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José Ayala Lasso: “No debemos perder la fe”

Jose Ayala Lasso, the first Human Rights Commissioner
José Ayala Lasso, primer Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. illustration: Helen James / SWI swissinfo.ch

Han pasado casi 40 años desde que tomó posesión de su cargo, pero José Ayala Lasso, el primer Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, no ha perdido la fe en la humanidad.

Hoy en día, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos es uno de los organismos más conocidos de la ONU. Tiene múltiples comités (sobre discriminación racial, sobre los derechos del niño, sobre la prevención de la tortura, por ejemplo), y docenas de relatores especiales, cuyo trabajo consiste en examinar todos los aspectos del historial de derechos humanos de los Estados miembros. Pero no empezó así. En 1948, cuando se creó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, no había Comisionado de Derechos Humanos de la ONU, ni Consejo de Derechos Humanos de la ONU, ni relatores especiales. Cuando lo entrevisté, José Ayala Lasso señaló que la Guerra Fría y las distintas interpretaciones de lo que la declaración exigía realmente a los Estados miembros se interpusieron en el camino.

A lo largo de 2023, SWI swissinfo.ch ha estado conmemorando el 75 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, un conjunto de principios pioneros y también -dato curioso- el documento más traducido del mundo. El actual Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Volker Türk, describe la declaración como “un documento transformador… en respuesta a los cataclísmicos acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial”.

El primer comisionado de la ONU, el ecuatoriano José Ayala Lasso, tomó posesión de su cargo en 1994. ¿Por qué se tardó tanto en nombrar a alguien cuando la Declaración Universal se redactó en 1948?

Nuestro podcast Inside Geneva, en inglés, ha entrevistado a todos los antiguos Altos Comisionados de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (un puesto que a veces se denomina el más difícil de la ONU) para conocer sus experiencias, sus éxitos y sus retos.

Ese estancamiento se prolongó durante casi 50 años, durante los cuales la labor de la ONU en materia de derechos humanos se limitó a una pequeña y discreta oficina en Nueva York. Pero cuando terminó la Guerra Fría en 1989, se produjo una oleada de optimismo multilateral, como la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD), también conocida como Cumbre de la Tierra, celebrada en Río en 1992, y la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social de Copenhague en 1994. Durante unos breves años, el mundo se unió en torno a algunos grandes objetivos, entre ellos la Conferencia Mundial de Derechos Humanos de Viena en 1993.

Lasso, que ahora tiene 91 años, representaba a Ecuador en la ONU. Estaba inmerso en las negociaciones para la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU, y no estaba especialmente interesado en pasar a las negociaciones sobre la labor de la ONU en materia de derechos humanos.

Pero cuanto más pensaba en ello, más se convencía de que había llegado el momento de situar la Declaración Universal en el centro de la labor de la ONU, con un comisionado de derechos humanos a cargo de un equipo con sede en Ginebra que defendiera los principios de la declaración, principios que Lasso creía que debían ser obligatorios.

“Algunos [Estados miembros de la ONU] pensaban que era una declaración, no una ley obligatoria”, declaró al podcast Inside Geneva. “Otros pensaban que los principios de la declaración eran tan importantes que debían aplicarse como una ley. Yo intenté apoyar esta segunda postura”.

Cuando se llegó a un acuerdo para crear el cargo de Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, el entonces Secretario General de la ONU, Boutros Boutros-Ghali, recompensó a Lasso por su duro trabajo nombrándole el primero en el puesto. Asumió el cargo en abril de 1994, justo cuando empezaba el genocidio ruandés.

“Tenía que ir allí”, dijo. Pero cuando Lasso llegó a Ruanda, ya era mayo, y el líder tutsi Paul Kagame se quejaba amargamente de que el genocidio infligido a su pueblo estaba “a punto de concluir”. No obstante, el flamante comisionado de la ONU para los derechos humanos sintió que “tenía que hacer algo… la única acción que consideré útil en ese momento fue hablar con el gobierno, los hutus y los tutsis”.

Su estrategia llegó demasiado tarde, y no consiguió gran cosa, pero de hecho la ONU ya había fracasado en Ruanda antes incluso de que Ayala Lasso llegara a Ginebra a una oficina que no tenía “ni un dólar” de presupuesto y sólo dos funcionarios.

¿Diálogo o confrontación? 

Sus recuerdos de Ruanda y sus intentos de hablar con quienes cometían las más horribles violaciones de los derechos humanos son un hilo conductor de todas nuestras entrevistas con ex comisionados de la ONU para los derechos humanos.

¿Cuál es la mejor manera de enfrentarse a las atrocidades? ¿El diálogo o la confrontación? Los distintos comisionados han adoptado enfoques diferentes. Lasso cree que ambos son necesarios.

“Si ves los derechos humanos a través de la lente del comunismo, probablemente los veas de manera diferente que cuando los ves a través de los ojos de gobiernos democráticos. No creo que debamos aceptar las violaciones. Pero deberíamos intentar comprender las razones del otro: ¿Por qué un régimen totalitario actúa de una determinada manera?”

“El principio básico es el ser humano. Los seres humanos deben ser respetados. Son iguales en dignidad y en derechos, como dice la Declaración. Debemos creer, no debemos perder la fe en la capacidad de los seres humanos para actuar correctamente.”

Adaptación del inglés al español: Patricia Islas

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