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75 años de derechos humanos: ¿qué se puede celebrar?

All seven living human rights chiefs
Estas personas, aún con vida, se han ocupado del puesto más alto en la defensa de los Derechos Humanos en Naciones Unidas: Volker Türk, Mary Robinson, Louise Arbour, José Ayala Lasso, Zeid Ra'ad al Hussein, Michelle Bachelet y Navi Pillay. Illustration: Helen James / SWI swissinfo.ch

Hace 75 años, el mundo se unió en torno a un documento pionero. La Declaración Universal de los Derechos Humanos reflejaba una creencia compartida en el "nunca más", una creencia en que la humanidad necesitaba establecer normas y principios para sí misma, con el fin de garantizar que los horrores de la Segunda Guerra Mundial no se repitieran jamás. SWI swissinfo.ch habló con las siete personas aún con vida que han ocupado el puesto de mayor rango en Naciones Unidas para defenderla, a fin de comprender la relevancia del texto en la actualidad. 

¿Hay algo que celebrar en este 75 aniversario? Merece la pena recordar lo que promete la DeclaraciónEnlace externo: el derecho a la libertad de expresión, a la educación, a no ser torturado, al asilo si nos persiguen, y mucho más.

Según la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, actualmente hay 55 conflictos en todo el mundo. En Ucrania, Sudán y Gaza hay pruebas contundentes de que se están cometiendo crímenes de guerra.

Casi todas las naciones del mundo -192 países- han firmado la declaración. Eso significa que nuestros gobiernos deben garantizarnos esos derechos y protecciones. ¿Pero lo hacen? Respuesta corta: no. Respuesta larga: no todos, no todo el tiempo.

¿Es vinculante?

Las Naciones Unidas tienen la misión de defender la Declaración Universal. Eso equivale a aspirar a lograr lo imposible. Sin embargo, lleva a cabo esa misión recordando, e incluso condenando, a los gobiernos que abusan de los derechos de sus ciudadanos.

La responsabilidad recae en el Comisionado de Derechos Humanos de la ONU, un cargo que la ONU ni siquiera tuvo hasta la década de 1990, cuando la guerra fría se descongeló y hubo, aunque brevemente, un optimismo genuino de que el multilateralismo podía funcionar.

A lo largo de este año de aniversario, he tenido el privilegio de entrevistar a los hombres y mujeres que han dirigido la labor de la ONU en materia de derechos humanos a lo largo de las décadas. Puede escuchar todas esas entrevistas exclusivas en profundidad en nuestro podcast Inside Geneva, en inglés.

El ecuatoriano José Ayala Lasso, actualmente de 91 años, fue el primer Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos. Me contó que, cuando los Estados miembros de la ONU negociaban las condiciones de su cargo, algunos gobiernos pensaban que los principios contenidos en la declaración eran buenos objetivos, mientras que otros pensaban que debían ser obligatorios y abogaban por algún tipo de mecanismo para defenderlos o incluso hacerlos cumplir. 

“Intenté apoyar la segunda postura”, declaró a Inside Geneva.

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Jose Ayala Lasso, the first Human Rights Commissioner

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José Ayala Lasso: “No debemos perder la fe”

Este contenido fue publicado en El primer Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos habla con SWI swissinfo.ch sobre por qué aceptó el que se conoce como “el trabajo más duro” de la ONU.

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Grandes retos

Pero como sabemos, incluso con el Derecho Internacional y los Convenios que lo respaldan, la ONU tiene grandes dificultades para hacer cumplir cualquier cosa. Cuando Ayala Lasso asumió su cargo en la primavera de 1994, la guerra en la antigua Yugoslavia hacía estragos y el genocidio en Ruanda acababa de comenzar.

A pesar de tener una oficina diminuta y un presupuesto aún más diminuto, Ayala Lasso estaba decidido a ir a Ruanda, en un intento de detener la violencia. “Tenía que ir”, me dijo. Pero cuando llegó a Ruanda ya era mayo, y el líder tutsi Paul Kagame se quejaba amargamente de que el genocidio infligido a su pueblo estaba “a punto de concluir”.

El fracaso de la ONU en Ruanda, aunque no fue culpa del recién creado comisionado de derechos humanos, afectó a la sucesora de Ayala Lasso, Mary Robinson. Como presidenta de Irlanda había visitado Ruanda en varias ocasiones y había sido recibida calurosamente. Cuando acudió en representación de la ONU, recuerda que “cuando llegué con mi sombrero de la ONU me despreciaron completamente y, de hecho, me humillaron”.

Su experiencia demuestra la enorme distancia que sigue existiendo entre las esperanzas depositadas en las Naciones Unidas y lo que sus funcionarios pueden conseguir realmente. Esa brecha quedó aún más crudamente ilustrada tras el 11-S, cuando Estados Unidos, la mayor superpotencia mundial, empezó a cuestionar los principios más fundamentales de los derechos humanos.

