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La dura labor de las recolectoras de rosas en Marruecos

Trabajadoras separan las rosas en Kelaat Mgouna, en Marruecos, el 26 de abril de 2021 afp_tickers

Una recolectora de rosas recibe unos pocos centavos de dolar por cada kilo de pétalos, apenas “lo mínimo para sobrevivir” relata Izza, que no sabe deletrear su nombre e, incluso, ignora su edad.

La mujer lleva sus manos enguantadas para protegerse de las espinas y la cabeza cubierta contra el cálido sol primaveral del “Valle de las rosas”, en el sur de Marruecos, donde la cosecha comienza cada día al amanecer

Pero Izza Ait Ammi Mouh, una bereber de “unos 40 años” –dice ella– no se queja. Este trabajo estacional le permite “alimentar a la familia”, gracias a los veinte kilos cosechados por día durante la floración de aproximadamente un mes.

En la primavera el olor persistente de la rosa de Damasco, variedad traída por algunos viajeros en tiempos del comercio caravanero, cubre el valle situado entre las montañas del Atlas y el desierto del Sahara.

Todo gira en torno a esta flor: el nombre de los hoteles, el color de los taxis, los productos cosméticos de las innumerables tiendas, los collares propuestos por los niños a lo largo de las carreteras, la escultura monumental que adorna la rotonda de Kelaat Mgouna y su festival anual, que atrajo a miles de visitantes antes de la pandemia de coronavirus.

La destilación de la rosa permite producir agua floral y aceite esencial, vendidos en las tiendas junto con sus derivados cosméticos.

El gramo de aceite esencial dentro en una minúscula caja cuesta 170 dinares -es decir, unos 18.000 dólares el kilo, que requiere entre 4 y 5 toneladas de flores.

Rochdi Bouker, presidente de la federación interprofesional de los cultivadores y transformadores marroquíes (Fimarose), ve la rosa como “un motor del desarrollo local”, apostando por la moda mundial para las materias primas naturales y los productos bio.

– Etiqueta ecológica –

Su objetivo es obtener una etiqueta ecológica para todo el valle, con el fin de valorizar sus rosas en un mercado dominado por Bulgaria y Turquía, primeros productores de rosas de perfume.

“Tenemos suerte de ser pobres, no tratamos o tratamos muy poco (las flores). Nuestro valle no está impregnado de pesticidas”, afirma.

Según él, hay que apoyar la destilación en cooperativa “para mejorar las condiciones de vida y luchar contra el éxodo rural”.

Para aumentar los ingresos, es necesario “desarrollar los derivados que más rinden”: el aceite esencial y un extracto obtenido por disolvente que, una vez filtrado, da “el absoluto” de la rosa, muy apreciado por la perfumería de lujo.

La mayor parte de las exportaciones se concentran en el agua floral y las flores secas. El resto lo constituyen unos 50 kilos al año de aceite esencial y unos 500 de extracto, lejos de los volúmenes industriales búlgaros y turcos, según Fimarose.

“Aquí, los primeros compradores son los turistas que pasan”, explica Mohamed Kaci, quien emplea 30 personas en su empresa, “La Vallée des Roses”, especializada en productos cosméticos.

“Desafortunadamente, covid-19 bloqueó todo”, se lamenta. Y es que con la crisi sanitaria, el precio de las flores frescas cayó 30%.

SWI swissinfo.ch - unidad empresarial de la sociedad suiza de radio y televisión SRG SSR

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