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Austeridad, la clave de Ingvar Kamprad

Ingvar Kamprad, fundador de IKEA y cuarta fortuna del mundo, vive en Suiza. Keystone

A los 7 años de edad, vendía bolígrafos a los vecinos y a los 17 fundó IKEA, el emporio de muebles más rentable del mundo.

Desde hace tres décadas, este sueco es el habitante más rico de Suiza. En 2006, aún conduce los destinos de la empresa y asume sin recelo sus demonios del pasado: fascismo y alcoholismo.

Por destino, el hombre más rico de Suiza conoció hace 80 años el significado de la palabra austeridad y nunca lo olvidó.

Vio la luz un 30 de marzo de 1926 en la granja de Elmtayrd, en un pueblecito llamado Agunnaryd, en región sueca de Smaland. Un terruño de naturaleza austera en la que los habitantes se rinden ante la pobreza de la tierra y no tienen otro camino que aprender a vivir del ingenio.

Ingvar Kamprad, fundador de IKEA y cuarto hombre más rico del mundo, sacó provecho de esa lección.

A continuación la sexta entrega de la serie ‘Fortunas Suizas’.

Cerillas y muebles

En la Suecia de los años 30, un pequeño de apenas siete años de edad se las ingeniaba para ganarse algunas coronas a través del ‘comercio hormiga’.

Y aunque apenas alcanzaba un metro de estatura, su visión no estaba nada desencaminada: acercaba a casa de los vecinos productos de uso cotidiano.

Por ejemplo, bolígrafos, relojes, billeteras, marcos para fotografías o cerillas para encender el fuego. En tiempo de Pascua, pescado; en Adviento, adornos navideños. Todo siempre a un precio interesante.

La experiencia le funcionó y la vocación emprendedora creció con cada centímetro de estatura que ganaba.

“Mi primer buen negocio fue la venta de semillas, una primavera fui con mi madre a elegir las mejores para los huertos y jardines, y luego fui a ofrecerlas a los vecinos hasta su casa para aprovisionarlos para el verano. Me compraron mucho, o al menos eso sentía yo entonces, suficiente para que las ganancias me alcanzaran para comprarme mi primera bicicleta. Tenía 11 años”, narra Ingvar Kamprad.

Lo siguiente fue continuar los mismos pasos, cumplir 17 años y conseguir buenas notas en la escuela. Ése sería el punto de partida para IKEA.

Listo para llevar

En 1943, el padre de Ingvar lo premió con un bono económico por su buen desempeño académico. Con ese dinero, compró algunos muebles de bajo costo, pero buena calidad y comenzó a promoverlos entre los vecinos. Los vendió y reinvirtió todo lo obtenido.

Un par de años más tarde, contrató un pequeño almacén y una línea telefónica, se anunció en los periódicos locales y comenzó a imprimir un catálogo de ventas por correo.

Había nacido IKEA, y su propietario, con apenas 21 años de edad, le rentaba a un amigo lechero su camión para repartir los muebles que vendía. Toda una aventura.

En 1951 ya tenía 10 empleados. Uno de ellos tuvo una idea que le ha reportado millones de francos de utilidades a Kamprad: desmontar las patas de una mesa para permitir su transportación en coche, y para reducir los riesgos de daño durante el traslado.

IKEA comenzó una nueva era en el embalaje y almacenamiento de muebles, pues al poder guardarse de esa forma, ocupaban menos espacio y los ahorros se tradujeron en precios más competitivos para sus clientes.

La llegada a Suiza

En todos los negocios del mundo, las mieles se intercalan con la hiel.

La primera gran tienda IKEA se inauguró en Älmhult (Suecia), en 1963, y un par de años después le siguió la de Estocolmo, que en una superficie de 45.800 metros cuadrados emula a un buque parecido al museo neoyorquino de Guggenheim.

Detrás vinieron las tiendas de Noruega y Dinamarca. El año 1973 fue clave para IKEA y para Kamprad. Inauguró su primera tienda en Zúrich, y comenzó a conocer todo lo que Suiza podía ofrecerle en el terreno empresarial y personal.

En aquel momento sólo sembró una semilla como aquellas que vendía a sus vecinos en Suecia. Pero tres años más tarde (1976) se estaría mudando a Lausana junto con toda su familia, y desde entonces, radica y administra todos sus negocios desde territorio helvético.

En 1975, IKEA saltó del Viejo Continente a Oceanía, para establecerse en Australia. En los 80, conquistó Estados Unidos; en los 90, abrió una primera tienda en China; y en el nuevo milenio, se introdujo en Rusia.

