
El declive de Davos: ¿logrará sobrevivir el Foro Económico Mundial?

El Foro Económico Mundial (WEF), con sede en Suiza, atraviesa una crisis tras varios escándalos. Fuentes cercanas al WEF aseguran que su futuro dependerá del éxito con el que logre gestionar la reunión del 2026.
Un informe confidencial de 37 páginas fue presentado a la junta directiva del Foro Económico Mundial a principios de agosto. El documento era la culminación de una investigación exhaustiva que se centró durante varios meses en el hombre que fundó una de las instituciones con mayor visibilidad en el mundo de la política y los negocios internacionales.
De acuerdo con el informe, el equipo investigador dirigido por el bufete suizo de abogados Homburger, analizó más de 100.000 correos electrónicos, examinó otros 65.000 documentos, realizó 59 entrevistas con personas que trabajan actualmente en el WEF y 89 más con personas que integraron su plantilla laboral en el pasado.

El objetivo era determinar si el fundador del foro, Klaus Schwab, de 87 años, y su esposa, Hilde, habían hecho del WEF un feudo privado y un cajero automático personal.
La conclusión fue inequívoca: no fue posible corroborar ningún comportamiento de tipo delictivo. Sí se encontraron irregularidades -gastos que carecían de una justificación clara en términos comerciales, líneas difusas entre los gastos personales y profesionales, algunos correos electrónicos incómodos y mala gestión personal-, pero nada que pudiera cruzar la frontera hacia la ilegalidad.
Schwab consideró estas conclusiones como una reivindicación. Durante la misma semana en la que se presentó el informe, en una tensa reunión de la junta directiva -en la que tomaron parte Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE); Larry Fink, director del BlackRock, y otras personalidades de gran influencia-, Schwab exigió un acuerdo de compensación financiera y el reconocimiento público de que las acusaciones que habían recaído sobre él y su esposa eran falsas.
Pero para algunas personas, el informe confirmaba la existencia de un problema más profundo: un patrón de toma de decisiones de carácter unilateral y una gobernanza frágil por parte del fundador del WEF, que ha dirigido el foro durante años como si fuera un negocio familiar.
Cuando la organización basada en Ginebra emitió un comunicado sobre el tema, el pasado 15 de agosto, el tono empleado fue cauteloso. «Las pequeñas irregularidades, derivadas de una línea difusa entre las aportaciones personales y las operaciones del foro, están reflejando un profundo compromiso más que una intención de alguna conducta indebida», refería.
Fink y el vicepresidente de Roche, André Hoffmann, asumieron copresidencias interinas en el WEF. A Schwab no se le concedió conservar el título de presidente honorario.
El comunicado concluía diciendo que «el próximo capítulo del foro se guiará por la misión original de Klaus Schwab: reunir a gobiernos, empresas y sociedad civil en aras de un mejor estado del mundo».
Durante décadas, la misión original del foro tuvo un peso significativo. La reunión anual de Davos era un imán para jefes de Estado, titanes de la tecnología y grandes figuras culturales que se reunían en un escenario alpino neutral que permitía a las élites forjar consensos cobijados por la bandera de la diplomacia suiza. Los paneles llevaban al capitalismo global a la autorreflexión, y los pasillos vibraban con la energía de las negociaciones y la diplomacia.
Muchas veces se ha acusado al WEF de ser un simple foro de debate, pero Davos generó resultados que van más allá del simple trabajo de hacer contactos. En 1988, fue escenario de la ruptura de tensiones entre Grecia y Turquía, al firmarse una declaración de paz en el marco del WEF. En la década de 1990, fue un espacio facilitador del diálogo económico para Shimon Peres y los líderes árabes tras los Acuerdos de Oslo. Bill Gates usó la plataforma de Davos en la década de los 2000 para presentar relevantes iniciativas de financiación de vacunas.
Sin embargo, el mundo que asistía masivamente al foro se ha transformado. Hoy, Davos navega contra viento y marea. Se observa un retroceso en el multilateralismo, el proteccionismo gana espacios y la rivalidad entre las grandes potencias -entre Estados Unidos y China, y entre Occidente y el sur global- están reconfigurando la gobernanza mundial.
