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La democracia suiza en modo pausa

personas en tensión esperando los resultados de las votaciones del 25 de septiembre
Imagen tomada entre las filas socialistas de Berna —el 25 de septiembre, último domingo de votaciones este año— a la espera de los resultados del referéndum sobre la reforma del seguro de vejez y supervivencia (AVS, por sus siglas en francés). © Keystone / Peter Klaunzer

Acostumbrada a votar sobre asuntos federales cada tres meses, la población suiza no volverá a las urnas hasta junio de 2023. Se trata de una pausa inusual en el sistema suizo de democracia semidirecta.   

Cuatro cuestiones en febrero de 2022, tres en mayo, otras cuatro en septiembre… ¿Y después? Después, nada. Tras haber tenido que digerir este año tres grandes raciones de asuntos a votar, el pueblo suizo se queda, por decirlo de alguna manera, sin postre. Pues este mes de noviembre no se ha organizado ninguna votación y en marzo de 2023 ocurrirá lo mismo. A través de un comunicadoEnlace externo la Cancillería Federal a finales de octubre afirmó que “ningún acta federal está preparada para que pueda ser sometida a votación”.          

Así que habrá que esperar hasta el 18 de junio de 2023 para una (posible) votación federal. Para entonces habrán trascurrido casi nueve meses desde el referéndum del 25 de septiembre, en el que la ciudadanía —por escaso margen— aceptó aumentar la edad de jubilación de las mujeres de 64 a 65 años. 

“Es una situación realmente inusual, que rara vez se ha producido en la historia de la democracia suiza moderna”, explica el politólogo Marc Bühlmann, director de la plataforma Année Politique SuisseEnlace externo (Año Político Suizo). En Suiza la población suele acudir a las urnas cuatro veces al año, excepto en los años de elecciones federales, en los que el tercer domingo [en septiembre] se reserva para la elección del Consejo Nacional (cámara baja) y el cuarto domingo [en noviembre] para la elección complementaria del Consejo de los Estados (cámara alta).    

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No hay crisis democrática  

Fuera de año electoral, desde 2002 solo han quedado sin hacer votaciones otras seis fechas. Si excluimos las votaciones del 17 de mayo de 2020 —que se cancelaron en el último momento por la crisis del coronavirus— para encontrar un domingo de votación en el que no hubo votación hay que remontarse al 26 de noviembre de 2017. Las fechas las fija con casi 20 años de antelación la Cancillería Federal.        

Para Marc Bühlmann, esto no supone el inicio de una crisis de la democracia directa. Ya que diversos factores explican la falta de proyectos listos para ser presentados al escrutinio de las urnas. “La crisis de la COVID ha atraído la atención del Parlamento, lo cual ha retrasado el trabajo legislativo en torno a otros temas y, por tanto, las posibilidades de presentar un referéndum. Por otra parte, el Parlamento cada vez redacta más contraproyectos a las iniciativas populares, lo que retrasa el momento en que pueden someterse al pueblo”, dice el politólogo. 

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Entre febrero y septiembre de este año, sin embargo, la población ha tenido que votar sobre nada menos que 11 temas muy diversos y a menudo de contenido complejo. Basta pensar en la reforma del impuesto anticipado que grava el rendimiento de las obligaciones, cuya amplitud de posibles repercusiones escapaba incluso a las personas más duchas en la materia. 

Consideraciones tácticas   

Preguntarse si el Consejo Federal no habría hecho mejor en guardar algunos de estos platos fuertes para las votaciones de noviembre o marzo es legítimo. Ya que esto habría dado a la ciudadanía más tiempo para forjarse una opinión informada. “Normalmente, los temas que están listos para un referéndum se someten a votación lo antes posible”, responde el responsable de información de derechos políticos de la Cancillería Federal, Beat Furrer.   

Sin embargo, en la decisión del Consejo Federal —según Beat Furrer— entran en juego otros factores, tales como los plazos en vigor para las iniciativas populares, la fecha prevista de entrada en vigor de un acto, el número de cuestiones que están listas para ser votadas y las que lo estarán pronto, así como el número de cuestiones del mismo departamento. 

También pueden entrar en juego consideraciones tácticas. En junio de 2021, por ejemplo, quienes estaban a favor de la nueva ley sobre el CO₂ criticaron que la reforma se sometiera a votación el mismo día que se votaban dos iniciativas para prohibir los pesticidas. De hecho, los análisis han demostrado que estas iniciativas dirigidas al sector agrícola movilizaron intensamente a un segmento rural y conservador de la población que, al mismo tiempo, rechazó la ley sobre el CO₂. 

Numerosas iniciativas en curso  

No obstante, esta tregua democrática durará poco. En primer lugar, porque la mayoría de la población suiza seguirá acudiendo a las urnas en noviembre y marzo para votar sobre cuestiones cantonales y comunales. Y después, porque el 22 de octubre la ciudadanía tendrá que renovar su Parlamento para un mandato de cuatro años. Una cita democrática importante y no exenta de complejidad en un sistema parlamentario multipartidista. Este es el caso, sobre todo, de los grandes cantones, donde el electorado tendrá que elegir entre cientos de candidatos y candidatas en decenas de listas. 

Con nueve iniciativas pendientes ante el Consejo FederalEnlace externo y el ParlamentoEnlace externo, es probable que no falten temas sobre los que votar en 2024. Ni tampoco en los próximos años, ya que tras una calma debida a la pandemia el número de nuevas iniciativas vuelve a alcanzar cotas máximas: este año se han lanzadoEnlace externo veinte iniciativas para modificar la Constitución, un récord desde 2011.   

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Progresiva politización  

“La crisis de la COVID ha impulsado la politización de la sociedad suiza. Esto se ha visto en la tasa de participación en las votaciones, que en 2021 aumentó considerablemente. Este fenómeno también influye, sin duda, en el elevado número de iniciativas que recientemente se han puesto en marcha”, afirma Marc Bühlmann.    

Según el politólogo, la proximidad de las elecciones federales solo desempeñaría un papel menor. Y es que ahora, desde hace algunos años, quienes utilizan este instrumento fundamental de la democracia directa son sobre todo los pequeños comités que defienden intereses específicos, mientras que, tras algunos fracasos sonados en las urnas, los partidos políticos —encabezados por la Unión Democrática de Centro (UDC/Derecha Conservadora)— lo utilizan de una manera más moderada.

Editado por Balz Rigendinger

Adaptado del francés por Lupe Calvo

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