
De Bagdad a Basora, los rostros de la revolución iraquí

Tienen 20 años, 65 y en algunos casos 10. Son hombres, mujeres y niños, vienen de los barrios pobres de Bagdad o de sus mejores universidades, de las tribus de Basora o de sus teatros. Son la infinidad de rostros de la «revolución de octubre» en Irak.
Sus recorridos y sueños cuentan los males de uno de los países más ricos en petróleo del mundo pero también uno de los más corruptos.
Bajo su gran velo negro, Um Qasem esconde una insospechada valentía. Desde hace mas de dos meses, asiste, envuelta en la bandera nacional, a los enfrentamientos entre jóvenes manifestantes y policías en Bagdad.
«Tengo un alma revolucionaria», dice esta mujer de 53 años, que se ocupa de su casa y no sabe ni leer ni escribir, pero está en todas las manifestaciones, desde la caída de Sadam Husein en 2003.
«Porque los políticos tienen mansiones, y nosotros no tenemos nada».
– Llagas abiertas –
A su alrededor reina la confusión bajo los gases lacrimógenos que impiden respirar, y ante los cuales se han formado «secciones especiales» para luchar contra estas granadas de tipo militar que han matado a numerosos manifestantes.
La AFP ha podido fotografiar a tres de sus miembros. Tienen 21, 23 y 30 años, están desempleados y se manifiestan desde el 1 de octubre en Bagdad.
El primero, el más joven, parece un hombre orquesta con su espeso guante para atrapar granadas, sus gafas protectoras y su casco, además de su botiquín de socorro pegado al brazo.
Los otros dos –uno de ellos se ha maquillado el rostro como el Joker– llevan un escudo para detener al vuelo las granadas, o para reenviarlas a los policías antidisturbios.
Cuando las granadas pasan entre sus redes, entran en escena los cuidadores, pues muchos manifestantes se han convertido en enfermeros, como Fatma, estudiante de 23 años, con su mascarilla médica, o Sahar, estudiante de ingeniería.
Fatma permanece en primera línea, con sus botellas de suero, para rociar los ojos enrojecidos de los manifestantes.
Por su parte, Muntazer Ali se maquilla llagas abiertas y ojos enrojecidos. Este actor de 22 años ya ha interpretado con su grupo teatral de Basora varios espectáculos de un estremecedor realismo.
En esta ciudad, y luego en Bagdad, ha interpretado el rol de «mártir», a pocos metros de la verdadera violencia. Para que nadie olvide los 450 muertos de la «revolución de octubre» ni los 20.000 heridos.
– Un mundo «más bello» –
En las mismas manifestaciones, hay de todo. Escolares que no van a clase, religiosos chiitas como Naser Al Waili, de 41 años, profesores de universidad, como Adel Naji, de 56…
Pero en Basora, como en Bagdad, Náyaf, Diwaniya u otros lugares, la mayoría de los manifestantes son estudiantes, como Zeina Rafed, Hasan al Tamimi o Taha Mouchtaq, todos de 24 años.
«Queremos el cambio» dice Taha, un iraquí con imponentes gafas.
Para lograrlo, «quienes tienen el pelo cano, deben también estar ahí para apoyar a los jóvenes» afirma Hasan Abu Alaa, de 65 años, llamado el «jeque de los manifestantes», con su bandera enarbolada bien alto y sus atuendos negros.
Y luego están los que quieren que «todo sea más bello» como este pintor de brocha gorda de 20 años, que ha vuelto a pintar la calzada del túnel que pasa bajo Tahrir.
En Basora, Minatalá Mohamed, de 22 años, dibuja en un muro un mar azul bajo un cielo estrellado.
Quizá simbolice un horizonte para este manifestante de 21 años, escondido tras una máscara de Anonymous en Bagdad que dice aspirar a solamente un cosa: «Un futuro».