Por ello, más que cerrar un capítulo, el informe marcó el final del lento y doloroso desmoronamiento del legado de Schwab y de la propia institución. No solo perdió a su fundador, sino también a Peter Brabeck-Letmathe, connotado presidente interino del WEF y presidente emérito de Nestlé. Hoy, ambos están enemistados.
Con crisis internas y externamente debilitado, el WEF se encuentra en una fase de incertidumbre mientras se prepara para la reunión anual de Davos de enero del 2026. A principios de octubre fueron enviadas las invitaciones a los socios inscritos, que reflexionarán conjuntamente sobre el tema: «Un espíritu de diálogo».
«El WEF podría estar enfrentándose al principal reto que ha tenido desde su fundación en 1971. Encara múltiples obstáculos: el retroceso de la globalización, una desconfianza generalizada hacia las élites y la abrupta transición del liderazgo de Klaus Schwab», asegura James Breiding, autor de ‘Hecho en Suiza: la historia no contada detrás del éxito suizo’.
«La próxima reunión no solo es importante sino que también puede ser decisiva».
A principios de abril, Schwab informó a la junta directiva del WEF su intención de renunciar tras haber sido durante 54 años la figura más emblemática del foro.
Se hallaba bajo presión -de la junta directiva y del exterior- tras realizarse una investigación interna sobre la cultura laboral del WEF, resultado de una serie de revelaciones publicadas por el Wall Street Journal. La investigación del año pasado, ordenada por la junta directiva, no encontró ninguna conducta ilegal, pero sí reveló un sentimiento generalizado de frustración con respecto al liderazgo y la gobernanza.
Schwab no informó a la junta directiva ninguna fecha específica para su partida. Pero poco después viajó a Fráncfort para reunirse con Lagarde para discutir la posibilidad de que ella le sucediera en la presidencia del WEF, un movimiento que habría permitido a Schwab mantenerse en el cargo hasta el 2027, año en el que Lagarde finalizará su mandato en la presidencia del BCE.
Pero menos de dos semanas después, se hizo público el expediente de un informante. Una carta enviada a la junta acusaba a Schwab de usar recursos del WEF para darse lujos privados: masajes en hoteles, viajes familiares y viajes internacionales que carecían de un propósito comercial. Denunciaba que el Reporte de Competitividad Global, informe insignia del foro, concedía un trato preferencial a algunos países. Afirmaba también que Schwab tenía la intención de cobrar los derechos de autor de libros cuyos costes de producción habían sido financiados por la organización, pero que supondrían para él ingresos de alrededor de 1,5 millones de francos suizos (1,9 millones de dólares).
Había también otras acusaciones: el lanzamiento unilateral de un oneroso proyecto llamado Metaverso y la decisión de los esposos Schwab de restringir el acceso del personal al retiro vacacional ginebrino Villa Mundi, adquirido y renovado por el WEF. Se dijo también que Hilde, esposa de Schwab, había facturado a la organización algunos viajes privados, mientras él era acusado de haber utilizado al personal del foro para una campaña que buscaba que él ganara el Premio Nobel de la Paz.
«Siempre me preguntaré si fue la reunión con Legarde la que desencadenó todo», dice una fuente de alto nivel del WEF. «Es como si alguien hubiera manifestado indignación porque él tenía la intención de quedarse algunos años más».
Las imputaciones resultaron fatales. Schwab tuvo que dimitir y el foro contrató a Homburger para realizar una investigación independiente. Furioso con esta situación, el fundador del WEF emprendió paralelamente acciones legales para limpiar su nombre: interpuso una denuncia penal en Ginebra contra partes desconocidas y otra demanda civil en junio contra el propio WEF, según divulgó el FT.
«Eso no fue un movimiento en contra de la junta. Se trataba de asegurar que Klaus pudiera llevar su caso a los tribunales para recibir un trato justo», explica una persona familiarizada con el caso.
