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Jugendstil, el arte de transformar el tiempo

'Die Engelwache' de Henry van de Velde (1892, algodón, seda y aplicaciones tejidas) Marlen Perez© 2007, ProLitteris, Zurich

El Museo Bellerive de Zúrich consagra una novedosa exhibición dedicada a uno de los estilos que mejor revelaron el sentir y las preocupaciones artísticas en Europa hacia finales del siglo XlX, el llamado Jugendstil o Art Nouveau.

Objetos de todo tipo que embellecen y facilitan la vida cotidiana, como un vaso o un tapiz, un reloj o un vitral, aparecen como testigos de una época de grandes cambios y nuevas técnicas en el arte.

La muestra que se lleva a cabo en el Bellerive está concebida a partir de las colecciones que, gracias a donaciones o ventas, fueron enriqueciendo los acervos del Museo de las Artes Decorativas, hoy Museo del Diseño de Zúrich.

Más de 300 piezas debidamente expuestas reviven el modo de vida de una sociedad que a inicios del siglo XX experimentaba poderosas transformaciones, consecuencia de la industrialización que se estaba gestando en varios países europeos: Inglaterra, Francia, Bélgica, Holanda y Alemania.

El debate entre el arte y la industria

¿Qué buscaban los creadores de este nuevo arte, o arte joven, que alcanzó repercusiones internacionales?

La generación de creadores del Jugendstil fue considerada una reacción a la asombrosa industrialización iniciada en Inglaterra, la cual provocó en el mercado una intensa producción en serie que echaba a un lado el trabajo artesanal. En efecto, la máquina sustituía a las creaciones únicas que salían de las manos del artesano.

Debido a esta situación, decoradores, constructores, artesanos y artistas, unen por primera vez su creatividad para lograr una unidad en el arte, sin tener que hacer diferencias tajantes de oficios, técnicas o tendencias. Ya desde 1882 el escritor inglés Oscar Wilde, a través de varias conferencias que repercutieron en Europa y los Estados Unidos, hablaba del arte y la artesanía reunidos en una tarea en común.

Por eso al fabricar un objeto, ya fueran espejos, muebles, lámparas, candelabros o joyas, los seguidores del Art Nouveau intentaban demostrar a los industriales lo que era capaz de hacer la mano del artista, junto con el modelo propuesto por el artesano.

Flores, plantas y líneas ondulantes

La arquitectura, la pintura y la escultura, pero en particular las producciones de un trabajo manual altamente calificado, se vieron de pronto invadidas por una delicada ornamentación de líneas y de formas orgánicas de plantas y de flores.

Líneas sinuosas y juguetonas que se enredan, suben y bajan, mujeres transformadas en pájaros, formas asimétricas, arabescos que parecen volar por las esquinas de una mesa o por las fachadas de los edificios; todo un mundo de formas exquisitas y bellas, estaba al alcance de una sociedad en pleno auge.

El descubrimiento de las artes decorativas infundía un respiro de ligereza en la vida de cada día. El maravilloso juego de líneas ornamentales que se lanzaban a hacer ceramistas, cristaleros, ebanistas, joyeros y artistas, los llevaba a construir obras con una estructura propia más libre, que les permitía escapar del espíritu racionalista de los diseñadores precursores del Bauhaus.

El trabajo de los vitrales, la joyería, el diseño de mobiliario, la cerámica, el papel pintado, el estampado en tela para forrar sillas y sillones, todo eso daba un valor distinto a las llamadas artes nobles, como la pintura, la escultura y la arquitectura.

París, el aire de un tiempo

Fue a través de la Exposición Universal de 1900 en París en la que el Art Nouveau se afianzó definitivamente como el estilo que mejor representaba la sensibilidad de una nueva era.

En aquella época de cambios, Siegfried Bing, el famoso comerciante de arte, supo dar cabida y enaltecer la gran variedad de creaciones Jugendstil que llegaba a sus manos. Así, la muestra del Museo Bellerive abre nada menos que con las estilizadas sillas de madera de 1900 de Eugène Gaillard y un vitral de Jacques Gallard con el tema de Salomé.

Otras piezas de cristal entre ellas tinteros, jarras y floreros, aparecen junto con las manufacturas de Emil Gallé (1846-1904), reconocido ebanista, ceramista, diseñador de muebles, fundador de la ‘Escuela de Nancy’ y uno de los mayores representantes del Jugendstil francés. Tampoco podían faltar los trabajos de Louis C. Tiffany (1848-1938) creador del Favrile, cristal coloreado finamente terminado que ponía un toque de distinción a los ambientes.

Del inglés William Morris (1834-1896), uno de los personajes clave de esta renovación artística europea, se presentan sus diseños de textiles y tapetes con motivos de flores y vegetales, los cuales dieron un sello inconfundible a los salones de las casas inglesas.

De Henry van de Velde (1863-1957), otro de los pilares del Art nouveau, se exhibe un juego de comedor fabricado con madera, una vitrina, una cómoda y unos cubiertos de plata. El arte, según este creador de origen belga, debía convivir diariamente cerca de cada persona.

El suizo Hermann Obrist (1863-1927), representante del Jugendstil en Múnich, era un estudioso de la naturaleza de la cual se inspiraba para hacer sus esculturas. De él se exponen sus figuras para monumentos funerarios basadas en la forma dinámica de la espiral.

Por último, el tapiz con una escena de la danza de Salomé (1899), creación de Frida Hansen, revela la atracción por temas orientales en los que aparece la imagen de la mujer fatal.

La exhibición ‘Jugendstil, l’air d’un temps’, en el Museo Bellerive de Zúrich, revive el gusto y la nostalgia de una gran época. Terminará el 7 de octubre de 2007.

swissinfo, Araceli Rico

La museografía, o más bien, la escenografía de la exhibición sobre Art Nouveau o Jugendstil que actualmente tiene lugar en el Museo Bellerive de Zúrich ha sido concebida por Alfredo Häberli.

Varios de las piezas que se presentan al público aparecen colocadas libremente sobre zoclos de formas geométricas. Cada uno de ellos está pintado con un color específico que indica la sala a la que pertenecen.

Mientras que los objetos Art nouveau más delicados y frágiles, como licoreras, servicios de té, candelabros, brazaletes, ceniceros, lámparas, portarretratos, etc. han sido expuestos como si estuviesen dentro de un gabinete de espejos para facilitar su apreciación desde diferentes puntos de vista.

Hay que hacer notar el elegante tapete color violeta que cubre el piso de todo el museo. Éste da una ambientación serena a las salas y amortigua los ruidos del exterior, lo cual permite hacer una visita con toda tranquilidad.

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