
¿La democracia realmente aporta riqueza a un país?

Durante décadas, la promesa de prosperidad en el futuro fue uno de los factores clave del fortalecimiento de las democracias en el mundo. En tiempos recientes, este argumento parece desdibujarse aunque existan casos exitosos como el suizo.
Durante una visita de trabajo por Uzbekistán en junio, el primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico, aplaudió el dinamismo económico del país anfitrión. «Cada vez me cuestiono más si Europa debiese analizar reformas a su sistema político con base en elecciones democráticas libres, para seguir siendo competitiva», dijo Fico. Según el político eslovaco, Uzbekistán, China o Vietnam son países más determinados. «Cuando hay gobiernos de cuatro partidos políticos, no se puede ser competitivo».
¿O sí es posible? Salvo excepciones concretas de países ricos en petróleo, generalmente las naciones más ricas del mundo siguen siendo también las más libres (ver el gráfico). Suiza, como país competitivo, rico y con una sólida democracia, parecería un buen ejemplo de ello (por cierto, también es una nación gobernada por una coalición de cuatro partidos). Durante los últimos años, no obstante, la creencia de que la democracia es el camino más seguro hacia la prosperidad se ve empañada por el auge de China y el descontento económico de muchos países occidentales, y no solo para Fico.
Historia antigua
Históricamente, la idea de que hay una relación entre la democratización y la riqueza fue producto fundamentalmente de la era posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Por un lado, era parte de la batalla global por obtener influencia, como piedra angular del modelo de prosperidad capitalista occidental que encabezaba Estados Unidos en oposición al comunismo soviético. Por el otro, se convirtió en una fuente de investigación académica. «Cuanto más próspera se revela una nación, más probabilidades de preservar una democracia», escribióEnlace externo en 1959 el politólogo estadounidense Seymour Martin Lipset en una declaración fundacional que formó parte de la llamada «teoría de la modernización», que sostenía que a. medida que las sociedades se desarrollan, su política se vuelve espontáneamente más liberal y democrática.
Pero esta teoría, y la política que le daba sustento, no estuvieron exentas de críticas. El propio Lipset reconoció que el desarrollo se ve influido por múltiples factores -la educación, los recursos naturales o la urbanización, entre otros-, así que resulta simplista centrarse exclusivamente en el Producto Interno Bruto (PIB) y la democracia.
También atacaron esta teoría por considerar que estaba cargada de supuestos sobre cómo debía ser una sociedad «ideal». ¿El punto final del desarrollo humano en Occidente debe ser inevitablemente liberal y capitalista? Y en todo caso, qué tendrá que observarse primero: ¿la modernización económica o una reforma política?
«La democracia sí cumple»
Los desacuerdos existentes no impidieron que la idea de que el desarrollo y la democracia van de la mano perdurara en el tiempo. En 2023, la revista Foreign Affairs calificóEnlace externo esta percepción como «la principal prueba de ser un auténtico consenso de Washington».
Un año antes, la administración estadounidense de Joe Biden había puesto en marcha un proyecto de ayuda exterior llamado Democracy Delivers (La democracia sí cumple), cuya misión era demostrar que la democracia aporta libertades abstractas, pero también es fuente de beneficios materiales.
Estudios más recientes no descartan por completo la relación entre democracia y desarrollo. Pero dejan claro que frecuentemente existen salvedades. Por ejemplo, en 2019, un grupo de investigación del que formó parte Daron Acemoglu, premio Nobel de Economía 2024, descubrióEnlace externo que la transición de una autocracia a una democracia permitía un incremento del PIB del 20% en un lapso de 25 años.
Sin embargo, los datos usados para este análisis concluyen en 2010, ya que los 15 años posteriores no han sido los mejores para la democracia global. El estudio de Acemoglu tampoco precisa por qué los países cambian de sistema y el experto aseguraEnlace externo que «no existe un mecanismo» que permita sugerir que naciones como China van a democratizarse conforme su riqueza siga aumentando. Recientemente, Acemoglu ha cambiado su enfoque sobre cómo la cultura y las instituciones -más que la democracia- impactan el crecimiento.
Con base en los trabajos de Acemoglu, un artículo publicado en febrero de 2025Enlace externo suscribió que históricamente existe una relación entre la democracia y los ingresos del país, pero detalla que la relación no es lineal. En los países más pobres, según el trabajo de investigación, el incremento inicial de los ingresos va acompañado de una pérdida de libertades. Es solo cuando se alcanza un determinado umbral de prosperidad que la democracia comienza a fortalecerse.
¿Por qué sucede esto? Uno de los autores del trabajo, Petros Sekeris, de la escuela de negocios TBS de Toulouse, considera que cuanto más rica sea la ciudadanía, más dispuesta estará a trabajar menos, a pasar más tiempo en la calle, a utilizar más internet, participar en grupos y presionar a su Gobierno, fortaleciendo así la democratización de su país. Pero determinar la causalidad no es sencillo. Sekeris precisa que el modelo se apoya en datos económicos, pero carece de información concreta sobre las razones que impulsan a la ciudadanía a querer luchar por una democracia, o no hacerlo. Por ejemplo, dice, el surgimiento de nuevos medios de comunicación impacta obligadamente las democracias, pero esta información no es reflejada
¡No sólo es la economía!
Esto evidencia una desventaja clave en los análisis estadísticos sobre la democracia y el PIB: no siempre pueden explicar cambios que impactan la historia, como el uso de TikTok, el cambio climático, la inmigración o la llegada al poder de figuras como Donald Trump. Es sabido por el mundo que el presidente de Estados Unidos no se rige por una lógica convencional, sus decisiones tampoco distinguen mucho entre democracias y no democracias. Los aranceles que ha impuesto, por ejemplo, no solo dejaron sin habla a los economista sino que también afectaron fuertemente a democracias como Suiza, Canadá, India y Brasil.