Fuentes internas aseguran que la investigación realizada por los abogados fue intensa, pero también justa. «Fue un trabajo minucioso. El proceso realizado la segunda vez fue como el día y la noche. Durante la primera investigación sentí que me acusaban de algo. En la segunda me garantizaron el anonimato y que nadie podría tomar represalias. Otras personas entrevistadas con las que hablé, y yo mismo, sentimos que podíamos sincerarnos», asegura una de las fuentes interrogadas en ambas investigaciones.
En agosto, cuando se presentó el informe de Homburger, se confirmó que la mayoría de las denuncias, incluso las más serias, no tenían un sustento sólido.
De acuerdo con el informe, que aún no es de carácter público, pero al que tuvo acceso parcialmente el FT, el equipo investigador revisó 45.000 partidas de gastos de Schwab. La empresa de consultoría fiscal BDO encontró que los gastos privados que se habían facturado erróneamente en un lapso de 13 años sumaban menos de 5.000 francos suizos y eran producto de errores que «no habían sido ocultados deliberadamente», según las conclusiones. El equipo de investigación no logró determinar si había más gastos de este tipo. El presupuesto de viajes era elevado, pero se consideró que tenía una justificación comercial.
Las denuncias por acoso sexual y por discriminación por edad fueron desestimadas. Las acusaciones por maltrato a personas empleadas por la organización también se quedaron sin sustento, pero el informe dejó constancia de que había procesos confusos y una gestión poco eficiente.
Sobre la controversia en torno al Informe de Competitividad Global, se consideró de carácter procedimental. Schwab había presionado para actualizar la metodología con objeto de reflejar la preparación digital, lo que habría impactado la clasificación de los países. India, por ejemplo, cayó al lugar 77 cuando en la edición 2017-2018 estaba en la plaza 40 del informe. Inquieto ante la posibilidad de que el cambio pudiera parecer arbitrario, Schwab regresó al modelo antiguo, pero incluyó un anexo que explicaba los cambios. También expresó el temor de que el impacto que las modificaciones habían tenido para el Reino Unido, que había pasado del séptimo al segundo lugar, pudiera ser «explotado por el bando del Brexit».
La junta directiva dio luz verde a la iniciativa Metaverse -bajo la marca «Aldea de Colaboración Global»- y fue el hijo de Schwab, Olivier, quien fue nombrado para un puesto de liderazgo, pero después de competir por el cargo. De forma semejante, Villa Mundi fue comprada y renovada con la anuencia de la junta directiva, el diseñador de interiores de Schwab fue elegido para esta tarea, pero porque ofreció tarifas por debajo del mercado. Y no se encontraron pruebas de que el acceso a este sitio hubiera sido injustificadamente restringido.
Otras denuncias -por ejemplo, un juego de té ruso o unos gemelos de Tiffany que habían sido ofrecidos como regalos- no pudieron verificarse. El WEF carecía de un inventario formal. Pero el equipo investigador señaló que Hilde Schwab había rechazado en algún momento una pintura porque le parecía indecoroso aceptarla.
Nada de lo antes dicho podía ser considerado una conducta delictiva. Sin embargo, para integrantes de la junta directiva y personas con cargos ejecutivos en el WEF, el informe confirmaba un problema más profundo: un control irresponsable de Schwab. El informe Homburger reveló que incluso había considerado la posibilidad de trasladar la sede del WEF a Dubái, un plan que fue abortado, pero que la mayor parte de la junta directiva desconocía en aquel momento.
«Klaus dirigía el foro como lo hace el fundador de una empresa emergente», dice una persona cercana a la junta. Añade que efectivamente, muchas cosas se aprobaban formalmente. Pero nadie lo controlaba. Había integrantes de la junta que estaban ahí para recompensarles por algo. Así que pocas personas estaban dispuestas, o interesadas, en plantarle cara.