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Por aquel entonces, la canadiense Louise Arbour era Comisionada de Derechos Humanos de la ONU. Abogada del Tribunal para la antigua Yugoslavia, ya había saltado a los titulares al acusar a Slobodan Milosevic de crímenes de guerra. Esa acusación fue, según me dijo, “una reivindicación para mí de la importancia de la ley. Del Estado de Derecho como principio organizador de la sociedad moderna”.

Pero la Comisaria de Derechos Humanos no es juez ni fiscal, así que cuando Estados Unidos, tras el ataque a las torres gemelas en su territorio, cuestionó si la ley que prohíbe la tortura debía aplicarse en la guerra contra el terrorismo, Arbour sólo contaba con el poder de persuasión o condena de la ONU.

Aunque hoy se pregunta de qué sirve “gritar en el desierto”, también le preocupa que el doble rasero que perciben las superpotencias occidentales provoque frustración en otros países, que se sienten aleccionados. “A medida que Occidente promovía sus supuestos valores”, explica Arbour, “otros empezaron a darse cuenta de que, felizmente para Occidente, sus valores siempre coincidían con sus intereses”.

¿Algún resultado?

Aunque hoy se pregunta de qué sirve “gritar en el desierto”, también le preocupa que el doble rasero que perciben las superpotencias occidentales provoque frustración en otros países, que se sienten aleccionados. “A medida que Occidente promovía sus supuestos valores”, explica Arbour, “otros empezaron a darse cuenta de que, felizmente para Occidente, sus valores siempre coincidían con sus intereses”.  

O miremos a Michelle Bachelet, que dejó el cargo el año pasado. Se vio sometida a una enorme presión por un informe muy retrasado sobre el trato de China a su comunidad uigur. Confiesa a Inside Geneva que sufrió “presiones diarias” de quienes querían publicarlo y de quienes no. 

“Tenía que hacer mi trabajo”, recuerda, lo que significaba no ceder a esas presiones. Cuando finalmente se publicó el informe, era contundente y sugería que China podría estar cometiendo crímenes contra la humanidad.

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Desgraciadamente para Bachelet, la controversia sobre el retraso eclipsó otros valiosos trabajos que realizó, en particular la inclusión del racismo sistémico, sobre todo por parte de las fuerzas del orden, en la agenda de los derechos humanos.

Para saber más sobre los altibajos, las lágrimas y las risas de estos campeones de los derechos humanos, tendrás que escuchar Inside Geneva. Pero te dejo con un recordatorio: Volker Türk, el actual Comisario de Derechos Humanos de la ONU, está decidido a poner el foco en la declaración universal, un documento que califica de “transformador”.

Todos sus predecesores coinciden con él. “No debemos perder la fe en la capacidad del ser humano para actuar correctamente”, afirma hoy Ayala Lasso. “Los derechos humanos son la respuesta”, reitera Mary Robinson. 

Arbour cree que cualquiera que llegara de otro planeta y leyera la declaración universal “pensaría que ha llegado al cielo”. Navi Pillay destaca que ninguno de los 192 países que la han firmado se ha apartado de ella. 

Zeid Ra’ad al Hussein explica que “lo que estamos haciendo es intentar hacer un ser humano mejor. ¿Quién podría discutir eso?”. Bachelet es un poco más pragmática: “La Declaración Universal sigue siendo válida. Porque da una norma mínima, de cómo podemos vivir juntos”.

Y Türk, mirando a esos 55 conflictos en todo el mundo, dice que debemos “aprender de estas crisis” y poner los derechos humanos en el centro de todo lo que hacemos. Las Naciones Unidas, como siempre, con aspiraciones. Esperemos que este año también sea inspiradora.

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En 2023 se celebra el 75 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, un conjunto de principios pioneros que se ha convertido en el documento más traducido del mundo. El actual Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Volker Türk, describe la declaración como “un documento transformador […] en respuesta a los cataclísmicos acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial”.

El primer comisionado de la ONU, el ecuatoriano José Ayala Lasso, tomó posesión de su cargo en 1994. ¿Por qué se tardó tanto en nombrar a alguien cuando la Declaración Universal se redactó en 1948?

Nuestro podcast Inside Geneva ha entrevistado a todas las personas aún con vida que han ocupado el puesto de Alta Comisionada o Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (un puesto que a veces se denomina el más difícil de la ONU) para conocer sus experiencias, sus éxitos y sus retos. Estos son los enlaces a podcast de Inside Geneva en inglés: Navi Pillay, Mary Robinson, Michelle BachelletZeid Ra’ad Al Hussein, José AyalaVolker Türk

Adaptación del inglés al español: Patricia Islas

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