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Pablo Iglesias, el revolucionario que sacudió la política española

Pablo Iglesias llega al palacio de la Moncloa para la primera reunión del nuevo gobierno de coalición de izquierdas, el 14 de enero de 2020 en Madrid afp_tickers

En un país herido por la crisis, Pablo Iglesias irrumpió como un torbellino en la política española prometiendo llevar al poder a la izquierda radical. Ahora, con su partido en horas bajas, da un paso al lado abandonando el gobierno español.

Por momentos, este profesor universitario con pasado comunista pareció en condiciones de emular a su amigo y admirado Alexis Tsipras, el líder de izquierda radical que alcanzó el gobierno en Grecia (2015-2019) y plantó cara a la austeridad recetada desde Bruselas.

Pero su «asalto a los cielos» se quedó corto: los cinco millones de votos obtenidos en 2015 en sus primeras legislativas no sirvieron para superar al histórico partido socialista de Pedro Sánchez, con el que acabarían formando hace un año el primer gobierno de coalición de la historia moderna de España.

Sin renunciar a su característica cola de caballo ni su estilo informal, Iglesias asumió la vicepresidencia segunda del ejecutivo a la que renunció este lunes para aspirar a dirigir la importante región de Madrid y facilitar un relevo en su discutido liderazgo de Podemos.

«En política hay que tener valentía, valentía para ser capaz de comprender cuando llega el momento de dejar paso a nuevos liderazgos», dijo Iglesias, que quiere ceder su vicepresidencia a la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz.

Tras un año en el que se ha visto a menudo atrapado en su rol de aliado y a la vez competidor de los socialistas, Iglesias podrá ahora mantener «un pie dentro del gobierno y otro fuera, con más comodidad, para poder dedicarse a la crítica política», indicó el analista Pablo Simón.

– Pasión política e hiperliderazgo –

Nacido en Madrid el 17 de octubre de 1978, el todavía líder de Podemos lleva la política en las venas casi desde el nacer, cuando sus padres decidieron bautizarle en honor al fundador del partido socialista español, Pablo Iglesias.

Hijo de una abogada laboralista y de un inspector de trabajo encarcelado durante la dictadura de Francisco Franco (1939-1975) se afilió a las Juventudes Comunistas con 14 años, empezando una temprana militancia que lo llevaría a interesarse por los movimientos antiglobalización y el nuevo socialismo surgido en América Latina.

Toda esta pasión se tradujo en una exitosa carrera universitaria: doctorado en ciencias políticas, licenciado en derecho, máster en comunicación y cinco años de docencia en la Universidad Complutense de Madrid, donde entraría en contacto con quienes serían el núcleo fundador de Podemos.

Creado al calor del movimiento de protesta de los «indignados» estallado en España en 2011, Podemos irrumpió en el tablero español en 2014 denunciando la austeridad y la corrupción, con ataques furibundos a la «casta» política y económica que dirigía el país.

Carismático y conocido por su participación en tertulias televisivas o en un programa de entrevistas dirigido por él mismo, Iglesias era el alma del proyecto hasta el punto de aparecer su cara, con cola de caballo incluida, en las papeletas de Podemos en sus primeras elecciones, las europeas de 2014, cuando obtuvieron por sorpresa cinco diputados.

Este hiperliderazgo generó fuertes discrepancias con otros fundadores e inclusos escisiones dentro de la joven formación que ahora dirige con su mujer y ministra de Igualdad, Irene Montero, como mano derecha.

Con ella, Iglesias, que presumía de haberse criado en el humilde y obrero barrio de Vallecas en Madrid, se compró un chalé con piscina de más de 600.000 euros en las afueras de la capital donde viven con sus tres hijos, una discordia que provocó fuerte debate interno en la formación.

Las alabanzas cosechadas entre los suyos contrastan con la demonización que ha hecho de él la derecha, que critica sus vínculos con la izquierda latinoamericana y el chavismo, su pasada militancia comunista o su cercanía con los separatistas vascos y catalanes.

Ahora, con su retirada de la política nacional para centrarse en la regional de Madrid, se marca un arriesgado reto: desbancar de la presidencia a la controvertida conservadora Isabel Díaz Ayuso, que le dio la bienvenida a la campaña electoral con el eslógan: «comunismo o libertad».

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