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¿La innovación salvará a la economía suiza?

Keystone

Suiza figura regularmente entre los países punteros en innovación. Creatividad, un atractivo entorno laboral y un sistema modelo de formación explican el ‘milagro helvético’. Pero la creación de valor no siempre es lo que parece.

Se trata del consenso mejor compartido por los medios económicos y políticos suizos, sin importar a qué corriente ideológica pertenecen: para mantenerse competitivas a escala internacional, las empresas suizas –cuyo perfil está particularmente enfocado hacia los mercados externos, de los que obtienen la mitad de sus ingresos– carecen de elección: deben innovar permanentemente.

Una constante que recogen los distintos actores del país en una coyuntura en la que Suiza se enfrenta a un entorno internacional cada vez más difícil y hostil.

La crisis de la deuda de la zona euro ha convertido al franco suizo en un valor refugio, lo que ha reforzado abruptamente el encarecimiento de los productos helvéticos en el extranjero.

Por otra parte, las ventajas fiscales que concede Suiza a las multinacionales han llevado a numerosas holdings a instalarse en algún cantón durante los últimos años, lo que despierta la ira constante de Bruselas, convencida de que el país alpino debe poner fin a lo que la UE considera una competencia desleal.

“Los empleos del mañana”

En un vasto informe publicado en mayo, el organismo patronal economiesuisse escribe: “La innovación es el único medio que Suiza tiene para conservar una prosperidad sostenida”.

“Hoy, la innovación representa los empleos del mañana. Por ello, debemos mantenernos a la cabeza del progreso si queremos que perdure el éxito económico de Suiza”, refuerza Philippe Leuba, ministro de Economía del Vaud, cantón que acaba de invertir 25 millones de francos adicionales para convertirse en el “campeón suizo de la innovación”.

Y este leitmotiv es compartido más allá de los intereses de los medios económicos y de sus aliados en el mundo político. El antiguo secretario sindical y diputado del Partido Socialista, Jean-Christophe Schwaab, opina: “Nuestra economía no tiene elección alguna, debe ser innovadora para sobrevivir. Debe apuntar la mira hacia los sectores de nicho y de alta calidad. Es la única forma de mantener una producción de alto valor agregado en Suiza”.

Con respecto al modelo estilo Silicon Valley que numerosas regiones del país han intentado reproducir durante la última década para atraer a empresas emergentes (start-up) y a nuevas compañías con un alto nivel de especialización en dominios con un gran potencial económico -como las ciencias de la vida y las tecnologías verdes-, el cantón de Vaud y su Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL) son los que gozan de un mayor potencial en materia de transferencia de tecnología hacia la industria.

Visión del mundo

Colaborador científico del Grupo de Investigación en Economía Territorial (GRET) en la Universidad de Neuchâtel, Hugues Jeannerat cuestiona que la innovación se haya convertido después de algunos años en el “paradigma absoluto de la competitividad”. Existe una “visión del desarrollo que consagra un papel vital al progreso tecnológico y científico”.  La innovación ha sido pues institucionalizada en los discursos, sin que se haya comprobado realmente el valor económico o social que genera.

Si Suiza figura regularmente a la cabeza de las clasificaciones internacionales en materia de innovación (ver recuadro), se lo debe en gran medida a la gran cantidad de patentes registradas por la industria farmacéutica. “Pero una patente no es sinónimo de una innovación inmediata en nuestra vida cotidiana. Puede, por el contrario, ser utilizada para bloquear el desarrollo de nuevas aplicaciones para las empresas de la competencia, o para facilitar la valorización bursátil de un grupo sin que se traduzca forzosamente en una oferta concreta para el mercado real”, observa Hugues Jeannerat.

Además, como subraya Jean-Christophe Schwaab, la clasificación positiva de Suiza en el presente está igualmente vinculada a la crisis de las finanzas públicas, que ha afectado a numerosos países europeos, frecuentemente obligados a reducir sus inversiones en la formación y la investigación.

“Nuestra industria marcha sólidamente porque cuenta con una mano de obra de altísima cualificación, y ésta es verdaderamente la principal materia prima de Suiza. Nosotros debemos aún invertir de forma masiva en mantener la ventaja que tenemos en estos dominios, algo que algunos legisladores de derecha rechazan a la hora de votar los presupuestos”, añade.

Innovar en la tradición

economiesuisse destaca que en Suiza es el sector privado, y no el Estado, el que cubre el 73% del gasto destinado a la investigación y el desarrollo. Y la organización patronal subraya que la aplicación de nuevas ideas depende de dos factores clave: el espíritu de la compañía y su tradición de innovación. “Esto contradice la percepción generalizada de que, en Suiza, son las nacientes empresas emergentes (start-up) las que más innovan”, afirma.

Sin embargo, hoy día, las incubadoras de empresas  -estructuras de apoyo en las que los resultados se miden fundamentalmente por el número de nuevas empresas creadas- siguen siendo numerosos en Suiza.

“Son una herramienta ampliamente desarrollada en los cantones gracias a la política regional de la Confederación. Todo el mundo considera que éste es el camino correcto para innovar”, dice Hugues Jeannerat.

El investigador, cuyo trabajo de doctorado busca poner en relieve el mecanismo de la creación de valor en la industria relojera suiza, puntualiza: “Pero el éxito de los relojes, el queso y chocolate suizo no puede ser explicado solo por esta estrecha definición de la innovación”.

Se trata de “todo un registro simbólico, estructurado y materializado por poderosos departamentos de marketing, pero también por historiadores, periodistas o revistas controladas por las marcas de la industria relojera ».

Una afirmación que conduce a Jean-Christophe a asegurar: “¡Hay que innovar en la tradición! La tradición evoluciona y debemos encontrar los medios para mantenerla siempre atractiva”.

Suiza figura, por segundo año consecutivo, en el primer lugar internacional en materia de innovación, según la clasificación anual que realizan el Instituto Europeo de Administración de Empresas (Insead) y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) que analiza 141 países. Este ranking, publicado a principios de julio, coloca detrás de Suiza a Suecia, Singapur, Finlandia y Reino Unido.

El sistema educativo dual helvético (formación teórica combinada con aprendizaje práctico en empresas), la estrecha colaboración entre el sector público y privado, así como un entorno de trabajo activo son los principales factores que explican el desempeño de Suiza, según el informe.

Desde 2009, Suiza ocupa igualmente el primer puesto en materia de competitividad, según el Foro Económico Mundial (WEF). Sus capacidades tecnológicas, la eficacia del mercado del trabajo, de los institutos de investigación científica, entre los mejores del mundo, o una sólida propiedad intelectual figuran entre los criterios que destaca el WEF.

Según la Secretaría de Estado de Economía (Seco), se habla de innovación cuando un invento se traduce en un producto que se comercializa posteriormente en el mercado. La dimensión económica concreta es pues fundamental.

En Suiza, el apoyo a la innovación pasa esencialmente por la creación de condiciones marco favorables. “La apertura de los mercados es esencial, afirma Seco, y anima a los agentes económicos a encontrar soluciones innovadoras para seguir siendo competitivos y aumentar la innovación general de la economía”.

Esta visión liberal en compensada por la necesidad de las empresas de disponer de una mano de obra bien formada, “garantía de una productividad laboral superior a la media, y de una mayor innovación”.

En este contexto, “el Estado tiene por misión proveer una oferta de formación pública de primer orden”, refiere Seco. Para el periodo 2013-2016, el Gobierno destinará 26.000 millones de francos a dinamizar la formación, la investigación y la innovación, lo que implica un crecimiento anual promedio de los créditos del 3,7%.

(Traducción: Andrea Ornelas)

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