La estresante vida de los suizos
El visitante que llega a Suiza se encuentra con un país tranquilo, silencioso, ordenado y rodeado de naturaleza: con vistas y paisajes idílicos, montañas y pueblos encantadores. A priori nadie sospecharía que los suizos padecen estrés.
Pero así es, como asegura a swissinfo.ch Carmen Sandi, del ‘Brain Mind Institute’, de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL).
La científica es directora del Laboratorio de Genética de la Conducta del ‘Brain Mind Institute’ e investiga cómo el estrés afecta al aprendizaje, a la memoria o al comportamiento. También estudian los fármacos que potencian la inteligencia.
Resulta complicado saber cómo funciona el cerebro ya que el estrés no afecta de igual forma a cada persona o se manifiesta de igual manera, cuenta la española Sandi. Esto puede depender tanto de la genética de cada uno como de las propias experiencias, lo que condiciona la respuesta al estrés.
Alta exigencia
En Suiza, las personas se crean sus propias vías para no estresarse demasiado, estima Sandi, aunque “la estructura en sí misma en el país es muy estresante. Respecto al trabajo, la gente tiene una alta exigencia. Si lo comparamos con otros países como, por ejemplo España, donde se produce más interacción social o se habla más en el trabajo, en Suiza esto no está demasiado bien visto”.
“Aquí se imponen otros valores como la autodisciplina, la atención, la concentración o incluso un cierto aislamiento”. Ante la cuestión de si Suiza, un lugar con ciudades más bien pequeñas, tiene un estrés menor que el existente en grandes metrópolis de otros países, Sandi expone que cada lugar cuenta con estresores diferentes.
El concepto de estrés fue acuñado por primera vez en 1926 por Hans Selye. Selye definió el estrés como la respuesta general del organismo ante cualquier estímulo estresor o situación estresante. Según Selye, un estresor es “cualquier evento que cause impacto o impresión en el organismo humano.»
“La exigencia en Suiza es muy alta, con lo que los suizos tienen mucho más miedo a perder el trabajo que en otros países. Incluso recientes estadísticas publicadas han demostrado que los suizos están mucho más preocupados que otros países respecto al ámbito laboral”, relata Sandi.
Anticipar posibles peligros
Por otro lado, “en la Confederación la gente se preocupa por cosas que quizá no vayan a ocurrir y se anticipan mucho a posibles peligros, lo que genera quebraderos de cabeza”, destaca la directora del ‘Brain Mind Institute’. Como muestra un botón: Suiza es campeona mundial en refugios atómicos.
Estas instalaciones pueden acoger en caso de necesidad a toda la población. Un caso único en el planeta. Además, en el ámbito mundial los suizos son uno de los pueblos que más dinero gastan en protegerse de todo y de todos, con una inversión superior al 20% de su presupuesto.
En 2006 había en Suiza 300.000 refugios nucleares en viviendas privadas, escuelas y hospitales con una capacidad de hasta 7,5 millones de plazas, casi como la población total del país. A lo que había que sumar unos 5.100 refugios públicos, capaces de dar cabida a 1,1 millones de personas. Esto equivale al 114% de la población.
Existe un refugio antiatómico en la mayor parte de los edificios construidos a partir de los años 60. La primera reglamentación en este sentido data del 4 de octubre de 1963. En ese momento preocupaba la Guerra Fría, pero en la actualidad están pensados para hacer frente a posibles ataques terroristas con armas nucleares, accidentes químicos o catástrofes naturales.
Contacto con la naturaleza
Pero no todo es tan negativo en el país. De hecho, distintos experimentos han demostrado que la exposición a la naturaleza, tan abundante en Suiza, mejora la atención y la concentración, lo que incide en una mejora del aprendizaje. “Había dos grupos de personas, a unas se les mostraban imágenes de la naturaleza mientras que el otro visionaba imágenes de ciudades caóticas. Los resultados indicaban que los que vieron las primeras fotos mejoraban en pruebas de atención y rendían más”, indica Sandi.
Además en Suiza la gente sale mucho a caminar y a pasear por los bosques, las montañas y suele practicar mucho deporte. “Dos factores muy importantes para asegurar un buen funcionamiento del cerebro y para mejorar la concentración”, concluye Sandi.
Iván Turmo, swissinfo.ch
Desde 2003 en Suiza. Carmen Sandi (Torrelavega, España 1961) se licenció en Psicología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España.
Posteriormente se doctoró en Neurobiología en el Instituto Cajal (CSIC) de Madrid y realizó cursos postdoctorales en la Universidad de Burdeos-INSERM y en la ‘Open University’ del Reino Unido.
En 1996 entró en la UNED de España donde lideró un grupo de investigación sobre el estrés y la memoria. Además allí impartió clases de Psicobiología.
En 2003 Sandi tomó un año sabático en el Instituto de Psicología de la Universidad de Berna. Poco después se interesó en la creación del ‘Brain Mind Institute’, donde desde hace seis años realiza su labor.
Es profesora de este centro y directora del Laboratorio de Genética de la Conducta que estudia las bases genéticas del comportamiento.
Esta entidad se beneficia de sinergias en el campus de la EPFL con otras disciplinas como la computación o la ingeniería en sus ensayos.
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