Crisis y oportunidad

Para los chinos, el mismo ideograma significa ‘crisis’ y ‘oportunidad’.
En la carrera empresarial de Kamprad lo primero se ha tornado en lo segundo a fuerza de tozudez.

El primer boicot que enfrentó en su vida tuvo lugar en 1955, IKEA tenía poco más de una década de operación, y sus principales proveedores de muebles le amenazaron con no venderle más si seguía reduciendo costo y abaratando los productos al consumidor final.

La salida: diseñar sus propios muebles. Los otros proveedores terminaron por ceder y luego de algunos años, equilibró la producción propia con la que compraba a otros.

Más tarde, en 1980, cuando la presencia de la mueblera había conseguido un buen desempeño en Alemania, el gobierno de este país anunció una nueva legislación que prohibía el uso de plástico PVC –que IKEA utilizaba para el embalaje de sus productos- por considerarlo contaminante.

La salida: cambió a embalajes ‘verdes’ y desarmó a sus críticos.
En lo personal y en lo empresarial, los seis mandamientos de Kamprad son:

1.- Sólo dejas de cometer errores mientras duermes.
2.- Divide tu vida en unidades de 10 minutos y sacrifica las menos posibles en actividades insignificantes.
3.- La burocracia complica y paraliza. La planificación en exceso es la principal causa de ‘muerte corporativa’.
4.- Termina el trabajo que tienes pendiente cada día. Es el mejor somnífero.
5.- La felicidad no está en alcanzar tu objetivo, sino en el camino hacia el objetivo, así que quita la palabra imposible de tu diccionario.
6.- Reflexiona: si es bueno para nuestros clientes, lo será también para ti en el largo plazo.

Batallas interiores

Las dos mujeres que ha habido en la vida de Kamprad se llaman Kerstin y Margaretha.

Con la primera se casó en 1950, a los 24 años de edad. Pero fue su segunda esposa, Margaretha, con quien vive en el cantón de Vaud, la madre de sus tres hijos: Peter (39 años), Jonas (36) y Mathias (34).

La vida personal de Ingvar Kamprad también ha tenido mucho de “crisis y oportunidad”.

Por ejemplo, entre 1945 y 1948, aún soltero y veinteañero, formó parte de grupos nazis. Esta etapa coincidió con el arranque de IKEA en el mercado.

“Ahora lo lamento muchísimo. Fue una gran estupidez de mi juventud y creo que jamás terminaré de arrepentirme lo suficiente”, narra en el libro ‘Leading by Design: The IKEA story’, que escribió junto con Bertil Torekull, y publicó en 1998.

Dicho escrito se convirtió también en el espacio catártico en el que ventiló y sanó una adicción que lo laceró durante 30 años: el alcoholismo.

Hace tiempo que lo dejó atrás, pero le hizo perder tiempo y energía valiosa, afirma.

Vive en Suiza desde hace más de 30 años por dos razones que expresa sin empacho alguno: la bondad de su sistema impositivo y por ser un país pequeño que se parece mucho a su Suecia natal.

Todo un personaje, Kamprad a pesar de ser el cuarto hombre más rico del planeta, se transporta aún en un Volvo del año 90, utiliza todas las hojas en las que escribe por las dos caras y de tanto en tanto, contesta personalmente algunas llamadas de los clientes.

Su vida es serena. Está completa, dice. Y seguirá activo mientras la salud del cuerpo y la lucidez estén de su lado.

swissinfo, Andrea Ornelas

La fortuna de Ingvar Kamprad asciende a 33.500 millones de francos suizos, lo que lo convierte en el habitante más acaudalado de Suiza.
Es también el cuarto hombre más rico del mundo, según Forbes.
IKEA maquila sólo 10% de sus productos en las 33 fábricas que tiene en 10 países del mundo. El 90% restante, lo compra a otros proveedores.
La palabra clave de Kamprad es: “Juntos”.

Suecia, el país de nacimiento de Ingvar Kamprad, es una monarquía constitucional con gobierno parlamentario. El rey, actualmente Carlos XVI Gustavo, encomienda el gobierno al primer ministro, cargo en manos de Goeran Persson.

Kamprad vive en el cantón de Vaud desde hace 30 años porque considera a Suiza un país muy parecido en talla y costumbres a su Suecia natal. Antes, analizó también vivir en Francia o Reino Unido.

El nombre de IKEA se compone de las dos iniciales de Ingvar Kamprad, a las que su fundador sumó las correspondientes a Elmtayrd (la granja de su familia) y Agunnaryd, su pueblo natal.

Kamprad es disléxico, le gusta pescar, andar en bicicleta y siempre viaja en clase económica en los aviones. Derrochar el dinero, no es para él.

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