Por ello, la comunidad investigadora ha advertido que no debe concederse demasiada importancia a los factores materiales cuando de explicar cambios políticos se trata. A menudo se considera que la insatisfacción económica es la culpable del «retroceso» de la democracia durante los últimos años. Pero las cifras no lo confirman. Como Thomas Carothers y Brendan Hartnett expresaron en el Journal of DemocracyEnlace externo, algunas veces las figuras políticas individuales, como Trump, deciden de forma consciente conducir a su país por un camino determinado. Así que «los líderes siguen siendo relevantes».
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La personalidad oscura como activo electoral
Así que la cuestión de si -o por qué- las democracias están ofreciendo un rendimiento inferior a las expectativas podrían ser factores menos relevantes que la propia narrativa. En Europa, por ejemplo, el nivel de satisfacción de la población ciudadana con respeto a la política suele estar por debajo de la medición objetiva de la situación que prevalece. «Cuando lees en Internet ideas como ‘las democracias no funcionan correctamente’, esto tiene una gran influencia», dice Matías Bianchi, del laboratorio de ideas Asuntos del Sur, basado en Buenos Aires.
La narrativa de las democracias frágiles e ineficaces es alimentada por países como China o Rusia, que festejan cuando observan a sus rivales «erosionarse interiormente», añade Bianchi. En el Sur Global sucede lo mismo, «la población se expresa cada vez más descontenta con los resultados de la democracia, y esta es una de las razones por las cuales vota por figuras populistas o autoritarias, como Javier Milei, que prometen dar resultados».
Suiza: ¿por qué es una alumna modelo?
Suiza no es inmune ante las nuevas transformaciones globales, tampoco ante los aranceles de Trump que, según estimaciones de especialistas en economía, podrían reducir el PIB nacional en 0,7% en el peor de los escenarios. Incluso en este caso, Suiza seguiría siendo rica. Es una economía muy competitiva (ver el gráfico) y goza de una sólida democracia directa. ¿Qué explica pues la prosperidad suiza: la política o las decisiones económicas?
«La política tributaria y la situación geográfica de Suiza tienen una gran influencia en su rendimiento económico», estima Marco Portmann, del instituto IWP de la Universidad de Lucerna. «Lo relevante es que son resultado de decisiones políticas acertadas y esto tiene una estrecha relación con las instituciones». En Suiza, la suma de una democracia directa, federalismo y reglas electorales balanceadas permite tener un sistema lento, pero consensuado, que trae consigo «una estabilidad jurídica y normativa que son vitales para los negocios».
Tener una democracia directa, que se ejerce a través de referéndums e iniciativas populares, confiere una gran legitimidad popular a las decisiones que se toman. Simultáneamente, se genera un efecto moderador sobre el gasto público, dice Portmann, quien cita como ejemplo el famoso caso del rechazo de las seis semanas de vacaciones pagadas que se registró en 2012. Admite que la población votante no siempre toma decisiones racionales, porque su sufragio depende de la fiabilidad de la información que recibieron previamente. Pero para Portmann, los responsables políticos también pueden asignar incorrectamente los fondos, sobre todo en tiempos de superávit, y las autocracias tampoco son sinónimo de eficiencia todo el tiempo. «Parecería que no hay semana en la que no se hable de una posible burbuja en China».
Las autocracias, por su parte, tampoco logran los resultados más alentadores cuando se trata de reducir la brecha entre la población rica y pobre (ver gráfico), un problema que frecuentemente es citado como el detonante de un descontento ciudadano que crece en el mundo, incluso en Estados Unidos. Suiza ha sido capaz de mantener una desigualdad de ingresos relativamente baja en el largo plazo. Esto beneficia su estabilidad, pero no es claro que la democracia haya influido: Melanie Häner-Müller, quien también trabaja en el IWP, expresó a Swissinfo hace algunos años que los principales elementos que favorecen a Suiza son la flexibilidad de su mercado laboral y su sistema de formación dual.
Un asunto geopolítico
Finalmente, los análisis sustentados en datos sobre la prosperidad y el crecimiento solo ofrecen explicaciones parciales. La evolución de la situación geopolítica enfrenta a las democracias a una nueva realidad, dice Eliza Urwin, del Centro e Conflictos, Desarrollo y Construcción de la Paz (CCDP) del Instituto Universitario de Altos Estudios Internacionales y del Desarrollo de Ginebra.
«La antigua lógica de que las democracias traen crecimiento y el comercio aporta paz, ya no se sostienen», dice Urwin. Hoy, más que una promesa positiva, las democracias se convierten en un tema geoestratégico en el que mensajes opuestos compiten para ganar influencia, al tiempo que el autoritarismo cosecha grandes éxitos desde hace algunos años. «La autocracia autoproclama que la mano de hierro traerá seguridad y estabilidad, y en cualquier sitio en donde la gente se sienta insegura, puede ser un argumento muy poderoso», añade.
De esta forma, las dos grandes promesas de la democracia -estabilidad y prosperidad- han recibido un gran revés. Pero por ahora, los argumentos a favor de la democracia todavía son sólidos. En el caso de Urwin, el enfoque es claro, el documentoEnlace externo que presentó en junio en Bruselas ante representantes de alto nivel de la OTAN, entre otras personas, se intitulaba: «la democracia como elemento esencial para la seguridad europea y trasatlántica».
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Editado por Reto Gysi von Wartburg/gw. Adaptación del inglés: Andrea Ornelas/pi

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