‘Ni olvido, ni perdón’
“Sanar los daños del olvido” busca el documental de Richard Dindo, debutante en Locarno, al revivir los dramáticos hechos de 1968 en México.
Otros cineastas tornaron la mirada al continente americano en el Festival Internacional de Cine de Locarno.
En la sección del festival llamada Derechos Humanos se presentó en primicia absoluta el documental ‘Ni olvido ni perdón’, último e interesante trabajo de uno de los cineastas actuales más conocidos: el suizo Richard Dindo.
No es la primera vez que Dindo se ocupa de Latinoamérica; de hecho, en 1994 rodó el documental ‘El diario del Che en Bolivia’, ni tampoco es la primera vez que trata un tema político, siendo un autor conocido especialmente por su obra militante.
Casi todos los documentales de Richard Dindo tienen como propósito “contribuir a sanar los daños del olvido”, como él mismo dice.
Aquí se recuerdan hechos de hace 34 años, de cuando se celebraban los Juegos Olímpicos en la Ciudad de México y el gobierno de entonces no veía con buenos ojos las manifestaciones estudiantiles y obreras.
En lugar de pactar una tregua con los estudiantes, que sí se mostraban dispuestos a ello, se optó por la represión feroz.
Violines y trompetas
Para “cuidar” la imagen del gobierno, por puras razones de “prestigio” internacional, y para demostrar al Comité Olímpico Internacional que en México “no pasaba nada”, el ejército mexicano, enviado por el presidente Díaz Ordaz y el ministro del interior, Luis Echeverría, causó la muerte de 400 personas, traumando a la sociedad mexicana e impactando al mundo entero.
Los hechos quedaron en el silencio y la represión continuó durante años. Hasta que un nuevo partido político llegó al poder recientemente.
Entre los méritos del documental está el dejar muy claro que la fecha de la masacre, el 2 de octubre 1968, cambió para siempre el rostro de México y sentó las premisas para una real alternancia democrática.
Formalmente destaca el uso que Dindo hace de dos de los instrumentos musicales más populares en México: los violines y las trompetas, tradicionalmente tocados para expresar alegría e intensos sentimientos, y que aquí contribuyen para lograr el timbre de angustia y de miedo perenne que entonces impregnaba la vida de los mexicanos.
En Locarno 2003, otros filmes proyectados este fin de semana se refieren a la juventud, entre ellos la película del italiano Lucio Pellegrini, ‘Ora o mai piú’, sobre la represión policial de los jóvenes antiglobalización que protestaron durante el G8 en Génova.
Introspección a la juventud
La directora estadounidense, Catherine Hardwicke, presentó por su parte un convencedor filme acerca de la adolescencia femenina, ‘Thirteen’.
Hace ver cómo niñas púberes, hasta ese momento equilibradas, se transforman en histéricas, consumistas, narcisistas y autodestructivas.
La causa parece ser la obligación que sienten de estar siempre a la altura de las expectativas del grupo y de los chicos que las rodean.
También Bolivia dio su contribución a la descripción del actual mundo juvenil con la película digital ‘Dependencia sexual’ de Rodrigo Bellot.
Filmado con dos cámaras situadas en un mismo plano en la pantalla intenta mostrar la “doble mirada” del autor. Bellot es un boliviano que creció en Estados Unidos, es perfectamente bilingüe y tiene una visión “mixta” de las cosas. Son 5 biografías de jóvenes enfrentados a las cuestiones de la sexualidad.
Mirada hacia Cuba
En este domingo (10.08), Locarno fue la sede de un encuentro entre realizadores cubanos y eventuales productores interesados en financiar proyectos cinematográficos cubanos. Tal es el caso del director cubano Juan Carlos Cremata, al cual no le faltan ideas.
La película que Cremata presentó en Locarno, ‘Nada +’, ha sido bien acogida por la crítica.
Se trata de una conmovedora historia, a ratos irónica, pero con un mensaje serio.
Una empleada de correos de La Habana viola el Código Civil en nombre del respeto de otro código: el del corazón.
Sucede que la chica roba las cartas de la oficina postal para leerlas ella.
Lo singular es que inventa, sucesivamente, hermosas respuestas que envía a los remitentes, haciéndolas pasar por cartas auténticas.
Las personas viven entonces momentos de felicidad creyendo ser objeto de amistad, amor o pasión que, en cambio, son sido de Carla, la empleada y escritora en ciernes.
Hacia el final, ella, como muchos otros antes que ella, deberá decidir si debe quedarse en Cuba o partir.
El director Cremata concluye la cinta afirmando que “si todos nos vamos, si no nos quedamos, no va a cambiar ‘Nada”.
Lupita Áviles, Locarno
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