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La aparente solidez del régimen sirio

Bashar el Asad bajo la presión internacional. Turquía pide que dimita. AFP

Ocho meses tras el inicio del levantamiento popular, el régimen de Bashar al Asad prosigue la represión sangrienta de las manifestaciones. Más de 3.500 personas han muerto, según la ONU. Entretanto aumenta la presión internacional sobre el país.

A guisa de respuesta al ultimátum (que expiró el sábado pasado) de la Liga Árabe para poner fin a la represión, Bashar al Asad afirmó el domingo que estaba listo a combatir y morir en caso de una intervención extranjera.
 
Su ministro de Asuntos Exteriores, Walid Moallem, minimizó la importancia de este ultimátum, al afirmar que un acuerdo aún era posible para terminar con la crisis.

Liga árabe, molesta

El 2 de noviembre pasado, la Liga Árabe propuso un plan de paz que prevé el fin de la violencia, la retirada del ejército de las ciudades, la liberación de los opositores en prisión, la apertura del diálogo con la oposición, así como el envío de 500 observadores y periodistas independientes a Siria.
 
No se descarta una serie de nuevas sanciones contra el régimen. El jueves se celebra la próxima reunión de la Liga árabe sobre Siria.

 
Una perspectiva que da esperanza a Nael Georges, defensor sirio de derechos humanos afincado en Francia. “Desde el inicio de la insurrección en marzo, el régimen habla de un complot de Occidente y de una revolución que no es obra del pueblo sirio.

Tras la decisión de la Liga Árabe este argumento del régimen ya no puede mantenerse. Esto permite a la comunidad internacional implicarse aún más, lo que solicita el pueblo sirio. Ante los crímenes contra la humanidad perpetrados por el régimen, intervenir resulta un deber de la comunidad internacional”.

El plan B de los aliados de Damas

No obstante, Damasco cuenta aún con aliados sólidos. “El plan de la Liga Árabe fue aceptado incondicionalmente por el régimen. Pero tras el rechazo del plan manifestado por su aliado ruso, Damasco estableció condiciones”, subraya Georges.
 
Y como lo explica el ex embajador suizo Yves Besson, Moscú no está dispuesto a dejar de apoyar al gobierno sirio. La flota rusa del Mar Negro posee una base en Tartus, en la costa mediterránea de Siria. “Es su único punto de apoyo en el Mediterráneo oriental”, subraya este gran conocedor de Oriente Próximo.
 
“Los diplomáticos están obligados a tener listo un segundo plan, un plan B. Lo que les importa es defender sus intereses. Tácticamente, exploran varias vías para preservar sus intereses estratégicos. Esto puede significar la negociación con la oposición siria; pero ese momento aún no ha llegado”.
 
Irán constituye otro pilar exterior sobre el que se apoya el régimen de Damasco. “La economía siria va mal, las sanciones ya le pesan, mientras que otras están previstas para aplicarse. Falta saber si Irán estaría dispuesto a compensar en parte las consecuencias de las sanciones, ante el mal estado de su propia economía”, comenta Yves Besson.

Oposición dividida

Para imponerse, prosigue el ex diplomático, la oposición siria debe superar sus divisiones. “Hay opositores del interior que pudieron salir de Siria para participar en una reciente reunión en París, antes de volver al país. Damasco liberó también a una parte de los opositores. Esto significa que el régimen tolera a una parte de la oposición dentro de sus fronteras, aquella que milita en favor de una transición progresiva y no violenta de las autoridades del país. Otra parte de la oposición se radicaliza. La oposición del exterior está sometida bajo la misma línea de fractura”.
 
Resulta difícil analizar el panorama, dada la censura mediática impuesta por Damasco. “Habría que examinar quiénes son los que representan a esas diferentes corrientes para ver cuál es mayoritaria o minoritaria. Un juego complejo difícil de descifrar, mientras no se permita el acceso de los periodistas”, subraya Yves Besson.

Zona tapón

El cambio más importante podría venir de Ankara. Según la prensa turca que cita la agencia Reuters, las autoridades turcas elaboraron planes en vista de la instauración de una zona de exclusión aérea o de zonas tapón en Siria. Esto, para proteger a los civiles en caso de que la represión aumente.
 
“Turquía puede jugar un papel positivo. No es percibida por el pueblo sirio como una potencia colonizadora. Si esa zona de exclusión se estableciera, serviría como zona de protección a los desertores del ejército sirio”, pronostica Nael Georges.
 
Sin embargo, la caída del régimen no parece inminente. Es, en todo caso, el punto de vista de un grupo de expertos al que el Ministerio suizo de Asuntos Exteriores invitó el viernes pasado a Berna. “Hablamos durante dos días del futuro de la primavera árabe. Sobre Siria, los invitados estaban más bien pesimistas. Esas personas muy bien informadas estiman que el régimen no está dispuesto a ceder”, subraya Yves Besson.

La Comisión de Derechos Humanos de la Asamblea General de la ONU adoptó el martes en Nueva York  una resolución que condena la represión sangirenta de las manifestaciones en Siria y la “persecusión” ejercida por el régimen de ese país en contra de los manifestantes.

La resolución condena “las detenciones arbitrarias, las desapariciones forzadas, la tortura y los malos tratos infligidos a los detenidos, entre ellos, niños”.

El primer ministro turco, Tayyip Erdogan, pidió el martes al presidente sirio, Bashar el Asad, que dimita por el bien de la paz en la región y dijo que Turquía no podía dar la espalda al pueblo sirio.

Erdogan indicó que Asad debería aprender una lección del destino de Muamar el Gadafi – el líder libio derrocado por rebeldes en agosto y que murió tras su captura el mes pasado – y que las críticas a la violenta represión del Gobierno sirio a los manifestantes no equivalían a un llamamiento a la intervención militar internacional.

El presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja, Jakob Kellenberger esta dispuesto a dirigirse por tercera vez a Siria, si fuese necesario, para obtener el acceso ampliado a los sitios de detención.

De acuerdo al CICR, sus delegados solo tienen acceso a la prisión central de Damasco.

Por otra parte, el CICR asegura tener un “buen acceso” a las regiones rurales de Siria, a Homs y Alep, y que puede trabajar en los hospitales con su socia local, la Media Luna Roja siria. Pero está lejos de “poder responder a las necesidades, en especial, a las del sector de salud”.

(Traducción: Patricia Islas)

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