El informe corroboró la frágil supervisión que había en el WEF y que eran poco claros los límites entre los intereses personales y los institucionales. Sin embargo, al no encontrarse indicios de delitos, la junta se vio confrontada a un incómodo dilema. La demanda interpuesta por Schwab y la persistencia del escándalo estaban ensombreciendo los preparativos para Davos 2026.
«Cuando el informe fue presentado, algunos integrantes de la junta quedaron muy sorprendidos. Esperaban que resultara culpable, pero no se encontró nada», afirma una fuente de la junta. «Obviamente, teníamos que llegar a un acuerdo y seguir caminando».
El presidente interino, Brabeck-Letmathe, dimitió de forma inmediata tras alcanzarse un acuerdo con Schwab. En una carta que dirigió a la junta directiva y al director ejecutivo del WEF, Børge Brende, argumentó que había un ambiente de trabajo tóxico. Aunque Brabeck-Letmathe fue uno de los primeros patrocinadores y partidarios de Schwab, manteniéndose profundamente involucrado en el foro, actualmente los dos hombres no se dirigen la palabra.
El acuerdo con Schwab incluía una indemnización financiera, una provisión para la pensión y una declaración formal que le exoneraba de cualquier irregularidad, estableciendo una clara separación entre el fundador y la organización. Pero la decisión de no hacer público el informe generó presunciones de que Schwab estaba siendo encubierto.
«Hay quienes lo calificaron de encubrimiento. Pero no lo fue», afirma un directivo del foro. «Klaus podía ser difícil, arrogante y cambiar cinco veces al día de opinión, pero no se estaba enriqueciendo. No es una mala persona».
Sin embargo, el ánimo es frágil dentro del WEF. «En latín se dice: ¿Cui bono? No es claro que alguien se haya beneficiado. Klaus perdió, Brabeck perdió, la junta directiva se dividió y la reputación del foro se vio afectada… Si (la intención de la persona denunciante) era simplemente echar a Klaus, parece una victoria pírrica», expresó otro empleado.
Schwab siente que le ha sido arrebatada la dignidad que considera que le pertenece, según su círculo más cercano. Creó el foro desde cero con recursos propios en 1971, y transformó al WEF de un simposio de gestión a una institución global con una influencia cuasi diplomática y con una facturación de más de 500 millones de dólares anuales. Puede ser que haya gestionado cosas del foro y de su evento principal de forma más personal, pero fuentes cercanas consideran que él siempre estuvo convencido de que actuaba buscando el más alto interés de la organización.
«Dedicó su vida al foro y sin su presencia, ya no será lo que es hoy», afirma una fuente cercana a Schwab. «Ahora hay una sensación de que le han arrebatado no solo el cargo, sino también su legado».
Para los expertos, lo más irónico es que todo el desasosiego que hay de puertas adentro del WEF refleja también el destino del orden multilateral que él defendía.
La crisis del WEF pone punto final a toda una era: al periodo de integración global posterior a la Guerra Fría, al optimismo de mercado y al institucionalismo liberal. Esa era dio vida a Davos, y durante décadas Davos la encarnó.
Sin embargo, el mundo es muy distinto en 2025. La economía global se ha fragmentado, la política relacionada con el cambio climático influye directamente las agendas nacionales y las nuevas tecnologías enrarecen la visión de las sociedades sobre el futuro.
La premisa fundadora del WEF de que el diálogo entre las élites es capaz de superar las diferencias suena cada vez más desfasado, especialmente porque el discurso del foro de «reiniciar» el capitalismo y reconfigurar el futuro global alimenta afirmaciones conspiratorias infundadas de que el evento orquesta crisis para expandir el control de los más poderosos sobre la gente de a pie.
Por otra parte, nuevos rivales han ido ganando espacios. La Conferencia de Seguridad de Múnich ha expandido su espectro sobre la defensa de un debate geopolítico más vasto. La Iniciativa de Inversión Futura de Riad, que cuenta con apoyo estatal, ya es llamada el «Davos del desierto», confirmándose como una alternativa brillante. China también promueve espacios de diálogo propios bajo el estandarte del Cinturón y la Ruta.
