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Fukushima: escasez de lluvia redujo efectos en Suiza

Un avión de la Fuerza Aérea suiza regresa a la base de Payerne, tras un vuelo de medición de la radioactividad. Keystone

Las sustancias radioactivas liberadas tras el accidente nuclear en Fukushima también llegaron a Suiza. Pero el impacto fue leve debido a las condiciones atmosféricas favorables - escasez de precipitaciones- y al paso de la nube radioactiva a gran altitud.

Son las conclusiones de las mediciones que ha realizado el Grupo de Radioecología del Instituto de Física de las Radiaciones del Centro Hospitalario Universitario de Vaud (CHUV) y la Universidad de Lausana.

El análisis de varios alimentos revela que el impacto fue bajo, a diferencia del accidente de Chernóbil (24.4.1986), cuando las autoridades suizas aconsejaron a embarazadas, lactantes y niños en zonas del Tesino evitar el consumo de leche fresca, verduras y agua de cisternas durante un mes.

La nube radioactiva de Fukushima pasó por Suiza alrededor del 23 de marzo, 12 días después del accidente. “Los aviones del ejército suizo tomaron muestras de los aerosoles en los que se detectaron niveles de yodo-131”, señala José Antonio Corcho Alvarado, investigador del Grupo de Radioecología del Instituto de Física de las Radiaciones del CHUV y la Universidad de Lausana.

“No obstante, los niveles de yodo en la hierba (0.3–4.6 becquerel/kg) (*) y en las verduras (0.2–1.2 Bq/kg) no son preocupantes porque decrecen rápidamente. Este radioisótopo tiene un período de vida corto, unos 8 días”, aclara.

Tras el accidente de Chernóbil se encontraron hasta 2000 Bq/kg de yodo en la hierba y 1000 Bq/kg en la verdura del Tesino. Y en la leche de esa región entre 200-1000 Bq/litro. “Es decir, los niveles de yodo-131 en Suiza tras el paso de la nube radiactiva de Fukushima fueron alrededor de 2.500 veces más bajos que los detectados tras Chernóbil”.

Corcho Alvarado agrega que desde el 23 de marzo pasado también detectó cesio (137 y 134) en filtros ubicados en Klignau, el CERN, Guettingen, Monte Ceneri y Oberschrot. “La concentración máxima de cesio-137 en el aire después de Fukushima fue de 0.000033 Bq/m3, mientras que después de Chernóbil, 12 Bq/m3”.

Las deposiciones de cesio-137 en el suelo fueron aún más altas tras Chernóbil: 10.000 Bq por m2 en el Lago Constanza y el Jura, y 50.000 en el Tesino. “Estos niveles obligaron a las autoridades a limitar el consumo de leche y queso del Tesino y de los valles sureños de los Grisones hasta agosto de 1986”, recuerda este investigador de origen cubano.

Nube de Fukushima pasó a gran altitud

Distintos factores explican el menor impacto del accidente de Fukushima en Suiza. Uno de ellos, según Corcho Alvarado, es que la nube radiactiva pasó a gran altura. “Los aviones militares especializados tomaron muestras de aerosoles hasta a 12 kilómetros de altitud”.

Otros factores fueron el tiempo y la ubicación geográfica. “En su recorrido de casi dos semanas, la nube radioactiva se mezcló en la atmósfera con las corrientes de aire, los isótopos radioactivos se desintegraron o fueron arrastrados parcialmente por la lluvia – hacia el mar y luego a tierra firme – o por la gravedad”.

Es decir, la nube llegó a Suiza ‘diluida’, con menor cantidad de sustancias radioactivas que, por la escasez de lluvias esos días, prácticamente no se depositaron en el suelo. En cambio, cuando llegó la nube radiactiva de Chernóbil, las precipitaciones pluviales fueron intensas, sobre todo en las montañas.

Corcho Alvarado participó en un simposio internacional sobre aplicaciones de técnicas nucleares en hidrología, estudios marinos y cambio climático (Mónaco, 27.03-01.04), donde se informó que gran cantidad de la radioactividad en Fukushima se liberó al mar, donde se extendía en un radio de 30 kilómetros hacia el Pacífico.

