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De patrulla con los “detectives de la basura”

Hombre con máscara y traje protector.
Cuando se trata de reunir pruebas en la lucha contra el vertido ilegal de residuos en la ciudad de Basilea, Ali Suvan a veces tiene que usar ropa protectora y una máscara. Eleni Kougionis

En lo que resulta un trabajo interminable, los controladores de residuos persiguen a quienes eliminan basura ilegalmente en las ciudades suizas. Ali Suvan, un "detective de residuos" de Basilea, disfruta esta tarea. Lo acompañamos en un recorrido de patrullaje.

“Basilea es una ciudad limpia”, dice Ali Suvan mientras maneja el camión por las estrechas calles del barrio. Es bueno que piense así, considerando que en el trabajo solamente se enfoca en la basura.

Cuando se abandona una lavadora vieja y arrumbada al costado de la carretera, no pasa mucho tiempo antes de que se acumule una montaña de basura a su alrededor. Los pasajes menos visibles son los lugares más delicados en este sentido. En las calles más anónimas del centro, los “basureros salvajes” suelen ser más frecuentes que en los suburbios, donde los vecinos se conocen y el control social actúa como elemento disuasorio. “Muchas personas ven los sitios de construcción como una invitación a dejar sus residuos”, dice Suvan.

 “Mucha gente ve a las obras en construcción como una invitación a deshacerse de sus residuos” Ali Suvan, “detective de residuos”

Durante la clásica patrulla de un miércoles cualquiera por la mañana, Suvan recibe una denuncia de los vecinos de un barrio residencial. Al parecer, una señora acostumbra tirar sus residuos por el balcón. Sin embargo, en el lugar no se encontró rastro alguno. El detective llama al timbre, pero nadie responde: nada nuevo, ssolamente escenas cotidianas. Sin embargo, el investigador no cree que su trabajo sea inútil: en su opinión, no se trata de resolver todos los casos.

Unas horas más tarde, uno de sus colegas sorprende a una señora vaciando una bolsa de papel llena de pañales en un basurero público.

Suvan es uno de los cuatro controladores de residuos de Basilea (actualmente, todos hombres). La labor de los “detectives de la basura”, como se los llama coloquialmente, parece tan exigente como ingrata: patrullan las calles en busca de residuos y, si han sido depositados ilegalmente, localizan a los culpables y los multan. Pero no acaba ahí: sensibilizan a la población sobre la importancia de reciclar y eliminar correctamente los desechos, además de ofrecer asesoramiento a las administraciones de los condominios.

Sin embargo, residuos y disciplina total son una combinación utópica. “El objetivo es que la gente nos conozca y sepa que estamos operativos”, asegura, mientras confiesa abiertamente que en su vida le ha pasado que no ha dispuesto de algo correctamente, “como todo el mundo”. Por eso los “detectives de la basura” no condenan moralmente las infracciones que ellos mismos persiguen.

El cliché de la puntillosidad suiza

Suvan contó que una vez, en un parque, él y sus colegas sorprendieron a un hombre que intentaba deshacerse de un gran panel de madera en una papelera pública a las cinco de la mañana. El hombre fingió no saber nada, pero los controladores de residuos no le creyeron y lo multaron con 100 francos. Explicó que es diferente para quienes abandonan un viejo colchón al borde de la carretera, ya que la multa asciende a 200 francos.

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Aquellos que son sorprendidos por los “detectives de la basura” arrojando una colilla al suelo rara vez niegan su acto. “Pero dicen que es la primera vez que lo hacen”. Poco importa que sea cierto o no: la multa por tirar basura asciende a 100 francos. Este trabajo requiere cierta calma. “Al fin y al cabo, no repartimos golosinas”, dice y razona, “entiendo que la gente se enoje en el momento”. Al imponer una multa, Suvan explica que a menudo tiene que soportar una serie de frases desagradables, pero luego la gente entra en razón. A diferencia de la policía, estos trabajadores no pueden detener a nadie, y para ellos la cooperación es primordial. En las situaciones más delicadas y como último recurso, pueden llamar a la policía, algo que rara vez ocurre.

Las multas por bolsas de basura negras son igual de elevadas. El camión de los inspectores está lleno de ellas. Como en el resto de Suiza, las normas para la eliminación de residuos en Basilea son muy precisas: los residuos domésticos deben eliminarse en las bolsas azules oficiales, que cuestan 2,30 francos por pieza. “Una suma al alcance de todos”, subraya.

La recolección de basura funciona dos veces por semana en la mañana temprano y está prohibido dejar bolsas de basura oficiales en la calle antes de las siete de la tarde del día anterior. Por esta razón, Suvan y sus colegas a veces también imponen multas a quienes se deshacen de sus residuos en bolsas azules: quienes las depositan en la calle demasiado temprano o en el día equivocado tienen que pagar, especialmente si se puede identificar al dueño del contenido de las bolsas. Ha leído bien: buscar en la basura forma parte del trabajo de detective de estos controladores.