«Davos siempre ha sido un reflejo de lo que ocurría en el mundo en general», dice Thierry Mallaret, quien ha compartido coautoría con Schwab en varios libros y cuya próxima obra se llama La muerte de Davos. «Hubo un momento de gloria porque Occidente se había embriagado con su propio poder, pero eso ya se terminó. El futuro será multipolar. Así que habrá eventos en China, Riad, Aspen… y el Davos europeo irá desdibujando poco a poco su relevancia».
La supervivencia del foro depende actualmente de su capacidad para reinventarse -en lo estructural, cultural y político- en un mundo que dejó de creer en el consenso de las élites, coinciden Mallaret y otras fuentes. Un cambio que exige algo más que renovar a las figuras a cargo de copresidir el WEF. Se necesita un ajuste de cuentas que imponga límites y reaccione contra la globalización que ha celebrado.
La prueba más inmediata tendrá lugar en enero. Fink se ha involucrado personalmente mucho más de lo que se esperaba para garantizar la presencia de superestrellas de Estados Unidos en el foro, según una fuente cercana a la organización del evento.
Otras figuras corporativas de primer nivel de la junta directiva han recibido presión para llevar a Davos a líderes y gigantes industriales de alcance global, para que los asistentes sientan que son retribuidos por lo que pagan. Brende ha viajado sin descanso por Europa y América Latina por esta razón.
En opinión del personal del WEF es mucho lo que está en juego. «Existe el temor de que, si no somos capaces de ofrecer un buen Davos, algunos socios reconsideren su relación (con el foro)», asegura el director del WEF.
Una figura, en particular, destaca en la lista de personas invitadas. «Deberían apuntar a Trump», afirma Breiding. «Tiene poder de convocatoria, sobre todo en Silicon Valley». Una fuente de la junta directiva confirmó que se sostienen «prometedoras» conversaciones con respecto a la presencia del mandatario estadounidense, quien asistió a Davos en dos ocasiones durante su primer mandato. «Toda la atención está puesta en que la próxima edición sea exitosa», refiere una fuente de la junta directiva. «Larry Fink es quien tiene más posibilidades de lograrlo».
Un portavoz del WEF afirmó que se ha registrado una «participación histórica» de socios en la fase de inscripción.
Pero después de Davos 2026, el WEF deberá encarar un reto aún más profundo: seguir siendo relevante. Hay voces críticas que aseguran que el contenido de sus reuniones se tornó insulso y en sus paneles predomina un pensamiento convencional. «Antes era innovador. Ahora es políticamente correcto y se le observa dominado por patrocinadores como las consultores. Nadie quiere ir a Davos a escuchar lo que Macron tiene que decir».
Hay quienes sugieren que el WEF debe abrirse a recibir empresas de sectores que Schwab rechazaba, como las armamentísticas. «La defensa se está convirtiendo en un bien público en Europa tras la invasión rusa de Ucrania y Trump. Esta podría ser una nueva dirección», dice un antigua fuente ejecutiva del WEF.
Otras voces sostienen que el valor del foro reside en lo que sabe hacer con maestría: convocar y provocar el diálogo. Aunque aún está por verse que tanto es capaz de lograr la nueva cúpula directiva.
Brabeck-Letmathe era una pieza clave en las actividades y asuntos de la junta directiva.
«Después de enero, el foro necesita un replanteamiento integral. Pero no está claro que la junta actual tenga esto en mente», afirma una fuente directiva sénior.
No obstante, incluso los más altos cargos del WEF admiten que se necesita un cambio medular. «Sin duda el WEF tiene una razón de ser. Es más importante que nunca», afirma una fuente del consejo directivo. «Pero empezó a perder el rumbo cuando decidió convertirse en un ‘foro de impacto’. Su objetivo era fungir como facilitador de resultados, no ser un generador de ellos. El WEF debería ayudar a otras instancias a mejorar el estado del mundo, no pretender hacerlo solo».
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Texto adaptado del inglés por Andrea Ornelas. Revisado por Carla Wolff.

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