Una pareja muy comprometida
Cuando Hans Zurbrügg llegó a México sintió que algo faltaba en el paisaje: "¿Dónde están los charros?"
Hoy, 43 años después, se ríe de las imágenes que le habían creado las películas de la época y de los estereotipos que traía en la mente.
Con un contrato por un año de la compañía Scholl, fabricante de maquinaria textil, Hans Zurbrügg arribó a la ‘Ciudad de los Palacios’ con la misión de colaborar en la introducción de los equipos suizos en las empresas locales. Su tarea específica era enseñar el manejo de las máquinas.
Los primeros retos para el joven ingeniero fueron el dominio del español y la integración a un país tan diferente al suyo. No tardó mucho. Al concluir su compromiso con la firma helvética (que se prolongó 12 meses más) tenía un contrato con una empresa mexicana del mismo sector, en la que habría de pasar los siguientes 25 años.
Se desempeñaría luego en la entonces denominada Ciba-Geigy, en la que invirtió 14 años de su vida, en el departamento de mercadotecnia.
Hans Zurbrügg había echado raíces en ese país que le escamoteaba los charros pero que lo colmó con la generosidad y la hospitalidad de su gente. Al año de su llegada conoció a Jacqueline y con ella fundó una familia que se reparte ahora entre Suiza y México, como él mismo lo ha hecho a través de casi medio siglo.
Nuestro segundo hogar
«México es nuestra segunda tierra, nuestro hogar», comenta este suizo oriundo de Zofingen, que con los años se convirtió en uno de los más afanosos promotores de las instituciones suizas establecidas en México.
Ahora, él y su esposa encabezan las más antiguas entidades sociales y filantrópicas de cruz blanca: El Club Suizo, la Sociedad Suiza de Socorros, la Asociación Sesenta Plus y la Asociación Benéfica de Damas Suizas.
Los Zurbrügg participan con empeño en los preparativos de la Fiesta Nacional del 1º de Agosto. Que no falte nada: El mensaje del presidente para ‘la Quinta Suiza’; las canastas de Nestlé para la tómbola; el aparador de Victorinox; el acordeón de Karl Eberhard y el cuerno alpino de Ueli Schaerer.
Suman también sus esfuerzos a las tareas de recolección de fondos para las obras benéficas; a la organización de los eventos deportivos con el Colegio Suizo, a las estrategias de intercambio con la sociedad anfitriona.
En sus frecuentes viajes a Suiza, particularmente en los primeros años, Hans Zurbrügg solía llevar informes que él mismo elaboraba y que daban minuciosa cuenta de la situación económica del país que lo acogía. Se empapaba cada vez más de su nueva realidad.
La nobleza de México
Ahora, cuando le pedimos su impresión sobre la que considera su segunda patria, analiza: «México ha sido capaz para mucho. Es un país noble, con muchas costas, buen clima, buenos terrenos. Su gente es amable, abierta, hospitalaria. Con todo eso -sentencia-, nos debemos un buen gobierno».
Le entristece que por mala organización se abandonen los campos, y la producción no corresponda a la generosidad del agro. «Si México trabajara más para tener más agua, si construyera más infraestructura para recogerla …», apunta, por su parte, Jacqueline. «Si tuviéramos mejores políticos …», remata ‘Her’ Zurbrügg.
La presidenta de las Damas Suizas elogia la riqueza de la historia de México, la belleza de sus playas, la unión de sus familias.
Seguramente todo ello pesó fuerte en la decisión de la pareja de construir su hogar en la entonces ‘Región más Transparente’.
Marcela Águila Rubín, México
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