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Alemania enfrenta la difícil y laboriosa reapertura de sus centrales a carbón

La planta de carbón de Moorburg en Hamburgo, en el norte de Alemania afp_tickers

Es más fácil decirlo que hacerlo. La decisión del gobierno de Alemania de optar por un mayor uso del carbón antes del invierno debido a la crisis del gas de Rusia, enfrenta obstáculos que frenan el reinicio de las centrales.

Desde hace más de un año no salía humo de la imponente chimenea situada sobre los cubos de hormigón de la planta de Moorburg, un barrio periférico de la ciudad de Hamburgo, en el norte de Alemania.

Esta central térmica, una de las más modernas del país, fue cerrada en el verano boreal de 2021, solo seis años después de su entrada en operación, a cambio de subvenciones públicas destinadas a reducir el carbón en la matriz energética alemana.

Cuando el gobierno decidió, ante el riesgo de una gran crisis energética en el próximo invierno, relanzar algunas centrales para compensar la drástica caída del suministro de gas ruso, todas las miradas se volvieron a las turbinas de Moorburg.

Pero la empresa Vattenfall, su propietaria sueca, disipó rápidamente las esperanzas: “no es concebible que la planta vuelva a abrir”, declaró esta semana.

– En búsqueda de trabajadores –

“No se vuelve a activar una planta así como así”, sostuvo Gudrun Bode, portavoz de Vattenfall, señalando la “oxidación” de las instalaciones tras un año paradas.

La coalición del canciller socialdemócrata Olaf Scholz autorizó a 27 centrales a carbón reanudar operaciones hasta marzo de 2024.

Desde el anuncio de esas posibles reanudaciones, a fines de junio, solo una central reabrió a plena capacidad: la de Mehrum (norte), a inicios de agosto, con una capacidad de 690 MW.

El sector, al igual que toda la industria alemana, enfrenta una grave carencia de mano de obra.

En Moorburg, “la mayor parte de quienes se fueron, encontraron empleo en otros sitios o se jubilaron”, comentó Robert Wacker, director de la central.

El grupo energético RWE, que prepara la reapertura de tres bloques de 300 MW cada uno, confirmó a AFP que necesita “varias centenas de puestos”.

A inicios de julio, la central de Jänschwalde, en el este a 150 km de Berlín, dijo que buscaba contratar a cien trabajadores.

Algunas plantas ya fueron parcialmente desmanteladas.

Tal es el caso de Moorburg, que debe transformarse en una planta de hidrógeno, una prioridad del plan para el futuro energético de Alemania.

En la sala de turbinas hay miles de pequeñas piezas almacenadas en cajas. Un rotador, la pieza que hace girar la turbina, está embalado en aluminio, listo para ser enviado.

Al transformador, un rectángulo grande situado frente al edificio que envía la electricidad a la red, también le faltan piezas.

– Transporte –

El suministro de carbón también es difícil.

El bajo nivel de agua de los ríos del país debido a una fuerte sequía complica el transporte fluvial de mercancías, y las redes de transporte por carretera y ferrocarril están sobrecargadas.

Por ello, la central de carbón Heyden 4 en el oeste que pertenece al grupo energético Uniper, volverá a operar el lunes, pero no a capacidad plena.

Su funcionamiento será “limitado debido a la insuficiente capacidad de transporte de carbón por ferrocarril hasta el lugar”, indicó el grupo alemán sobre esta unidad, la más importante de las 27 autorizadas por el gobierno.

El proveedor de energía STEAG prevé igualmente la reactivación de dos de sus centrales, que podrían volver a estar operativas en noviembre.

Pero advierte que será difícil cumplir la norma que exige reservas de carbón para 30 días de funcionamiento a plena capacidad “dada la tensa situación del transporte ferroviario”.

Ante ello, Berlín adoptó un decreto que da prioridad a los trenes que transportan carbón por encima de los de pasajeros, una medida inédita.

Ese aumento en el uso del carbón supone una retractación para la coalición alemana, que incluye a los Verdes, los cuales ocupan la cartera de Economía.

La proporción de carbón en la generación eléctrica de Alemania era de 27,4% en 2021 tras una disminución constante los últimos años.

El canciller Olaf Scholz afirma que no renunciará a su objetivo de abandonar esa fuente contaminante de energía para 2030 y descartó “un renacimiento de los combustibles fósiles”.

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