ovarios o de tiroides, y que los pacientes hubieran tenido un resultado similar si hubieran comenzado el tratamiento tras la aparición de los primeros síntomas.

«Soy médico de salud pública y me encantaría decir que las pruebas de detección siempre son maravillosas, pero el tema es mucho más complejo. Solo algunas pruebas, para algunos tipos de cáncer, ofrecen realmente beneficios», concluye Chiolero.

«Formula las preguntas adecuadas»

A diferencia de sus países vecinos, Suiza no posee un programa integral de pruebas de detección del cáncer de mama, algo que persigue la Fundación Swiss Cancer Screening.

Según sus datos, de cada 1.000 mujeres inscritas en los programas de detección precoz, 64 serán diagnosticadas con cáncer de mama. De estas, entre cinco y diez serán sobrediagnosticadas y se someterán a un tratamiento innecesario con quimioterapia, y 16 fallecerán. En los casos de mujeres a las que se les han hecho pruebas una vez han presentado síntomas no existen sobrediagnósticos, pero el índice de mortalidad es mayor, con cuatro fallecimientos más por cada 1.000 mujeres en comparación con el grupo de detección precoz.

Gráfico
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Otros estudios confirman que la detección precoz del cáncer de mama puede llevar a un sobrediagnóstico y a un tratamiento innecesario. Un estudio llevado a cabo en 2021 en Finlandia, Italia, los Países Bajos y Eslovenia determinó que por cada fallecimiento por cáncer de mama que se evitó en un grupo de 1.000 mujeres examinadas, entre 0,2 y 0,5 mujeres fueron sobrediagnosticadas y entre 12 y 46 recibieron un diagnóstico de falso positivo.

Un estudio anterior llevado a cabo en 2012 por Cochrane, una red global sin ánimo de lucro formada por personal médico y científico que analiza pruebas médicas, ya había alertado sobre los beneficios limitados y los perjuicios considerables de la detección precoz. Los ensayos más fiables incluidos en la revisión mostraron que no se había

producido una reducción significativa de los fallecimientos por cáncer de mama después de 13 años de mamografías. La revisión estimó que por cada 2.000 mujeres examinadas a lo largo de una década se evitó un fallecimiento por cáncer de mama, pero 10 mujeres sanas se sometieron a un tratamiento oncológico innecesario, incluido cirugía y radioterapia, y más de 200 sufrieron durante meses una «importante angustia psicológica» debido a falsos positivos.

«Si te preocupas por tu salud y no puedes vivir con un bulto anormal en el pecho, no te lo pienses y sométete al tratamiento», afirma O’Sullivan, que sigue defendiendo los programas nacionales de detección precoz a pesar de sus resultados. «Pero si prefieres estar segura de que necesitas un tratamiento invasivo antes de someterte a él, puedes pedir que te metan en un programa de observación», indica, refiriéndose al seguimiento de problemas médicos con pruebas regulares para evitar tratamientos innecesarios.

Ella sugiere que, antes de someterse a un programa de detección, las personas deberían recibir información clara sobre lo que conlleva, para que puedan formular las preguntas adecuadas y, cuando reciban un diagnóstico, puedan tomar decisiones informadas.

«Se trata de entender los problemas y saber cómo prefieres gestionar tu propia salud», indica O’Sullivan. «Se supone que un diagnóstico debe ayudarte, pero si todo lo que hace es validar un sufrimiento sin aliviar los síntomas, llevar a un tratamiento o mejorar las circunstancias, entonces deberíamos preguntarnos si de verdad es útil».

Editado por Nerys Avery/vm, adaptado por Cristina Esteban/Patricia Islas

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