
Brasil impulsa la identificación de sus vacas en la Amazonía ante el recelo de ganaderos
Jon Martín Cullell
São Geraldo do Araguaia (Brasil), 9 oct (EFE).- Los ganaderos de la Amazonía brasileña han empezado a dar números de identidad a sus vacas para rastrear el origen, una nueva política pública que pretende ayudar al control sanitario y medioambiental, pero que avanza lentamente ante la resistencia de una parte del sector.
Pará, el estado que acogerá en noviembre la próxima cumbre climática de la ONU (COP30), tiene 25 millones de vacas, tres veces más que su población, y el Ejecutivo regional pretende identificar todas ellas antes de acabar 2025, una meta cuyo cumplimiento se ve difícil.
Aunque el principal objetivo es sanitario, los aretes también contienen información sobre la procedencia de cada animal, por lo que permitirán a las autoridades saber si viene de granjas con tala ilegal.
Entre los gritos de ánimo de los vaqueros, el rebaño de Reginaldo Rocha entra rezongando en el corral. Casi todos los animales ya llevan los aretes de identificación amarillo y azul, recién puestos en las orejas.
“Me faltan solo 200 por colocar, pido un poco de paciencia”, dice este ganadero de 59 años, que lleva un sombrero para protegerse del fuerte sol.
Rocha, quien llegó a la Amazonía en los años 80 sin nada en el bolsillo, está orgulloso de su granja y no le gusta que las ONG ambientalistas le digan lo que tiene que hacer o lo intenten “criminalizar”.
“¿Acaso saben cuánto he sudado aquí? No tengo una granja modelo, pero estoy trabajando para ello”, afirma.
Lo cierto es que el éxito de la ganadería en Brasil, el mayor exportador de carne bovina del mundo, se ha hecho a lomos de la tala masiva de la Amazonía -520.000 kilómetros cuadrados entre 1984 y 2024, un área mayor que España-.
El sector agropecuario es hoy el mayor causante de deforestación en el país y la principal fuente de emisiones de metano.
Ahora, a Rocha le preocupa no poder vender su carne a otros mercados, en un contexto cada vez más desafiante y con mayores exigencias ambientales.
Estados Unidos impuso en agosto un arancel del 50 % sobre las importaciones cárnicas de Brasil, mientras que la Unión Europea votó una ley que exige probar que los productos del exterior no proceden de áreas deforestadas.
“Quiero estar preparado para vender a más mercados y, si no rastreamos, vamos a tener dificultades”, dice Rocha.
El Gobierno Federal ha seguido los pasos del de Pará y aprobado una política similar para todo el país, que será implementada entre 2027 y 2032.
Miedos de los ganaderos
Las principales empresas cárnicas aseguran tener un control total sobre sus proveedores, pero esa vigilancia se vuelve más laxa con los que venden a los propios proveedores.
Es común, por ejemplo, que una granja con multas por tala ilegal venda vacas a una sin sanciones para poder sortear las restricciones de los mataderos.
En este contexto, el miedo a ser controlados ha hecho que muchos ganaderos se resistan a identificar su rebaño, lo que pone en peligro el cumplimiento de las metas de Pará.
La cárnica Masterboi ha donado aretes a sus proveedores, pero aun así la jefa de Cumplimiento Normativo de la empresa, Sandra Catchpole, dice a EFE que va a ser «bien complicado» llegar a tiempo porque muchos están «a la defensiva».
Pedro de Abreu, un granjero de 40 años que ha recibido apoyo de las ONG Amigos da Terra e Imaflora para identificar a su rebaño, dice que es el único de entre sus vecinos que ya lo ha hecho.
“A veces, los granjeros tienen áreas con tala ilegal y piensan que el Gobierno lo va a averiguar”, explica.
Esa resistencia ha dejado a los que ya han identificado a su rebaño con la sensación de estar en un limbo.
Abreu dice que se ha quedado sin vender vacas porque algunas granjas han dicho que no quieren animales con aretes, por lo que pide incentivos de bancos y Gobierno para compensar el costo.
“El granjero es perezoso… Los que nos adaptamos deberíamos tener una recompensa”, afirma.EFE
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