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También está prohibido arrojar vidrio y aluminio en las islas ecológicas los domingos. Hace un par de años, una mujer alemana saltó a los titulares internacionales tras recibir una multa en Zúrich. A los ojos de muchas personas que llevan poco tiempo viviendo en Suiza, la estricta cultura suiza de los residuos es una pura molestia, un obstáculo que contribuye a la marginación. Los “detectives de la basura” encarnan el rigor suizo hasta tal punto que la televisión suiza de expresión alemana, SRF, ha dedicado una serie web satírica a esta profesión. Los controladores de residuos no solamente existen en Basilea: también están presentes en muchas otras ciudades del país, grandes y pequeñas, así como en el extranjero, por ejemplo en Francia y Canadá.

Entre los primeros del mundo 

A la pregunta de swissinfo.ch de si la Oficina de Medio Ambiente de Basilea recomienda la introducción de controladores de residuos en las ciudades y metrópolis con problemas de residuos, la respuesta es evasiva: “El control de residuos es, en última instancia, una cuestión política”. Basilea introdujo esta práctica hace unos diez años, a raíz de un proceso político que culminó con la solicitud de la Unión Democrática Conservadora (UDC), un partido de la derecha conservadora, de crear una “policía móvil de residuos”. El gobierno de Basilea revisa actualmente su propio arsenal de medidas de “limpieza urbana”. Incluso en el marco de la ciudad de Basilea, es difícil comprender cuál es la contribución real de los “detectives de basura”. El grado de limpieza de una ciudad, de hecho, es una cuestión de percepción individual.

En la opulenta Suiza hay mucha basura: desde hace años, la cantidad de residuos per cápita se ha mantenido casi invariable en 700 kg. El propio Ministerio del Medio Ambiente considera la situación “insatisfactoria”.  En una comparación de países europeos, solamente Dinamarca, Luxemburgo y Noruega registran cifras superioresEnlace externo. Sin embargo, ¿cómo reducir la cantidad de residuos? A nivel nacional e internacional, se está utilizando un amplio abanico de soluciones: se intenta reducir los envases o prolongar la vida útil de los productos, por ejemplo, de los aparatos electrónicos. Los “detectives de residuos” no están entre las soluciones contempladas.

La gestión de cantidades cada vez mayores de residuos es un problema internacional. Según Naciones Unidas, la huella material global está creciendo más rápido que la propia población mundial y la economíaEnlace externo. Por ello, uno de los “objetivos de desarrollo sostenible” es “garantizar modelos de producción y consumo sostenibles”. El último elemento de estos modelos son los deshechos que, mediante el reciclaje, pueden volver a ser los primeros. 

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A modo de comparación, el sistema suizo de reciclaje de residuos funciona bien. De las 318 709 toneladas de botellas de vidrio “consumidas” por la población en 2020, se reciclaron 314 691 toneladas, lo que según el Ministerio  del Medio Ambiente es una proporción equivalente al 99%. Para las latas de aluminio, la proporción reciclada es del 97%, y para las botellas de PET todavía es del 82%. Teniendo en cuenta todos los “residuos municipales”, la tasa de reciclaje de Suiza supera el 50%. Los “residuos municipales” también incluyen las bolsas de basura, que se queman en incineradoras.

Los trajes de protección también acaban en la basura

Al finalizar su patrulla, el camión de los “detectives de la basura” hace cola para entrar en la incineradora de Basilea. Ha recogido unas cuarenta bolsas. Comparado con los otros vehículos que esperan, el vehículo parece pequeño.

Suvan y su colega se ponen trajes protectores naranjas y máscaras antigás. Una vez listos, abren una bolsa ilegal tras otra con el cuchillo e introducen las manos. Si no encuentran pruebas, tiran todo a la cinta transportadora en la que la basura es clasificada a mano para terminar con el resto de los residuos. En las bolsas, encuentra desechos orgánicos, material enmohecido, botellas -que podrían reciclarse gratuitamente- e incluso una sartén. Los dos “detectives de la basura” se concentran y trabajan duro, hasta que… “¡Eureka!”, por fin una prueba: un catálogo de venta por correo con el nombre y la dirección del propietario impresos.

En menos de 15 minutos, los controladores de desechos recolectaron cinco evidencias flagrantes en una mañana; en días buenos, al parecer, el botín puede llegar a 15. Antes de volver a la oficina, los “detectives” tiran los trajes de protección desechables entre el resto de la basura: serán quemados junto con las 800 toneladas de residuos que acaban todos los días en el incinerador.

Adaptado del italiano por Norma Domínguez

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