“Según expertos de la Agencia Internacional de Energía Atómica, esas trazas de contaminación radioactiva serán transportadas por la corriente marina Kuroshio hacia el Pacífico Norte. Estiman que el agua contaminada con cesio 137 y 134 llegará a las costas de Canadá y los Estados Unidos en uno o dos años”.

Plantas, más vulnerables cuando crecen

Para complementar las mediciones de radioactividad en los aerosoles y la depositada en el suelo tras el accidente en Fukushima, el grupo de Radioecología realizó un estudio adicional de la cadena alimentaria en el cantón de Vaud.

Tomaron muestras de suelo, hierba, leche, cereales y verduras de distintas regiones y las compararon con los valores registrados en su base de datos (‘Fondo radioactivo’), que incluye mediciones de la radiactividad en el medioambiente desde hace más de 40 años.

En estas mediciones tampoco encontraron niveles más altos de radioactividad. “En ninguna muestra de leche se observó aumento en la actividad del estroncio-90. Solo bajos niveles de yodo-131 en las espinacas, lechugas Doucette, diente de león y niveles algo más elevados en la hierba recolectada en algunas regiones del cantón”, señala.

Corcho Alvarado explica que la acumulación de radioactividad en las plantas depende también de la época del año. “Si se produce durante el crecimiento, los radioisótopos se transfieren directamente a las hojas de cereales y verduras, que por sus hojas anchas están especialmente expuestas. O se incorporan por las raíces, sobre todo los radioisótopos de cesio y estroncio”.

Vigilancia constante

La situación radiológica en Suiza es vigilada por distintos institutos y laboratorios, no solo en caso de emergencia nuclear sino rutinariamente.

Ello debido a que estamos expuestos a la radioactividad natural procedente del cosmos (que es más intensa en las montañas que en el mar, y mucho mayor cuando se viaja en avión), de la corteza terrestre, del aire (al respirar inhalamos radón) y del propio organismo humano. Hemos convivido con esta radiación desde los albores de la humanidad.

Un gran problema, apunta Corcho Alvarado, son los isótopos radiactivos artificiales que se liberan sin control en un accidente nuclear o en ensayos nucleares, como los de los años 60 y 70, porque permanecen en el medioambiente durante  cientos o miles de años.

(*) Becquerel. Es una unidad derivada del Sistema Internacional de Unidades que mide la actividad radiactiva. Equivale a una desintegración nuclear por segundo. Toma su nombre del físico francés Henri Becquerel (1852-1908).Símbólo: Bq

Es parte del Instituto de Física de las Radiaciones (IRA), afiliado al Departamento de Radiología del Centro Hospitalario Universitario de Vaud (CHUV) y a la Universidad de Lausana.

Sus actividades se centran principalmente en la protección radiológica de los trabajadores y la población de los efectos de las radiaciones ionizantes.

Su tarea principal se relaciona con la separación química, identificación y cuantificación de los isótopos emisores de radiación alfa, beta y gamma. 

Este grupo, dirigido por el Dr. Pascal Froidevaux, trabaja en estrecha colaboración con la Oficina Federal Suiza de Salud Pública y otros institutos federales involucrados en el estudio de la ecología terrestre, las ciencias de las plantas, la tecnología alimentaria y la química analítica.

También participa en estudios del transporte y acumulación de isótopos radioactivos y su impacto en el medioambiente y el ser humano en Suiza.

Nació en 1971 en Fomento, Sancti Spiritus, Cuba

Licenciatura en Radioquímica (1994), Instituto Superior de Ciencias y Tecnología Nuclear, La Habana

 

Doctorado (2005) en la División de Clima y Física Ambiental, Instituto de Física, Universidad de Berna

Desde 2008, es investigador en el Grupo de Radioecología, del Instituto de Física de las Radiaciones, CHUV – Universidad de Lausana.

El accidente de Fukushima (Japón) no representa ningún riesgo para la salud en Suiza.

Los contaminantes radiactivos se han diluido en gran medida en la atmósfera durante su recorrido entre el Japón y Suiza. 

 
La compra de un detector de radiación no es necesaria.

 
La ingestión de tabletas de yodo es innecesaria.

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